Historias de Cementerio Vol. 2

El favor de la Santa - Parte II

Para empezar ¿Quién era ese ser? Muchos, por el título que decidí darle a esta historia, ya saben de quién se trata, pero yo no lo sabía en ese momento. Mi familia era católica, como lo son casi todas las familias de la pequeña ciudad en la que vivía y, aunque no íbamos cada domingo a misa, sí se hablaba de Dios, de la Virgen y los Santos. Todo lo que estuviera fuera de eso era pecado, algo sucio e incluso diabólico. Entonces, cuando le conté a mis padres la historia de ese ser que atacó al asaltante y les recordé mis sueños infantiles, su respuesta fue la repulsión total. Jamás olvidaré la expresión de mi madre, una mezcla entre odio y asco, cuando me preguntó si estaba invocando demonios o si me había unido a una secta satánica. Mi padre ni siquiera abrió la boca cuando mi mamá me condenó a las llamas del infierno y dijo que, si salía de esa, sólo podía regresar a su casa después de que "me hicieran un exorcismo". Ella se fue molesta de la habitación y me quedé sólo con mi padre:

—Es por culpa de tu tío Josué. Él tiene la culpa.

—¿Cómo? ¿El tío Josué? ¿No está muerto?

—Justo por eso, hijo. Tu tío también andaba en malos pasos y por eso se murió pronto.

—Que no estoy en malos pasos, papá. De verdad, era esa cosa con la que soñaba cuando era niño —me solté a llorar, pero un llanto profundo, desesperado porque nadie me creía y también porque físicamente me resultaba doloroso llorar—, la que me daba tanto miedo. Tienes que creerme.

—Cálmate, te puedes abrir las heridas —hizo una pausa y me tomó de la mano—. Vamos a suponer que te creo ¿Cómo es ese ser?

—Muy alto, todo vestido de negro, como con una túnica... Siempre lo veo de espaldas, parece una sombra...

—¿Qué más? Haz un esfuerzo.

—Sólo recuerdo eso. Siempre escapo. Me da mucho miedo estar cerca de eso.

—Si te enseño algún dibujo o imagen, ¿podrías reconocerlo? Tengo una sospecha.

Asentí con la cabeza. Claro que podría identificar a ese ser con sólo verlo. Me había atormentado en mis sueños por tanto tiempo, había tratado de olvidarlo y, lo más extraño, me salvó esa noche de morir a manos de ese asaltante. Mi papá salió de la habitación y volvió unos minutos después con algo escondido en sus bolsillos, algo que, al parecer, había pasado con mucho sigilo, con el riesgo latente de que alguien lo atrapara y nos metiéramos en más problemas.

—Mira bien esta figura —de su bolsillo sacó una figura de la Santa Muerte, de unos 15 centímetros— ¿Este es el ser que dices?

—Sí, ese —temblé. El miedo que sentía era muy grande y no podía controlarme—, ese es, papá. Con sólo ver su capa sé que ese es.

—No es un ser, muestra respeto. Es la Santita, la Niña Blanca. No seas majadero con ella o perderás su favor.

—¿Cómo?

—Te creo, hijo, pero no le tengas miedo —mi papá acercó esa figura a sus labios y la besó—. Gracias a ella conocí a tu madre. A ella como tal, no, pero sí a tu tío Josué, que me presentó con tu madre. Él fue un gran amigo para mí, por eso sentí tan feo cuando perdió el rumbo. Le pedí a nuestra Santa que lo sacara de los malos pasos, pero ella le tenía otros planes y se lo llevó, como ya sabes.

—¿Y yo qué tengo que ver en esto? Tengo casi 18 años y jamás había visto o escuchado de ella, mucho menos en la casa.

—Esa es mi sospecha. Tu tío te quería tanto que creo que te encomendó con la Niña. Pero pregúntale tú, porque sólo así podrás librar este problema en el que estás metido.

—Pero mi tío esta muer...

—A la Santa, chamaco menso. Pregúntale a ella, pídele que te hable, que te diga porqué te cuida.

Con ayuda de mi padre, comencé a rezarle, a suplicarle que me explicara las cosas, que me diera un porqué, un algo que me ayudara a salir de esta situación. Una enfermera llegó para decirle que la hora de las visitas había terminado, que necesitaba limpiar las heridas y revisar que todo estuviera en orden. Mi papá se fue, pero yo me quedé con la imagen de la Santa Muerte bien grabada en la cabeza. Además, me asediaban otras preguntas: ¿Por qué tenía esa figura? ¿Qué otras cosas no sabía de mi padre? ¿Mi mamá estaba al tanto de esta práctica de mi papá? Y me fui quedando dormido, aún con la enfermera haciendo las curaciones correspondientes.

Antes de continuar, debo decir que los sueños con la Santa son... Extraños, pero especiales. Ella se presenta de una manera en la cual te resulte fácil entenderla, pues su propósito no es espantarte, a menos que hayas hecho algo en su contra. Por lo demás, los sueños se ven luminosos, envueltos en un ambiente de misterio, autoridad y, aunque suene extraño, amor. Al menos así fue para mí y yo doy testimonio de que la Flaquita es buena con aquellos que la temen y respetan, aunque no le recen diario ni le tengan su altar. Además, si algo aprendí esa noche es que, cuando pides desde el corazón, la respuesta llega con amor y más rápido de lo que esperas, aunque la voz que te lo diga sea la de la Muerte...

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Muchas gracias por leer. Estaré actualizando con frecuencia, así que pasa y disfruta de estas historias de las cuales, por fortuna, no eres el protagonista.

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