Historia deshiladas

La caja de bombones

Ahí estaba, cual ganadora del Oscar llorando a moco tendido con sus lágrimas falsas, tan falsas como una imitación barata de joyería. Cualquiera con un poco de agudeza mental se habría dado cuenta de que nuestro matrimonio era un fiasco.

                Pero ahí estaba, con él, dándole palmaditas en la espalda como si quisiera consolarla.

¿Consolarla de qué? si estoy seguro que por dentro ha de sentir un fresquito, y eso que ayer por la mañana le dejé sobre la mesa la más exquisita caja de bombones rellenos, ¡rellenos con sorpresa!, el regalo perfecto para una desgraciada a la que debía poner en su sitio; pero la sinvergüenza fue mucho más rápida que yo, me había aderezado la cena con esmero y entonces heme aquí, frío, inerte, solo aunque espero que no por mucho.

Bajo tres metros de tierra analizo mi situación mientras se derriten los bombones sobre la mesa.

Ya se van, se alejan presurosos aunque el sepulturero no ha terminado su trabajo, cerrados de luto hasta el cuello, ¡qué descaro!, el lugar detrás del manubrio tiene nuevo chofer.

El chocolate, ah el chocolate, siempre le gustó el chocolate dulce y aromático, el pecado más delicioso y provocativo, dos dedos limpian los bombones derretidos de la caja y llevan el manjar hasta la boca, y esta boca hacia otros labios que se regodean de su libertad, saborean con deseo el relleno de frutos secos, mientras yo espero a que mi mujer venga hacerme eterna compañía.

 




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