Historias de San Valentín.

Ring for a Kiss. Parte 2

La cena. 

 

—Entonces tú, ¿la que siempre pasa navidad y San Valentín sola, tiene una cita? 

—Sí, pero ya te dije qué fue lo que pasó. El tipo salió de la nada y pues, bueno ya te dije — decía frustrada revolviendo todo en los cajones y el armario. 

Susana seguía comiendo del vaso. Tomó otra cucharada encopetada del sorbete (helado🍦) de café. 

—¿Qué estás haciendo? — inquirió con el ceño fruncido. 

—No encuentro mi vestido.

—¿Cuál? 

—El gris — decía dándole vuelta al fondo del cajón y luego pasó otra vez por el armario para después ver debajo de la cama en el cajón que guardaba ahí. 

—No me digas que vas a usar el único triste vestido gris que tienes. 

—No. Ese no. Y no es el único — se quejó tirando su cabello para atrás —. Mejor el otro. El beige. 

—¿Y qué no tienes otro? 

—Ese es el decente — alegó.

—Es viejo. 

—Es Calvin Klein.

—Y viejo.

—Es Calvin Klein.

—Lo compraste usado. 

—Estaba barato. 

—Por viejo. 

—Es clásico. Además tiene un toque de rojo. Tu dijiste que usara algo rojo. Aquí está. El otro debe seguir en la tintorería. Creo que todavía me queda — decía mirándose frente al espejo. 

—La última vez te quedaba muy flojo. Parecías…

—Si. Si. Un rectángulo. Pero ya aumente de nuevo. Y cuando subo de peso la ropa me queda mejor — decía con esperanzas. 

Se observaba con la prenda puesta encima. 

—¿Qué tal? Sí, verdad. Sólo me pongo los zapatos beige y ya. 

—Mujer más simple no podía existir — Se quejó Susana. Dejó el postre a un lado y se levantó de la cama para auxiliar a su amiga quién era obvio que necesitaba ayuda urgente del estilista de Cupido —. A ver, primero lo primero. ¿De verdad quieres ir a esa cena? 

La pregunta la tomó desprevenida. No lo había meditando del todo. Luego de salir de la tienda, seguía en modo zombie hasta que estuvo en casa y, fue ahí, cuando iba por la tercera porción de pizza, en que recordó que esa noche tenía una cita con el hombre más guapo que jamás hubiera visto. 

Una parte de ella estaba emocionada porque nunca ganaba nada, ni esas rifas vecinales o cosas del supermercado. Así que haber ganado un hombre como aquel y un beso suyo, en definitiva era un tremendo golpe del destino. Además, asistir a la cita significaba hacer algo diferente, algo estúpido y arriesgado. Algo con adrenalina. 

—Es que… ya está todo pagado. Sería de mala educación no aceptar — respondió dándole la espalda a Susana. Era más fácil mentirle sin mirarla —. Además, es al Tram-Tram 🚊. El mejor restaurante de la ciudad. Cuándo nosotras podremos pagar una cena ahí. O reservar siquiera. 

—Ay sí — admitió Susana con un suspiro —. Eres tan suertuda. Nunca ganas nada y hoy ganaste una cena en un restaurante VIP. Te envidio. Pero, aún no me has dicho lo más importante. 

Su tono de voz suspicaz le provocó un escalofrío en la espalda. La había acorralado. 

—¿En serio no te gustó nada el tipo? 

Suspiró aliviada. Ah, era eso. 

—Si. No era gran cosa. 

—Pero era guapo. 

—Sí — dijo en un tono no muy convencida. Tenía que hacer creer a Susana que su repentino entusiasmo por verse bien para la cita no tenía nada que ver con  el físico del caballero apuesto que le detenía el corazón —. Osea, no está mal. 

—Jm — dijo escrutandola con la mirada hasta que leyó en lo más profundo de su alma —. Bueno, te creo. Para tí todos son feos. Pero eso no significa que tú debas ir con cualquier trapo. 

—Oye, no ofendas a mis Calvin Klein. 

—Te prestaré uno de los míos. Y tengo uno en mente que hará que no te quite los ojos de encima — dijo con una mirada siniestra y una sonrisa malévola. 

—Me das miedo — admitió. 

—Que bueno. 

Cuatro horas después, Clara esperaba a que Susana le colocara la última capa de máscara de pestañas. Añadió el toque de brillo en sus labios para que no parecieran resecos. Retrocedió unos pasos para admirar su creación. 

—Soy la mejor — dijo orgullosa. 

—Siento que traigo persianas en los párpados. 

—No exageres. Solo son pestañas postizas. 

—Ojala y no se me caiga una en la sopa — dijo con intención de frotarse los ojos pero Susana se lo impidió. 

—Vas a arruinar mi obra de arte. 

El timbre sonó. 

—Ay Dios. Ya está aquí — dijo Clara abriendo los ojos. 

—Yo voy. Le abriré la puerta, lo haré pasar y tú bajarás las escaleras como te dije. 

—Me voy a caer. 

—Aish. Por qué tienes que ser tan pesimista. Se trata de ser sexi. 

—Ya me arrepentí. Ya no quiero ir. Además hoy van a dar maratón de crepúsculo. 

—Has visto esas cosas mil veces. Apúrate. Iré a abrirle. 

Corrió escaleras abajo ignorando las quejas de Clara. Suspiró resignada y fue a tomar el bolso y esa bufanda negra que combinaba con el vestido que podía convertirse en una fina chalina para colocar sobre sus hombros. 

—¡Clara! ¡Te buscan! 

Era su entrada. 

—Ok. Aquí voy. 

Se dió un último vistazo en el espejo. 

—Parezco concursante de 'Drag Queen'. 

Un golpe en su hombro desnudo la sobresaltó. 

—¡Ay! ¿Qué te pasa? Te dije que ya voy. Esta cosa se me viene para el frente — decía refiriéndose al flequillo que se convirtió en un tupé. 

—No es gran cosa. No está mal — decía Susana haciendo una voz chillona y poniéndole fijador —. Es guapísimo Clara. Es el hombre más hermoso e increíblemente guapo que he visto. ¡¿Cómo puedes decir que no es gran cosa?! ¡Si es gran cosa! 

—¡Sh! Cállate. Que todo se escucha allá abajo. Y ya no me pongas tanto de eso. Me quedará tieso el pelo por una semana. 

—Más te vale que hagas algo con ese hombre esta noche. 

—Cenaré con él, recuerdas. 

—No te hagas la ingenua. Sabes de qué hablo. No puedes dejar pasar una oportunidad como esta. 

—Sí mamá. Procuraré perder mi virginidad con un desconocido, contagiarme de sida o como mínimo volver embarazada. 




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