No fue, sino cuando se decretó la cuarentena, que todos permanecían en sus casas. Los departamentos se atestaron inmediatamente sin razón de personas. En el Edificio de la calle Calderón, cada departamento escondía un, o varios habitantes. En cada uno de ellos se refugiaban sentimientos oscuros que hasta podrían generar desconcierto. En el sexto piso, Ricardo, menor de quince años descansa en su habitación contigua a la ventana, mientas escucha Radiohead, la canción karma pólice. En su interior de ser adolecente, aborrecía a las personas, como por innato sentimiento del corazón. Las terapias del psicólogo solo fueron un desgaste de tiempo, y en la escuela pensaba en lo formidable que sería si todo acabase en un terremoto. Le gustaba observar a la ventana, y escuchar al niño del otro lado del edificio contiguo a donde vivía él. Este desde aquel vidrio gastado y rajado lo saludaba.
Tras el hecho. Siempre fue un misterio por aquel día fatídico.
- ¿Qué estás haciendo que no lo haces? – le expresa aquel niño. Aunque estaba lejos podía oírlo. Como si su oído se hubiera aguzado.
- No tengo el valor para hacerlo – le comenta acobardado –
- Si, si yo pude tú también. Mira el valor, se analiza desde la desesperación.
¿Estas desesperado?
- No, no sé. Odio todo lo que a mí alrededor se halle. Las personas, las cosas. Todo. – expresa con enfado, sin levantar la cabeza. -
- ¿Qué te detiene? ¿No serán los sentimientos? – ellos conducen a la debilidad. La debilidad es lo que hace que tu estado sea un montón de nervios gastados y perdidos sin poseer la soledad. ¿Quieres la soledad? Ella es seductora. Es una maestra para el alumno que se abstrae de todo. Para ello debes hacerlo, y pasaras a la eternidad como uno más de lo que soy. Una sombra. ¿Quieres ser una sombra? Puedes ser una sombra – Aquel pequeño desde su ventana le platicaba sin cesar. En la cabeza de Ricardo solo se escuchaba esa voz, y nada más. El poder mismo jugando con su cerebro.
- Lo hare. –
- Bien hecho. La soledad te espera en un mundo nuevo.
- ¿Y si sale mal?
- Nada sale mal, cuando se planifica con decisión. – Sonríe, y dentro de la sonrisa sus labios negros dibujaron una imagen alterna en varios efectos oscuros. Desapareciendo su cuerpo hasta solo quedar una silueta plastificada en la ventana de enfrente.
Ricardo al despedir a su amigo. Apagó el aparato de música, y se tumbó en su cama de la habitación. No tuvo ánimo de salir en todo el santo día. Su madre lo llamó varias veces. Su padre vivía en otro edificio, pues ellos estaban divorciados. Saco desde la mesa de luz
su encendedor. Constantemente chispeaba, y observaba detenidamente la llama hasta que se apagaba. Todos somos un fuego que algún día debe apagarse.
En la calle la sirena de la ambulancia paraba en una de las casas del otro lado de la esquina. El virus tal vez se ha cobrado otra víctima, pensó. Aburrido y cansado de todo este encierro, se incorporó de la cama, y a fin de mover el cuerpo un poco fue y vino, de un lado de la recama, al otro. Era inquieto en su naturaleza. Y ella custodiaba un tesoro bien vigilado por sí mismo. Luego de varios intentos físicos, se sentó en la cama ante su intranquilidad. Agitado se recostó nuevamente.
Entrada la noche, era el horario en que las personas salían a los balcones conforme el calor del verano. También se había gestado la costumbre del aplauso a fin de agradecer por un día más de vida tras aquella pandemia que arrasaba con todo. En el horario de la misma de aquel choque de palmas, Ricardo sale de su departamento. Se dirige hasta el subsuelo.
A las 21:30 horas un incendió asolo a todo el edificio. Desde la planta baja la terminal eléctrica entro en corto circuito, y las llamas se hicieron presente. El humo de los cables gruesos hizo que todo fuera pura oscuridad. Las personas comenzaron a gritar desesperadas. El estallido se hizo inminente, debido que el primer piso guardaba una unos tubos de gas, lo que propago más el fuego. Algunos corrían desesperados por el pasillo, intentando escapar, otros se arrojaron por los balcones. Los aplausos se podían escuchar desde otros sitios juntos a los alaridos. Al llegar la guardia de bomberos con sus mangueras lanzaron agua desde donde podían. Otros con herramientas tratando de abrir los portones de la entrada, sellados por la explosión. Policías, y ambulancias se hicieron presente.
El virus continúo su propagación en las calles. Esa noche se conoce como la noche de fuego eterno. En el chispero de Ricardo se veía como se encendía hasta que se apagaba, hasta que se consumía, como se consumían las vidas.
Las cenizas de las mañana se diseminaban por toda la ciudad, los cuerpos eran llevados uno por uno. Las noticias solo hablaban del virus, y de aquella masacre.
La pandemia se redujo en algunos países, y la cuarentena se levantó al término de unos meses que fueron largos tras las lluvias, y el invierno. Se remodeló el edificio quedando intacto. Se vendieron a precios bajos los departamentos.
Un inquilino, mientras habla con un anciano del edificio de enfrente, le cuenta que vio un chico descender por las escaleras hasta el cuarto de electricidad con un mechero, y una botella de querosene. La curiosidad lo introdujo a preguntarle qué estaba haciendo, pero al ingresar a ese recinto en su búsqueda, no había nada. Su vecino titubeando y rascándose la cabeza, le dijo:
- A veces hay gente que no sabe, si esta, o no. hace muchos años ocurrió también un evento parecido en un departamento del edificio de enfrente. Se dice que fue un niño tenía tendencia a la piromanía. Nadie sobrevivió de ese
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Editado: 30.04.2024