Hace cuatro años que inicié la secundaria y siempre he llevado los mejores promedios, según los profesores, he dejado las mejores calificaciones históricas, y en varias ocasiones la directora me ha comentado que en los diez años de este colegio no se había visto un estudiante tan dedicado y centrado como yo. Eso me da la plena seguridad de que estoy haciendo lo correcto, voy por buen camino y lograré mi objetivo, quiero esa beca y nada ni nadie me hará desviarme. Aunque debo tener cuidado con Erika, me hará la vida imposible, y no puedo llegar a rebajarme lo suficiente como para irme a las manos con esa estúpida, además ¿de qué sirve ser la mejor si te rebajas al nivel de la peor?
Iba tan concentrada en mis pensamientos, hasta que sentí un empujón demasiado fuerte, casi caigo, pero... ¡estaba cruzando por la mitad de un partido de baloncesto!
—Quítate enana, estorbas el paso. Fíjate por donde andas.— Inmediatamente reconocí esa voz, ya casi me era familiar en apenas unas horas de haberla escuchado por primera vez.
—Eres un idiota, lo que a mí me falta en estatura, a ti te falta en cerebro.— he de admitir que mi estatura siempre ha sido causa de burla.
Se oyó una carcajada al unísono, el juego continuó y yo decidí quedarme a ver el espectáculo desde las gradas.
Miré el celular y tenía un mensaje.
«Te espero en la salida»
Era Fernanda así que le respondí de inmediato.
«Estoy en el patio central viendo un partido de baloncesto, ven, esto está muy bueno"»
Efectivamente, el partido estaba muy parejo, ningún equipo cedía y ofrecían un buen espectáculo, algo digno de ver.
Un par de minutos después llegó mi amiga y naturalmente sus comentarios.
—¡Uyyy! ¡esto si es ver carne en vitrina!— rió frotando sus manos emocionada.
—Bueno, para que no digas que no te hago buenas invitaciones, deleita tus ojos con esa "carne" en exhibición.
—¿Haces lo mismo con tu nuevo admirador?
—Es un idiota, casi me mata de un golpe, y solo porque iba atravesé la cancha sin fijarme.
—Creo que tú eres mas idiota.
La carcajada no se hizo esperar.
Después de algunas risas le conté, por petición suya, lo poco que hablé con la directora.
El resto del partido lo vimos entre carcajadas y bromas acerca de los jugadores.
El partido terminó con un marcador con sólo tres puntos de diferencia, el equipo de Andi fue derrotado.
Dimos la espalda al escenario y al tomar rumbo a la salida escuché a alguien hablando a mi espalda.
—Perdón, por lo de enana.
—Tú perdona por lo de cabeza hueca. Estamos a mano.
Continué caminando sin siquiera mirarlo, más el cabeza hueca corrió para alcanzarnos.
—De verdad, perdona, no te reconocí en el momento.
—¿De haberme reconocido me hubieses sacado en brazos hasta la enfermería? Paso así y fue lo mejor, así mostraste lo que eres en verdad.
Se quedó en silencio, sin respuesta alguna, aunque caminando a nuestro lado.
— Deberías ir a las duchas antes de salir.— Intenté quitármelo de encima.
—Mejor voy a mi casa, es apenas a media cuadra de aquí, sí quieres te invito... Bueno, las invito a conocer mi casa y podemos preparar algo de comer. ¿Qué dicen?
—No, tengo que hacer algunas cosas y estaré ocupada, será en otra ocasión. Muchas gracias.— Realmente no tenía nada que hacer, pero por ningún motivo aceptaré una invitación del cabeza hueca.
—¿Quieres ir Fernanda?
—Me encantaría, pero tengo que ir a una cita médica, en verdad no puedo, muchas gracias por invitarnos, algún día será.
—Bueno chicas, espero que así sea.
—Si, así será, tenlo por seguro.— respondió Fernanda, sonando bastante sería.
Entretanto ya estábamos en la entrada del colegio, y después de despedirse Andi se desvió para su casa, debía de ser hijo de algún adinerado, esa zona es clase alta.
La familia de Fernanda y la mía hacían parte de la clase popular, más lejos del colegio, a veinte minutos caminando. Y en verdad me gusta caminar con ella hablando de cualquier cosa hasta llegar, ya que nuestras casas quedan por la misma acera.
—¿Una cita médica? A ver ¿Quién será el doctor? —me reí al recordar que esa es la excusa típica de Fernanda para esquivar cualquier invitación indeseada.
—No te rías porque es cierto, tengo cita médica.— Su cara me dio a entender que era cierto.
—Lo siento, no quise burlarme, perdóname.
—No te preocupes Luna, no pasa nada.
—¿Qué te pasa?¿Por qué tienes que ir al doctor?¿Quieres que te acompañe?
—Rutina, no te preocupes, todo en orden, además mi mamá irá conmigo.
—Está bien, cómo quieras.
Seguimos caminando y me quedé pensando en la familia de Fernanda, ella es hija única así que es la niña de la casa, sus padres viven juntos, tienen una casa propia, y lo más importante es que siempre están muy al pendiente de su hija, alguno de los dos está siempre ante cualquier situación que ella presente.
En mi caso no puedo decir lo mismo, aunque también soy hija única mis padres no están tan al pendiente de mí, mi papá se fue de casa y nos abandonó cuando yo apenas empezaba a caminar, en mi vida lo he visto en contadas ocasiones y no me interesa en lo más mínimo; Mamá ha sido quien ha estado para mí, sin embargo, en ocasiones apenas la veo, ella trabaja en diferentes horarios y yo, a mis dieciséis años ya soy autónoma, hago lo que puedo para que ella no malgaste ni tiempo, ni dinero en mí. El hecho de que tenga que solventar todos los gastos de la casa me parece más que suficiente.Además, a diferencia de los padres de Fernanda, no tenemos casa propia y pagamos alquiler.
—¿Qué pasó contigo, Luna? ¿Qué se te pasó por esa cabeza? ¿Te remuerde la conciencia por lo que le dijiste a Andi?
—Jajajaja, noooo. En lo más mínimo.
—Sabes, el tipo no está mal, y estoy totalmente segura que puso los ojos en ti, y en ese caso no hay nada que hacer. Deberías prestarle un poquito más de atención y recuerda que te defendió de Erika en el salón.