El panteón de Belén es considerado Tesoro Arquitectónico Nacional gracias a sus tumbas bien conservadas del siglo XIX. Fue construido en 1848 por el arquitecto Manuel Gómez Ibarra y hoy es un recinto protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Se encuentra a un lado del Hospital civil de Guadalajara y se dice que Fray Antonio Alcalde lo mandó a construir porque los entierros por salubridad ya no se podían realizar en las iglesias. Al principio era un panteón para gente pobre y después fue exclusivo para la clase alta. Aquí estaban antes los restos de los hombres ilustres de Guadalajara pero después fueron trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses.
En este panteón se encuentra una de las tumbas más visitadas de México: la tumba de Ignacio Torres Altamirano conocido como Nachito. La leyenda de Nachito comienza con su muerte el 24 de mayo de 1882 y se dice que murió de nictofobia (miedo a la obscuridad). Cuenta la leyenda que desde su nacimiento sufría este padecimiento, por lo tanto sus padres ponían durante la noche antorchas en su recámara para iluminarla y que pudiera dormir en paz; pero una noche las antorchas se apagaron y a Nachito le dio un infarto fulminante. Su mamá lo encontró al día siguiente ya muerto en su cama.
Los padres enterraron a Nachito en el panteón de Belén, pero al día siguiente de su entierro, el sepulturero se encontró con una escena totalmente aterradora.