El día amanece tímidamente tras una densa cortina de nubes. El olor a café recién hecho invade las calles, su olor llega a mi apartamento a través de las ventanas. Pero soy incapaz de oler nada. Mi rostro muestra la pesadilla que he vivido estos últimos días.
"No sé qué ropa es la apropiada para un funeral" - me apoyo en la puerta del armario unos minutos, recorriendo con la mirada percha tras percha. Al final me decido por una falda negra y una camisa beige.
Me visto con desgana. Cojo mi bolso y lo cargo de pañuelos.
Justo cuando iba a salir llaman a la puerta. Miro por la mirilla.
"Ay no, otra vez el pesado de Ramiro" - pongo los ojos en blanco.
Abro la puerta con desgana.
- Hola Ramiro. Me pillas en un mal momento. Justo iba al funeral de Sergio y como podrás imaginar no estoy para chistes de los tuyos.
- Hola Sofía. Venía para ver cómo estabas. Si quieres saco a Fumeta a pasear - dice Ramiro mostrándose amable.
Fumeta, al oír su nombre, viene corriendo a la puerta y se pone a ladrar. Al ver a Ramiro le gruñe y le mordisquea el pantalón.
- Pues me harías un favor. Voy justa de tiempo y no me da tiempo a sacarlo.
Acto seguido Sofía se agacha, acaricia a Fumeta y le da las llaves a Ramiro.
- Luego paso a recogerlo a tu casa.
Cierro la puerta con un portazo y sin más bajo las escaleras.
El cielo cada vez está más oscuro. A lo lejos puedo ver el campanario de la iglesia. Una, dos, tres...hasta 10 campanadas suenan. Llego tarde. Aligero el paso. Empiezan a caer las primeras gotas y los tacones se me ensucian de barro.
" No me gustan las iglesias. No me gustan los funerales y menos aún no me gusta la gente que va a los funerales".
Sofía espera fuera de la iglesia. Se enciende un cigarrillo y mira su móvil.
"Aquí está. El último mensaje que me envió"
Y lo lee por enésima vez:
" Sofía perdóname. Tenía que haber sido sincero contigo desde el principio, pero no sabía cómo contarte que soy un cabrón ambicioso que juega con las personas. Lo único verdadero en toda esta historia eres tú".
Doy una calada y dejo que se consuma el resto de mi cigarrillo.
De repente se abre la puerta y sale toda la comitiva acompañando a los restos de Sergio. Entre ellos está Mario y su familia. Detrás puedo ver a una María hecha un mar de lágrimas.
Me incorporo y sigo a los restos de Sergio. La lluvia empieza a pronunciarse. Un estruendo se oye a lo lejos, acercándose amenazante.
Una vez llegados al lugar del entierro, se procede a decir unas últimas palabras y descienden el féretro.
Espero a que todo el mundo se haya ido.
Una bandada de cuervos se paran en la tierra mojada y empiezan a escarbar hambrientos.
Espero a que la lluvia termine por mojar mi piel.
Lanzo una rosa roja al vacío, vacío que ha quedado dentro de mí.
Espero a ver el último rayo del sol. Doy media vuelta y me voy.
Sólo se oye el graznar de los cuervos peleándose por los restos.
Editado: 02.11.2019