Historias de San Valentín.

¿Serías mi Valentín? Parte 2

Admirador secreto. 

 



 

A la semana siguiente, Luci se había vuelto el tema central de los cotilleos matutinos. Podía sentir las miradas del resto y los susurros a sus espaldas. 

—¿Qué estará pasando? — Se preguntó en voz alta. 

—Espero que no nos despidan — dijo Francis en un tono siniestro y burlón. 

Torció el gesto por el comentario. 

—No. Parece ser… otra cosa — logró decir al contemplar su zona de trabajo donde descansaba un enorme ramo de rosas rojas. 

—Vaya — comentó su amigo alzando las cejas. 

—¿Y esto? 

—¿Es usted Lucia Banks? — preguntó el repartidor. 

—Sí. 

—Firme aquí. 

Le entregó un sobre al final y se marchó. 

—¿De quién es? A ver — dijo Francis arrebatándole el sobre de las manos. 

Lucia insistía en que no debía leerlo pues era privado. Pero Francis parecía un niño de escuela molestándote por tu amigo secreto. 

—No seas bobo. Dame eso. Y vete. 

—¿No me dirás quien te lo envía? 

—No — sanjo poniendo el gran sobre rosa en su pecho y protegiéndolo con sus manos. 

—Ok. Me rindo. Pero si hay chocolates dame uno al menos. 

—Vete. Vete — insistió empujándolo. 

Meneó la cabeza sonriendo. Ese Francis era un niño. Ya podía imaginarse cómo había sido en la escuela. Deseosa de conocer quién era el remitente de su obsequio, abrió el sobre desesperada. 

La tarjeta era un enorme corazón dónde en el interior rezaba: ¿Quieres ser mi San Valentín? Firma: F. 

—¿F? 

El único nombre que conocía con esa letra llegó a su mente. La euforia la invadió en seguida. No podía creerlo. ¿En serio Francisco había hecho algo así? Su corazón palpitaba a mil. Quería bailar, cantar, saltar y gritarle al mundo su felicidad. Pero debía esperar pues al parecer él quería hacer todo aquello con un toque de misterio. 

—Te ves feliz — observó Francis mientras se encaminaba a la salida. 

—Lo soy — admitió aspirando el aroma de una rosa que se trajo consigo. El resto las dejo en el escritorio. 

—¿No vas a decirme quién es? 

—No — cantó divertida como una niña que guardaba el mejor secreto del mundo. 

Francis sonrió. Le alegraba que por primera vez su amigo compartiera su gozo. 

El resto de la semana, Lucia siguió recibiendo obsequios de su admirador secreto. El lunes dieron rosas. Catorce para ser exactas. El martes, chocolates. Una caja completa con todas las combinaciones posibles y no las compartió con nadie. El miércoles, era una cajita pequeña con un prendedor con la forma de su flor favorita, un tulipán rojo. Que por supuesto agregó a su vestido de inmediato sin dudar. Quería que todos lo vieran. 

El jueves, un ramillete de margaritas blancas en un florero pequeño acompañaba una nota que rezaba: "101.7  11:00 AM". Se quedó un momento tratando de descifrar el código pero todo lo que entendía es que algo pasaría a más once. 

—Lucita, ¿recibiste el correo con la solicitud? 

La voz de Francis la sobresaltó. 

—Ay. Qué, qué. Me asustaste. No hagas eso. Es de mala educación espiar así a la gente — le regaño buscando esconder la tarjetita. 

—Muñeca linda. Luci. Mi gordita. Te he estado escribiendo al chat y no me contestabas — dijo acercándose para desplegar la ventana del chat que anunciaba de forma intermitente los seis mensajes sin leer —. Ves. Pero por estar de enamorada se te olvidan los balances y solicitudes de estados. 

—Deja eso. Y no exageres. Ya te lo saco — dijo apartándolo escuchando una risita burlona a sus espaldas. 

—Y hoy qué te envio tu enamorado secreto — dijo tomando la tarjetita. 

—No toques eso. Y toma, ahí están las formas. Vete — dijo empujando aquella montaña sin resultados. 

—Hola guapa. 

Lucía sonrió inmediatamente con la presencia de Francisco mientras Francis ponía los ojos en blanco. 

—Hola — respondió tocando su cabello. 

—¿Ocupada? — preguntó seductoramente apoyándose en el escritorio de la chica estilo vintage. 

—No. 

—Ejem — hizo Francis a su lado —. ¿Y mis estados, Lucita? 

—Ah sí. Aquí están — dijo entregando todo apresuradamente con tal que se fuera. 

—Estos son de Enero. Te dije que los de Febrero. 

—Pero aún no se ha acabado el mes. No hemos hecho el corte — dijo sin entender la petición irrazonable de su amigo quien era obvio que solo molestaba. 

—Ay Luci. El amor te tiene más despistada de lo normal. Te pedí que por favor me sacarás la de Febrero del año pasado. 

—Ah — respondió nerviosa bajo la mirada de su amado y anhelado Francisco. 

—¿Estás enamorada? — inquirió el susodicho tocando con delicadeza una de las rosas del arreglo y mirándola con intensidad. 

Lucía sentía que todo le daba vueltas cuando esos ojos verdes la tenían bajo su poder. 

—Tiene un admirador secreto — soltó Francis. 

Lucia le fulminó con la mirada. 

—¿Ah sí? Y por qué será que no me sorprende — agregó Francisco. 

Lucia sonrió complacida mientras volvió a ver a su amigo quien seguía de pie al lado. 

—Ya te puedes ir. 

—¿Y mis documentos? 

—Te los envié al correo. 

—Los quiero en papel. 

—Imprimelos allá — zanjó. 

—Bien — dijo molesto girando sobre sus talones. 

Francisco se rió con malicia y volvió a dirigirse a la atolondrada Lucia. 

—Entonces, ¿ya no estás ocupada? 

—Soy toda tuya — dijo cayendo en cuenta con un segundo de retraso en sus palabras. 

—Así me gusta — respondió dedicándole un guiño —. Es la reunión de las dos. Vamos a revisar el presupuesto. Lo de siempre. Pero, quiero que tú te encargues de los detalles. Ya sabes cómo es Vanessa y… solo confío en tí. 

Lucia sintió que su pecho se llenaba de aire por aquel reconocimiento. 

—Ya está todo, solo sácame las copias de esto, quieres. Y ponlo en las carpetas. Ah, y podrías conseguir ese café… y las galletas esas… de ese lugar del nombre extraño. 




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