N.A. Estas dos familias, a pesar de que las gemelas Soltería tienen unos comienzos muy inusuales, no tienen mucha información añadida, por lo que, (y a modo de disculpa) he tenido que inventarme la mayoría del relato.
Toda historia que se precie tiene sus personajes secundarios y ésta no será menos. Ya dije que, además de las familias principales de las que ya he hablado, estaban las Soltería y el joven Recoleto.
Las primeras son las mellizas alien Lola y Clotilda y sus compañeras de piso Diana e Irina, hermana de Loki.
A la única que no conocéis es a Diana, la cual recibió una modesta herencia de su madre al morir, tan modesta que apenas le dio para comprar aquel piso de cuatro habitaciones y que convertiría en piso compartido.
Las cuatro, a pesar de ser tan diferentes entre sí no tenían ningún problema de convivencia, cada una vivía en su espacio y ninguna molestaba a la otra.
Diana había vivido toda su vida allí y a pesar de los extraños sucesos que se contaban, vivía ajena a ellos.
Las cuatro se habían conocido en la universidad. Al principio, como es lógico, la entrada de Cloti y de Lola causó sensación. Pero tras la primera toma de contacto y el recelo, al instante, un reducido grupito de jóvenes las rodeó en la sala común de la Politécnica La fiesta, que es como se llamaba la universidad.
—Jo tías, ¿Cómo hacéis para tener un cutis tan terso? Y ese color mola, ¿es una especie de tatuaje integral o es algun medicamento que os ha dejado la piel de ese tono?
Éstas no sabían que decir ante eso, siempre habían sido así desde pequeñas, su padre Curro jamás les dio detalles sobre su concepción, pero al pasar los años, ambas se informaron y supieron que su padre Aitor, el que había abandonado la casa familiar, había sido abducido en su juventud por los extraterrestres y como resultado llegaron las dos al mundo. Pero eso no lo iban a contar, les parecía algo demasiado personal.
Nada sabían de huevos alien, ni su primer hogar en la incubadora al lado del ficus en el salón, solamente puedo deciros que (será de tanto comer espinacas) ambas se volvieron veganas y claro está, jamás quisieron probar los huevos. Lola era la cerebrito de las cuatro, Clotilda era más pasional y en alguna ocasión había sufrido algún escarceo amoroso con sus muchos admiradores, que quedaban impresionados por su melena pelirroja que llevaba cortada por debajo de las orejas y su piel color turquesa que destacaba aún más su brillantes ojos de iris completamente negro.
A Clotilda, que era presumida, le gustaba maquillarse y vestía más provocadora, faldas, vestidos y zapatos de tacón. En cambio Lola, que era más reservada iba más natural. El pelo corto a lo chico y vestía camisetas anchas y tejanos, con sus inseparables zapatillas o alpargatas en verano y no le interesaban ni los chicos ni las chicas. Se centraba en sus estudios y nunca quería participar en las muchas fiestas que se organizaban.
Conocieron a Irina, que había venido con sus padres y hermano desde la lejana Aurora Skies. El profesor de ciencias la había presentado a todos como la hija de dos famosos científicos que habían hecho mucho por la ciencia y la tecnología. Toda la comunidad científica los tenía en un pedestal y tenían todas las esperanzas puestas en ellos.
Ésta, parada frente a sus compañeros miraba al suelo muerta de vergüenza. Era tremendamente tímida y no le gustaba para nada llamar la atención, ni en ella ni en su odioso hermano mayor Loki, que se había ganado la fama del matón del barrio.
Por eso, a pesar que era tremendamente aplicada, trataba de pasar desapercibida, a pesar de su sedoso cabello casi blanco y sus ojos verdes, que seguramente heredó de sus abuelos, ya que sus padres los tenían marrones. Ésta apenas tenía amigos y solamente se relacionaba con sus compañeras de cuarto, con las que, más adelante accedió a ir a vivir.
Las cuatro hacían sus vidas como he dicho, ajenas a las habladurías del vecindario, apenas hablaban con nadie, aunque eran amables con todo el mundo y se limitaban a sus trabajos y a su casa.
Como es lógico, Clotilda y Lola conocían de la existencia de sus medio hermanos los Curioso y de Elena. Jamás supieron que el marido de ésta había sido su padre biológico, creando así un parentesco extraño con ella, que era hermana y madrasta a la vez.
Y por último estaba el vecino de ascendencia hindú, Bartolo, huerfano y criado por su abuelo desde niño. Éste quería ser deportista de élite y siempre se le podía ver en la pista de baloncesto del parque o jugando a futbol con algunos jóvenes como él.
El General Ring Ring había puesto sus ojos golosos en él y trató de reclutarle, al ver su porte atlético. Pero éste negó educadamente, alegando que no estaba hecho para la profesión militar. Él era pacifista como su hijo mediano Tito, la oveja negra de la familia.
Hasta Tanque, el orgullo de los Recluta, quiso hacerse amigo de él en el colegio, pero al ver que no tenían intereses mutuos, aparte de ir a correr algunas veces, acabó por alejase de él.
Bartolo también era vegetariano y alguna vez habían coincidido con Clotilda en el mercado de Villagallina, en una de las paradas de semillas y verduras que atendía una extraña anciana con sombrero.
Éstos, después de unas pocas palabras y risas intercambiaron los teléfonos, hasta que la propia dependienta los hizo separarse dándoles inexplicablemente con su bolso, que había sacado de no se donde y les había gritado cuatro improperios. ¡Aquella mujer estaba loca! O era una amargada, ya que decían que después de la muerte de su marido Erik en su noche de bodas, perseguía a las parejas evitando cualquier manifestación de amor o cariño.
En fin, que los dos se hicieron amigos, pero sin llegar nunca a una relación más formal.
Y tras esta pequeña explicación de las dos familias que quedaban, seguiré con los Pérez porque… bueno, porque me da la gana y punto.