Historias de Bolsillo

Caos en el Olimpic´s Mall (III)

Una persona inepta, rinde siempre al máximo de sus posibilidades.

William Somerset Maugham.

 

Al día siguiente de haber descansado lo suficiente y con un dolor terrible en mis dedos, por haber apretado tantos lápices, me levanté contento, con la alegría flor de piel, me trasladé rápidamente hasta donde se encontraba Brando, lo abracé y le dije.

—. Amigo nuestra ventana de oportunidades está a la vuelta de la esquina. —Brando respondió—.

—. ¡Jaus Jaus!

 

Salí como una bala hasta la sala, y justo allí lo vi, mi dinero, mi flamante dinero, me aseé y me dirigí hasta el refrigerador y rápidamente me preparé un emparedado y se lo di a Brando, mientras él comía, me trasladé hasta el lugar donde guardo su cadena de paseo, la tomé y de allí me fui hasta la sala, de la bolsa saqué cien mil y el resto solo lo dejé en un lugar seguro. Salí de mi habitación al pasillo y casualmente el humo blanco del departamento de los vecinos no se encontraba presente, simplemente no le di importancia, bajé con Brando y el día se sentía radiante, como si cosas buenas a la vuelta de la esquina me esperaban, salí con mucha confianza, recorrimos la Sutter Avenue hasta la gasolinera, eché un vistazo atentamente al cruce del Boulevard Mother Gastón y la afluencia de vehículos era escasa para ser un día martes, así que, crucé la calle al Imanala Dely Grocery, todas mis preocupaciones realmente estaban muy bajas, me acerqué hasta uno de los estantes, cogí una soda y una barra proteica, justo entonces, Brando comenzó a ladrar, miré hacia el lugar donde estaba ladrando y noté que un sujeto estaba allí, mirándonos, tiré de la cuerda, Brando reculó y le dije al sujeto.

—. Disculpe, mi perro no suele hacerlo, ¡Vamos! —Inquirí a Brando. Brando me miró y nos alejamos de aquel lugar—.

 

Continuamos nuestro recorrido, pedí un taxi hasta el Central Park Zoo, nos tardamos unos cuarenta minutos, el taxista de origen asiático observaba a Brando que sacaba la lengua a través de la ventanilla del lado izquierdo y me preguntó.

—. ¿Cuántos años tiene? —Inmediatamente sin pensar, lo miré a través del retrovisor y respondí—.

—. Treinta y seis años, ¿Por qué la pregunta? —Noté que el taxista se sonrió y dijo—.

—. No, no usted, sino el perro. —Rápidamente me llevé la mano a la cabeza y dije con una sonrisa—.

—. ¡Oh!, pensé que era a mí, Brando tiene ocho años, —Sin preguntarme completé—. y pesa ochenta y dos kilos. —El taxista me miró a través del retrovisor y me comenta—.

—. Es un perro bastante mayor. —Respondí—.

—. Sí, debe tener, —Hice unos ademanes con los dedos a modo de contar—. como unos... cincuenta y cinco años humanos. —Completé, el taxista me exclama—.

—. ¡Vaya! Es mucho mayor que yo. —Dijo el taxista entre risas, solo sonreí y pregunté—.

—. Y usted ¿Tiene perro? —Me miró por el retrovisor nuevamente y me señala—.

—. Si, tuve dos, un Golden Retriever macho, y un Husky Siberiano hembra. —Pregunté—.

—. Y ¿Dónde están? —El taxista me respondió con un tono de voz tristón—.

—. El Golden Retriever se lo llevó mi mujer y me he quedado con el Husky. —Le digo—.

—. ¡Oh!, perdón, disculpe. —Rápidamente noté cierta incomodidad por mi pregunta e hice como si no hubiese preguntado nada, desvié mi mirada a través de la ventanilla y al costado observé el puente de Queensboro y el East River, al cabo de un rato llegamos al Central Park Zoo, el taxista viró hacia la Quinta avenida y allí nos bajamos—.

 

Allí se encuentra el Central Park Zoo tan imponente, cruzamos la Quinta avenida y llegamos al parque, y allí solté a Brando y fue la sensación de los turistas, cada uno de ellos se quería tomar una foto con Brando, él fue la sensación de los viajeros, y como andaba de buenas simplemente accedí, a que se tomaran algunas fotos con Brando, pasamos una tarde genial, por así decirlo. Ya era el momento de regresarnos, de nuevo nos dirigimos a la Quinta avenida y de nuevo tomé un taxi a Brownsville. Al llegar al Belmont Avenue, le pedí al taxista que me dejase en la esquina siguiente. Brando y yo nos bajamos del taxi y caminamos todo el trayecto desde el Mother Gastón Boulevard, hasta la Sutter Avenue, cruzamos la gasolinera y nos dirigimos directo al edificio. Subimos la escalera y entramos a nuestro santuario. Brando corrió a su tapete favorito y se tumbó totalmente cansado, observé que se echó a dormir, por mi parte me aseé y me fui a dormitar.

 

Nueva mañana, día miércoles, Brando estaba como siempre encima de mí, me lamió el rostro y le digo.

—. Buen día Brando. —Brando se irguió y me respondió—.

—. ¡¡Jaus Jaus!! —Me invadió un sentimiento y simplemente lo abracé rodeando su peludo cuerpo—.

—. ¡Vamos Chico! Vamos es hora de comer. —Brando respondió—.

—. ¡¡Jaus Jaus!!

 

Rápidamente me levanté y me trasladé hasta la cocina y le preparé el alimento a Brando, se lo serví en su taza habitual, de repente, tocan la puerta.



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Editado: 25.02.2024

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