A veces sin precaución alguna nos introducimos en recónditos sitios a los que nunca deberíamos a ver ido.
Emilio, y Rosa, compraron la vieja casa de los Arévalo. Una familia ya extinta hace más de cinco años. Tres habitaciones, living, un altillo. Todo a un precio considerable para una pareja de corta edad que iniciaba su vida. No tenían grandes aventuras, ni tampoco desventuras, de las cuales sentirse aburridos. Era una casa al fin de cuentas con sus lujos medidos conforme su personalidad.
- ¡Vida llegué! Traje todo como para una semana. - le comenta Rosa. -
- ¡Genial! – mira amor, la cuarentena ya está declarada para un tiempo indeterminado.
- ¡Terrible! – comenta ella – ¿crees que se extenderá mucho tiempo?
- ¿Quién sabe? La gente está muy paranoica con este asunto del virus. Algunos hablan de contagios en el aire, otro contacto con personas.
La mujer recordó lo mencionado del contagio con personas, e inmediatamente fue a lavarse las manos con agua y jabón. En el baño tenían los elementos necesarios para desinfectar de ser posible. Eran precavidos, como extremistas a lo absoluto.
Durante una semana tuvieron una vida llevadera con las noticias de fondos, los anuncios. Distraían su razón con su vida de pareja, charlas, actividades, que cada uno hacía por su cuenta como gimnasia, lectura, juegos de mesa, y comunicarse con amigos, amigas, parientes, aunque claramente surgía momentos de estrés en definitiva con el encierro. Era un submundo pequeño de solo un Adán, y una Eva. El paraíso no siempre podrá ser paraíso. No pasada las dos semanas que Emilio con gusto a la decoración decidió realizar una tarea pendiente la cual era la siguiente. Lijar toda la pared del living, y pintarla del color crema. Rosa estuvo de acuerdo, no tenían más actividades que hacer. Se pusieron manos a la obra. En el altillo, tenía el hombre de la casa papel para lijar pared. Inmediatamente tomó lo que tenía. Verificó que no fuera ya usado. A veces guardaba por si resultaba útil. Observó detenidamente, y comprobó que era suficiente, y estaban en condiciones. Al descender del altillo, Rosa lo esperaba.
- ¿Y? – pregunta -
- Aquí tienes – le da una parte del papel
Uno en el sector del lado izquierdo, y otro en el derecho comenzaron el trabajo. Estuvieron lijando la pared durante una hora exhaustivamente. Él paró un momento para
abrir las ventanas y disipar el polvo de la pintura gastada. Ella continuaba sin cesar. Deberías descansar le comenta. Ella asiente, pero continúa. Una resquebrajadura comienza a notarse entre el polvo, y el cemento. El observa, y le expresa que no prosiga. Ella con sus dedos palpa, y pronto comienza a quebrarse por completo. Emilio se acerca sorprendido, pensando que podría ser la humedad. Aunque al palpar con la palma de su mano no siente el frio del agua absorbida por la pared. Golpea con el puño cerrado y siente un tanto hueco, poco a poco se va cayendo parte de la tierrilla. La curiosidad los invadió, de forma que siguieron lijando a fin de ver si no tenían grietas, de lo contrario tendrían que primero pasar cemento concreto, y sellar todo Al movimiento desde abajo hacia arriba, Rosa notó una línea que subía desde arriba en vertical, la continuó hasta que terminó en un punto en horizontal debajo, Emilio realizó la misma tarea hasta que los dos llegaron al mismo punto. Se había formado como una línea en forma de puerta. Les extrañó que tal efecto se produjera. ¿Qué raro pensaban? Ambos se sintieron atraídos por esa puerta dibujada en la pared, detrás de varias capas de pintura. Permanecieron contemplando absortos aquella figura como cuando se mira un catálogo sobre algún objeto desconocido, en un idioma diferente. Tal vez algún niño de la familia la pintó en la época de los Arévalo. El silencio se apoderó en segundos de ese instante entre la curiosidad, el misterio, y la sensación. No fue cuando Rosa quiso lijar en medio de ella y su mano se introdujo del otro lado. La quitó enseguida, y se aferró a Emilio del susto.
- ¿Que fue eso? – dice asustada ella –
- ¡Dios!, ¿no lo sé? – responde – ¿parece interesante?
- Eso me succionó la mano. Sentí que me atraía. –
- Querida no lo sé. – mira extrañado – ¿voy a probar, total que puede ocurrir?
- Querido no lo hagas – le expresa con pánico.
El extiende el brazo, con ello la mano, y los dedos. Nada ocurre.
- ¿Vez no pasa nada? – dice Emilio - ¡Vamos!, ¡quiero ver qué ocurre! – comenta con gracia. – ¡Vamos! – ¡bueno parece que no ocurre nada! -
Una energía se percibe en la base. Una energía tibia, lenta, que aumenta. Cuidado le comenta ella. El atraído continúa, sin prestar atención. Una fuerza gravitatoria comienza su flujo como un agujero negro, y comienza absorberla. Inicia con sus dedos alargándolos, luego su mano. Ella enloquece desesperada.
- ¿Querido que ocurre? – ¿tu mano? Los dedos se te han deformado.
- ¡Ayúdame! ¡Amor ayúdame! – con pánico comienza a gritar – ¡Ayúdame! – con sus ojos desmesurados.
De repente esa fuerza de aquella puerta lo atrae cada vez de manera excesiva. Rosa en un intento enorme, ante el calvario de ver a su novio que algo lo tragaba, trae una escoba queriendo hace palanca entre el brazo de él, y el agujero de la puerta, sin dar resultado tragándose aquella vara de madera. Ella lo abraza por detrás, el cuerpo de Emilio se deformaba al resistirse a ser consumido. Aquella potencia cada vez succionaba más, de forma que no tenían manera de escapar a esa atracción fatal. Su mujer lo contuvo todo lo que pudo. El cuerpo de Emilio se estiró, y desconfiguró como si fuera de goma. Podía
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Editado: 30.04.2024