Max no recordaba cuándo fue la última vez en qué su padre lo miró con cariño. Tal vez el día que dejó de fingir que le gustaba el fútbol. O tal vez cuándo su voz empezó a temblar cada vez que decía la verdad en silencio.
Pasó de compartir partidos con su hermano y su padre, salidas de pescas y bromas que solo conocian ellos a pasar a la soledad de su habitación donde el caos se detenía apenas por unos momentos entre gritos y golpes. Su único refugio: un diario que escuchaba sus gritos mudos .
Vivía en una familia donde la perfección era ley y la diferencia, pecado. Allí no cabía lo imperfecto, ni lo real. Max era distinto, y eso lo convertía en maldito a los ojos de quienes no podían comprender. Pero él no entendía por qué. ¿Qué tenía de malo amar sinceramente a alguien del mismo sexo? ¿Acaso el amor no era, siempre, lo más valioso?.
Pero el era diferente a los demás, algo que era una maldición para los demás . Pero algo que el no entendía . ¿Porque tenía que ser malo? ¿Por qué tenía que ser un pecado? ¿Que tenía malo malo amar una persona del mismo sexo ? ¿Lo importante no era amar sinceramente?.
Era algo que siempre lo confundía y no le encontraba explicación .
A los doce, Max empezó a entender quién era. Le costó aceptarse, se asustó, dudó... pero lo hizo. A los catorce, ya no pudo más con su agonía. Lo confesó, temblando frente a su padre.
--Papá... —susurró, con el corazón desbordado.
Desde la cocina, su padre lo miró como si fuera un desconocido.
—Soy gay —dijo Max, sin vuelta atrás.
—Eso no puede ser —respondió su padre, tajante—. No en mi casa.
—Lo soy —repitió Max, más firme.
—Estás confundido. Es una fase —afirmo el hombre.
—No es una fase. Soy yo.
Su padre se giró, sin lágrimas ni gritos. Solo frialdad.
—Mientras vivas bajo mi techo, bajo mis normas, no quiero volver a escuchar esas tonterías —dijo antes de irse dejando a max allí solo con el corazón destrozado que con cada respiración le ardia .
Max sacó su diario y escribió: La verdad arde, pero también ilumina.
La segunda confrontación fue una tarde de juegos donde estaba presente su hermano mayor.
—Otra vez con esas tonterías... —dijo su padre.
—Soy gay y no voy a seguir fingiendo que no lo soy.
El silencio que llenó la sala no fue normal. Fue violento.
Su hermano no podía creer lo que acababa de escuchar, lo miro como si estuviera loco .
En cambio su padre se movió de manera rápida tomándolo por el cuello con fuerza .
—No digas esas tonterías— grito — ningún hijo mío es un maricon — empujó contra la pared haciendo que su rostro se golpeara de manera fuerte contra la pared. Max sintió un dolor fuerte Pero no se quejo. No dolia tanto como la mirada de su padre y su hermano.
—¿ quieres ser eso? ¿Una vergüenza? — escupió su padre .
—¿Soy una vergüenza solo por amar? —preguntó Max, sin entender.
Su padre titubeó. No respondió. Se fue dejandolo solo con su hermano .
A los minutos Max volteo a mirar a su hermano que lo miraba como si no lo reconociera para luego irse dejandolo solo en aquella habitación.
Lágrimas rodaron por la mejillas de Max con pequeños quejidos de dolor que las acompañaban . Esa tarde lloro en su habitación desconsolado por no ser comprendido por su familia .
Ese día, Max escribió: No soy lo que tú temes. Soy lo que tú no comprendes.
Los días se volvieron martirio. Golpes. Humillaciones. Silencios. Miradas que lo ignoraban. Un dolor que todos veían, pero nadie frenaba.
Una tarde, otro golpe lo tumbó.
—¡Esto es lo que provoca tu desvío! ¡Vergüenza!
Max no se defendió. Solo murmuró:
—Soy lo que soy. Aunque me odies, seguiré siendo yo.
Su padre lo miró por un instante. Silencio. Se fue, dejando tras de sí una puerta que se cerró como castigo.
Max arrastró su cuerpo hasta su diario. Lo abrió con manos ensangrentadas y escribió: Hoy me volvió a golpear el hombre que se supone debía protegerme.
Max se recostó en el suelo mientras trataba de asimilar el dolor físico y emocional que sentía .
Le dolía todo, incluso su alma.
—¿ Qué tiene de malo amar a alguien del mismo sexo ? — comentó a la nada .
Max recordó a su amigo Ale , su compañero de arte. Su risa libre , sus manos manchadas de pinturas de colores, la manera de cómo lo miró aquella tarde. Como si pudiera ver más allá de las máscaras.
Esa mirada no hirió, no lastimo más bien hizo que se sientiera menos roto.
— ¿ No es eso el amor? — Pensó
Su padre decía que no se podía amar a un hombre así, pero había cariño sincero, había paz .
—¿ Qué tenía eso de malo? —
— ¿ Qué norma rompe?—
Max miro el techo como si le daría una respuesta.
Volvió a escribir: Si amar a alguien como yo es un error, entonces el mundo necesita otra forma de definir lo que está bien.
Los días siguieron pasando con dolor , con agonía , con soledad, sufrimiento .
Los golpes seguían incluso más. Su padre lo estaba rompiendo y todos los sabían Pero no hacían nada. Solo veían como rompían a un niño de quince años solo por amar.
Max una noche igual a las demás bajo las escaleras, en silencio, con temor. El televisor está prendida dando noticias que realmente nadie le importaban, su padre estaba ahí escuchando mientras tomaba cerveza y con la cara endurecida .
No intercambiaron palabras ni siquiera mirada.
Cuando Max paso frente el comedor algo invisible estalló, una chispa que no se vio pero se sintió.
El golpe llegó directo, seco, directo al rostro. Era su padre, lo empujó contra la pared insultandolo otra vez .
— Así no se camina, así no se mira — escupió con enojo — No te soporto — grito.
Max no respondió, ya no tenía fuerzas por el dolor. Cada palabra como una daga que caian con fuerza a una tumba que ni el cabo .
#2140 en Otros
#465 en Relatos cortos
#739 en Thriller
#269 en Suspenso
melancolia, ficcion general historica cartas, ficción emocional
Editado: 12.10.2025