El efecto del virus sobre los humanos fue una descomposición del sistema pulmonar, por lo que el gobierno autorizo la cuarentena. Diego leía atentamente las noticias, mientras tomaba su café. No tenía problema alguno, pues el encierro era parte de su modus vivendi en el sistema social instaurado. Para él, ser un ermitaño era su solución al escape fatídico de la sociedad. No así podían cumplirlo sus pares que se trastornaban ante esta reclusión.
Habiendo concluido con su cometido de tener los alimentos requeridos, como así también agua potable, electricidad, gas, e internet, no había motivos para salir a las calles, por lo que los días transcurrieron de una forma ordenada. El susto de Diego era una fobia determinada a las arañas. Conformaba un pánico tan grande hasta el punto de explotar en miedos de alteraciones. Como cuando se infla un globo, y este llega a su extremo de aire, y revienta.
El hecho crucial fue cuando un día haciendo sus necesidades, vio allí al ser de las ocho patas, y de los ocho ojos. Cruzaron miradas. Avasallaba con su actitud de atacante que espera que su presa se acerque. La tela estaba bordeada de forma que podía verse un trabajo perfecto, y se imaginó en aquella seda, desnudo, y desprovisto de movilidad, entretanto esa malsana alimaña infernal desde sus actos reflejos palpaba con su pata del lado derecho. Una de tantas que tiene, verificando la fina línea de su creación, y lentamente con la tranquilidad del cazador que sabe que su presa esta lista para ser servida se dirige a él. Torció su cabeza, e hizo un movimiento sesgando la vista hacia abajo como queriendo tirar de su cabeza esa idea de que ese ser que habita en la pared del techo de su baño, allí arrinconado, pudiera comérselo un día de estos, cuando menos se los espere.
Sin embargo, y pesar de todo tenía su insecticida, pero hoy no morirá aquel insecto. Terminó de hacer lo suyo con relación al baño, y se levantó el calzón, después el pantalón, en cuanto apretaba la cadena de la mochila del baño que se levantaba para que el agua circulara.
Tuvo en varias oportunidades episodios sobre arañas, tarántulas, y otros arácnidos parecidos. Hay más de noventa y dos mil novecientos nueve especies, y justo una de ellas dormía en su casa. Recordó aquella vez de niño que tenía que llevar lo que se llama terrario. Era un mini ecosistema con plantas, e insectos dentro de una pecera. Él, estaba feliz por aquel mundo pequeño selvático que había creado. Veía como el verde, celeste se fusionaba con el marrón de la tierra. Como un pequeño escarabajo se posaba en una piedra. Y como había adquirido una bella mariposa que permanecía quieta en una rama como si fuera un árbol en miniatura. Le pareció fantástico. Entre los bichos que tenía aquella pecera, decidió meter una araña del tamaño de un dedo. Un tanto peluda, y con mandíbulas un poco grandes. En ese entonces el miedo no se percibía, por lo que le pareció otra criatura de la naturaleza que daría vida a ese trabajo de ciencias.
La colocó cuidadosamente, tapo el recipiente con una red de plástico que comprendía pequeños orificios para permitir el ingreso del oxígeno, y evitar que se escapen los seres que habitan ese mini planeta. Al otro día en una mañana nublada, fue hasta su patio detrás de la casa, cuando llegó aquel recipiente grande de vidrio estaba lleno de tela en las bifurcaciones de las ramas de los pequeños arbustos. No podía notar el color, la tierra estaba húmeda por circunstancias de que algunas gotas de agua ingresaron en la pecera. El escarabajo estaba completamente lleno de seda, y su cuerpo totalmente vacío por dentro. La mariposa estaba siendo consumida por la araña. De a poco las mandíbulas se clavaban en ese cuerpo, y se succionaba los jugos. Había cierto olor que no era el petricror de la lluvia, sino que algo nauseabundo. Todo se distinguía color marrón oscuro. Parecía como si una contienda bélica se hubiera producido, y solo quedara de ello en aquel campo de batalla, el humo de los fusiles, y el olor de la muerte, en un día de un gris cielo. Eso traumó a Diego que desde entonces no ha podido tener contacto extremo con las arañas.
Las noticias fueron claras, y concretas no salgan de sus casas. Nunca nadie se percató de lo que sucedería. Diego escuchaba las noticias por radio, pues no tenía televisión. Ese día no había encendido para nada el aparato por lo que no sabía lo que ocurría en las calles. Luego de preparar una cena discreta con una botella de vino de la cual bebió copa por copa hasta quedar una tanto ebrio, dejó los trastos en el lavatorio de la cocina, y antes de dirigirse a su alcoba, fue hasta el baño, encendió la luz, y al bajarse los pantalones, y sentarse en el inodoro, pudo verificar que no estaba la araña en el techo. Se tomó el mentón con su mano izquierda como queriendo cavilar en sus lenes ¿qué había pasado con aquel insecto? Trato de no generar alboroto alguno por ello, aunque su mano temblaba.
Se levantó del sanitario por cierto susto, y se subió sus ropas para salir rápidamente hasta la cocina donde guardaba en una gaveta el repelente. Una vez en sus manos hecho algunas pulverizaciones por la cocina, siguiendo por el living de la casa, e inmediatamente regresar al baño en el cual lanzo el espray por todo alrededor de ello. Cerró la puerta de aquel lugar. La fragancia del veneno se diseminaba por todos lados de forma que el aire de toda aquella casa era irrespirable, sin embargo en su etilismo, él, estaba convencido de así eliminar tal criatura. Luego fue hasta la cocina nuevamente, y abrió la ventana aledaña para que entrara un poco de oxígeno. Al salir de allí, se tumbó unos minutos en el sillón.
¡Todo esta!, ¡todo esta! Bien, se dijo asimismo en su subconsciente para que no le jugara bromas, antes de ir a costarse en su cama para otro día comenzar. Respiró varias veces hondo en cuando el perfume del veneno se iba retirando. Ya listo mentalmente fue hasta la habitación sin encender la luz, se descalzo de sus zapatillas, se quitó la camiseta, y pantalones, y se arrojó semidesnudo en la cama tapándose con las sabanas.
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Editado: 30.04.2024