Historias de San Valentín.

Ring for a Kiss. Parte 1

La campana. 

Febrero. Mes del amor y la amistad. Tiempo para vestir todos los tonos de rojo que tengas en los cajones o perchas. Rojo y corazones por todas partes. Y qué decir de los centros comerciales. 

 

Cojines con dedicatorias y osos de peluche, corazones de papel, en globos, en confeti, en papel maché, pegados en cada escaparate. Ofertas dentro de un gran corazón donde rezan: para él -> ó para ella ->. 

 

Los restaurantes y sus cenas románticas, reservaciones y combos especiales para dos. Incluso las hamburguesas parecen venir en pareja. 

 

Muchos parecen correr a las tiendas de recuerditos y detalles alusivos. Tazas con chocolates, peluches pequeños con un corazón y dulces. Por supuesto, los que "aman más", según el mundo comercial, ofrecen los osos de felpa más caros y grandes que te puedas imaginar. "Tan grande como tú amor por ella". Incluso las tiendas para adultos parecen tener más afluencia con el lema de: "para disfrutar… para gozar..  para sentir… por el placer de vivir este 14 de febrero con tu San Valentín". 

 

Clara miraba con una sonrisa burlona a la gente comprar. Le causaba gracia ver lo que significaba el día de los enamorados para muchos. 

 

Algunos, el 14 de febrero es sinónimo de gasto, los tacaños. Otros, un recordatorio de nuestro amor eterno, aquí aplican los cursis pero también los realmente enamorados después de dos hijos y quince años (Qué bonito ❤️( ◜‿◝ )♡). Pero también hay quien decide romper ese día, pues mágicamente se les abren los ojos y se dan cuenta que su pareja, no era el amor de su vida. Y por otro lado, están… los solteros obsesionados con no pasar el día de San Valentín solos. Los solteros que desean desesperadamente no ser solteros. Y claro está, no puede faltar el que aprovecha ese día, para declarar su amor y pasar de amistad a algo más. (Nota: en los cursis, agreguen a los que piden matrimonio ese día. Bonito: sí. Especial: sí. Aunque algunos parecen demasiado ensayados, ¿no lo creen?) Y por último pero no menos importantes se encuentran los que, al igual que Clara, no les angustia pasar un 14 de Febrero más gozando de soltería. Para este tipo de Valentines, la gracia está en dedicar ese amor a ti mismo. 

 

Ir a la peluquería para ponerte guapa o guapo, un masaje, ir de compras, ver tu película favorita o ir al cine a ese estreno de película boba que solo tú querías ver de todos tus amigos, cenar en tu restaurante favorito, probar un buen vino durante el baño de burbujas y todo lo que te encante hacer para ti mismo. Para Clara, un día de San Valentín, era un día para consentirse. 

 

Había una larga fila para pagar así que fue a dar otra vuelta a la tienda de rebajas. Entró en uno de los tres pasillos que vomitaban el color rojo y se detuvo frente al primer estante a su izquierda. Por supuesto, tenía el aviso de "Gran oferta" y un montón de letras más abajo. Un enorme cartel descansaba al lado y había un taburete alto también, quien sabe para qué, pero no le puso mucha atención. Los objetos rojos se confundían entre tanto escarlata y carmesí hasta que logró distinguir de qué se trataba. 

 

Campanas rojas con letras negras grabadas al frente. 

Ring for a Kiss — leyó en voz alta con el dedo índice señalando la campana. Meditó un poco más las  palabras extranjeras. Si su inglés básico de hace mil años no la engañaba, aquello decía que, en teoría, si la hacías sonar te ganabas un beso. 

 

Se rió por bajo pensando en que era una tontería. Y preguntándose, quién compraría aquello. 

 

El impulso natural por querer tocar algo que ves solo porque se ve bonito en el estante, como cuando sacan los productos navideños, hizo que su mano cobrara vida por sí sola y, sin saber cómo o cuando, ya estaba empujando la campana y haciéndola sonar. 

 

El sonido fue estruendoso. La asustó y pareció llamar la atención de todos los que se encontraban a tres pasillos a la redonda. Volvió a reír mientras pensaba: << Y, ¿dónde está mi beso? >>. Enseguida, un montón de confeti blanco, rojo y rosa cayó sobre ella y unos globos plateados y rojos que aparecieron por arte de magia. 

 

Aturdida sin saber qué ocurría, trató de apartarse del punto festivo pero alguien tocó su hombro. 

 

 

—Oye. No tan rápido. Felicidades. Aquí estoy — dijo una voz masculina. 

 

 

Giró para ver de quién y de qué se trataba. Pero se quedó muda al contemplar al guapísimo hombre plantado frente a ella, quien por cierto, extendía la mano hacia ella en ese instante. Parece que quitó algo del confeti de su cabello y le colocó el mechón tras su oreja. Desplegaba una sonrisa angelical que dejaría a cualquiera sin aliento. 

 

 

—¿Qué? 

 

 

Fue todo lo que logró decir. La gente los miraba y ella todavía no entendía qué pasaba. 

 

 

—Toma. Es tuya. Ah, pero creo que debes ir a la caja primero para reclamar tu premio — explicó con una sonrisa coqueta sin entregarle aún la campanilla. 

 

 

El modelo de portada de revista  le invitó a acercarse al mostrador. Pero Clara seguía sin entender. El tipo guapo, pero desconocido, la llevó a empujoncitos hasta la caja registradora diciendo que era la ganadora del sorteo para luego regresar a su taburete que antes estaba vacío. 

 

La gente aplaudió. Hubieron vítores y fotografías. Más confeti, un ramo de flores, una caja de chocolates, un cupón de descuento en su próxima compra y… 

 

 

—Por supuesto un beso de nuestro modelo de la temporada — dijo la mujer mayor con gran emoción como si fuera ella la ganadora. 




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