Historias de San Valentín.

¿Serías mi Valentín? Parte 3

La decisión. 

 


 

Esa noche Lucia no pudo conciliar el sueño. No dejaba de pensar en el casi beso con Francis y en las cosas que le dijo. Él siempre era amable y respetuoso pero nunca se imaginó que le tuviera tanta estima. Luego comenzó a reparar en sus extraños y drásticos cambios de humor. Quizá era medio bipolar aunque no recordaba haberlo visto así antes. No, debía haber una explicación. Pero, cuál. 

Una noche de sueños tan extraños como ir montada en un corcel blanco corriendo por la playa seguida de su amado y platónico amor, Cris Evans; hasta un beso apasionado con Francis. Ese había sido el sueño más raro de todos. 

Estaban en la oficina como siempre. Todo normal hasta que él le pidió que le ayudara a buscar algo en archivos. 

"Ay Dios" pensó cuando se vio a sí misma caminar por el pasillo solitario. Al parecer Francis ya esperaba dentro. Sentía sus manos sudar y su estómago contraerse. Se pondría enferma, lo sabía. Aunque si con eso podría liberarse de lo que sospechaba que estaba por venir, se pondría enferma una semana. 

Sin embargo, ya estando ahí todo se veía muy normal. Buscando por años, secciones y temas parecía que se iban los minutos hasta que… las manos de Francis, se colocaron dónde no debían. 

—Perdona, es algo estrecho aquí — dijo rozando su cuerpo entero contra el suyo al pasar a sus espaldas. Sentir como la sujetaba por las caderas la hizo temblar. 

—No te preocupes — dijo nerviosa. 

Luego era ella quien debía pasar detrás de él para alcanzar algo de los estantes. 

—Con permiso — dijo tocándolo de la cintura para poder pasar. No tenía idea que Francis tenía una espalda tan ancha y un trasero tan…

—Oye, cuidado ahí atrás con lo que tocas — dijo en son de broma. 

—Descuida, todo está en su sitio — dijo palmeando su trasero sin ser totalmente consciente de sus acciones. 

Miraba un archivo que no era más que gráficas de algo que no veía claro, cuando Francis se acercó. Se quedó frente a ella en el estrecho pasillo y se estiró para alcanzar algo sin dejar de mirarla. De nuevo, parecía acercarse a su rostro con intención de besarla así como esta tarde pero si subconsciente reaccionó de forma racional. Se movió dándole la espalda y metió la carpeta entre las demás. 

—Bueno, creo que ya… terminé — dijo sin estar segura de si él seguía ahí o no. 

—Que pena. Porque yo apenas comenzaba — susurró contra su cuello haciéndole cosquillas con la nariz en el cuello. Sus manos la sujetaron de la cintura y la pegaron a su cuerpo. 

—Francis…

—¿M? 

Había comenzado a besar su cuello y a succionar su piel luego de un suave pellizco. Temiendo quedar con marcas, giró para enfrentarlo y decirle que se detuviera, que ese no era el lugar… Esperen. ¿Acaso esa era la única razón para evitar que ocurriera algo más? ¿Quería decir eso que, de estar en otro sitio, habría dejado que él continuara? 

Tantos divages la distrajeron. Ni siquiera supo en qué momento, Francis ya le recorría el cuello a besos y la acariciaba por encima de la ropa. Y lo peor era que ella también lo disfrutaba. 

—Francis. Francis espera. Para. Aquí no — decía de forma no muy convincente hasta que despertó con el corazón acelerado. 

La piel sudorosa, la respiración agitada y la sensación de haber sido tocaba por aquellas fuertes manos la hicieron correr al espejo. Luego de cerciorarse de no tener marcas en el cuello o escote, logró quedar convencida de que todo había sido un sueño. Uno muy raro. 

Al día siguiente no tenía cara para mirar a Francis sin recordar el sueño de la noche anterior. Al menos el regalo de su amigo secreto le sacó cualquier incomodidad mental. Le había enviado un rico desayuno. Un croissant y café de su establecimiento favorito, los tres peces. ><O ><O ><O 

—M. Qué rico. Tengo tiempo de comer un croissant. Dame — dijo con la mano ya puesta en el pan. 

Pero la reacción de Lucia fue más rápida. Un manotazo de advertencia lo hizo soltar la comida. 

—Ay. ¿Qué te pasa? Me va a quedar morado — decía acariciando la zona ligeramente enrojecida.

—No puedo darte Francis. Lo siento. Son un obsequio. De mi Valentín. 

Alzó la tarjeta muy orgullosa y sonriente. Dejó que Francis hablara de lo dañino que era para la salud el no compartir y lo egoísta que se había vuelto solo porque ella tenía un admirador secreto. 

El resto del día se la pasó entre los papeles de siempre pero le añadió un toque nuevo a la rutina. Buscó esas viejas canciones que llevaba años sin escuchar. La música es poderosa, podía hacerte viajar en el tiempo y volverte más joven. 

Evadió sin vacilar con mil y un excusas a Francis cuando este le pidió que fueran a "Archivos" a buscar algo. Justo como en el sueño pero logró encontrar una copia digitalizada. Gracias al cielo. No tenía fuerzas para enfrentarse a una situación tan incómoda y sobre todo confusa. 

Francis reclamó el sábado por la mañana su pago. Un par de entradas para la feria que llevarían este año al centro comercial LOEL por motivo del día de San Valentín. Por suerte no eran muy caras. No pudo evitar preguntarse con quién tendría planes su amigo pues aseguró no tenerlos. Al cuestionarlo, Francis se limitó a sonreír. Fue una de esas sonrisas coquetas y con una chispa de picardía en sus ojos acompañada de un: Nunca se sabe, Lucita. 

Pero Lucia tenía algo más grande en mente. Algo que le aceleraba el corazón. La tarjeta que recibió ese día, declaraba expresamente que su decisión, marcaría lo siguiente en su vida. Un paso enorme y peligroso. 

¿Quieres ser mi Valentín? Sé que habrías preferido que hubiera hecho todo esto de frente, plantarme ahí frente a ti, con el ramo de rosas y decirte todo lo que siento pero… he de confesar que tenía miedo. Y aún lo tengo. 

Sin embargo, hay pocas cosas en la vida por las que vale la pena arriesgarse. Saltar y decir sí. Y una de ellas… es confesar lo que siento por tí.  




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