Gemidos tras gemidos se escuchaban en aquella habitación de paredes blancas, dos cuerpos sudados, uno más que el otro, miradas de placer y de terror eran las que se podían apreciar, él sentía tanto placer al ver su cara de pánico, y ella tanto dolor al sentir las descargas eléctricas que le proporcionaba aquel hombre al cual no conocía.
Su único error había sido ir a aquella fiesta e irse con el hombre que estaba torturándola, era un enfermo el cual sentía placer con el dolor y sufrimiento de ella, otro gemido de dolor se escuchó y aquel enfermo sonrió...