¡Auch!— se quejo lloriqueando y mordiendo sus labios, era tan torpe, siempre estaba cayéndose o golpeándose con cualquier objeto, uno de esos dias terminaria muerta, pensaba ella.
Suspiró y acomodó su uniforme, trabajaba en una pizzería era un buen trabajo, el salario era lo suficientemente bueno como para poder pagar los gastos del departamento y comprar sus alimentos.
La puerta sonó anunciando un nuevo cliente y puso su mejor sonrisa para recibirlo, cuando el estuvo frente a ella se quedó muda, ¡ese hombre estaba buenisimo! —¿Te gusta el pan?— lo escucho decir y se quedó perpleja mirandolo —¿Eh?— el chico se sonrojo y ella soltó una risa baja —respondiendo a tu pregunta...no me gusta el pan— esta vez fue el turno del chico de reir.
A mi tampoco me gusta el pan—ella le regaló una sonrisa y por unos segundos se quedaron mirándose el uno al otro sin pronunciar palabra alguna, ella miraba cada detalle del rostro del chico al igual que el admiraba la belleza que ella poseía, y no solo lo decia por su físico, él lo decía porque a través de sus ojos notaba la pureza de su alma.
Solo entre para hablarte— dijo él rompiendo el silencio, ella se sorprendió, él se sonrojo —Quiero conocerte— hablaron al mismo tiempo y soltaron una pequeña risa, ella pensaba en que con su suerte tal vez el chico era un asesino, pero decidió arriesgarse, no por nada siempre mantenía con un gas pimienta en su bolso.
En dos horas termino mi turno— contestó ella —Te espero— aseguro él y se sentó en una de las mesas esperando a que ella terminara su turno en el trabajo para poder conocer bien a la chica que había llamado su atención desde que la vio irse de boca al suelo con todas las cajas de pizzas, él fue quien la ayudó, pero estaba tan apurada que ni reparó en él, apenas le dio las gracias salió corriendo alejándose de él...
Ellos no lo sabían, pero el destino había asegurado una linda historia de amor para ambos, ella era la chica de las pizzas, y él solo era el chico de los libros, pero juntos harían arder el mundo...