Historias de San Valentín.

La bruja de Hielo. Parte 1

❄️ Belia. ❄️

Se escabulló de la cama con cuidado para no despertarlo y caminó de puntillas hasta el baño. Aún era temprano. Se cepillaba los dientes y revisaba algunos puntos de su rostro como el entrecejo donde eventualmente aparecía una arruga indeseada. Pero esta vez no había señales de ella. 

—¿En serio estás cepillando tus dientes en este momento? — preguntó el hijo de los dioses, apoyado contra el marco de la puerta. 

—Aja — logró decir antes de escupir la pasta y volver a empezar. 

—Sí entiendes que la idea de dormir juntos implica amanecer juntos, ¿verdad? 

—No si eso implica mal aliento por la mañana — refutó. Enjuago su boca y volvió a llenar de pasta el cepillo. 

—Nena, es romántico — dijo colocándose detrás suyo y tomando su cintura para pegarla contra su musculatura—. ¿Lo sientes? Ésto es lo que debes sentir en las mañanas. 

Parecía orgulloso por su erección matutina. Belia puso los ojos en blanco. Su amigo intentó besarla mientras sus manos hacían algo más pero lo detuvo en el acto. 

—No te atrevas a acercarte más sin haberte cepillado los dientes primero — dijo con una mano alzada, creando una barrera invisible que era imposible de penetrar. 

Sacó un cepillo nuevo de un cajón y se lo entregó. El guapo aceptó con desgana. 

—Le quitas lo romántico a la vida mujer — decía mirándola mientras Belia sacaba ropa limpia de sus cajones. 

—Se llama ser aseado — refutó. 

Lo escuchó quejarse luego de escupir. 

—¡¿Al menos te gustó anoche?! — inquirió atendiendo asuntos personales en el baño. 

Belia miraba la falda tendida en la cama y las dos opciones de blusas cuando escuchó su pregunta. De nuevo, los ojos en blanco y menear la cabeza fueron sus respuestas inmediatas. 

—¡Sí!.... ¡Gracias! — dijo devolviendo al guardarropa la blusa descartada. 

—¿Y eso es todo? — reclamó el hombre que venía en su pantalón deportivo holgado que se sujetaba de sus caderas. 

—Sí — repitió sin ponerle atención a su tono de indignación. Entonces cayó en cuenta de ello así que trato de corregir aquello diciendo —:  Fue hermoso. Gracias. Me gustó. 

La expresión de confusión era más que obvia. El tipo parpadeó un par de veces tratando de asimilar sus palabras pero Belia no tenía tiempo para eso. Así que siguió ocupada en sacar todo lo que usaría. 

—¿Hermoso? ¿En serio has dicho hermoso? No creo que lo que hicimos anoche pueda describirse como hermoso. Quiero decir, tal vez tus pechos son hermosos o la forma en que te los tocaba era hermoso pero lo que te hacía con mi pene no era solamente hermoso — puntualizó indignado. 

Podía percibir sus ganas de llorar. En especial cuando se le quebró la voz al final. 

—¿Te quedas a desayunar? 

—¿Quieres que me quedé a desayunar? 

—Sí. Por qué no. 

—De acuerdo. Pero que quede claro que después del desayuno me llevaré mi orgullo y mis pantalones. 

—Ok. Como gustes — dijo pasando a su lado con sus cosas en dirección a la ducha. 

*** 

—¿Y? ¿Cómo estuvo? — preguntó Ángela al verla llegar. 

—Bien — respondió evasiva. 

—¿Solo bien? ¿No vas a darme detalles? 

—No. Eso se llama privacidad. 

—Pero soy tu amiga.

—Y eso es invasión de privacidad. 

—Lo hiciste de nuevo, verdad. 

—No — alegó enfurruñada mirando las carpetas. 

—Claro que sí. Ya te dije que eso no se hace. ¿Cómo puedes despertar preocupada por tu mal aliento en lugar de darle un buenos días rico a ese papasito con el que te fuiste anoche o esperar a que él te lo diera? ¡¿Eh?! 

—No tiene nada de malo preocuparme por mi higiene bucal. 

—Señor, dame fuerzas — dijo de forma dramática. 

—Buenos días guapas. El café. Y, ey, qué pasó. ¿Cómo te fue anoche? 

—¿Por qué todos quieren saber de mi vida íntima? ¿Sabían que lo íntimo significa personal? 

—Sí pero con tus amigos no existe ese término. Y es más flexible. Pero bueno, ajá, cuenta. 

Los ojos de Ángela y Jaime no dejaban de escrutarla hasta que Belia les dió más detalles. 

—Solo a tí se te ocurre decirle eso a un hombre — habló su amigo bebiendo de su café con decepción en el rostro. Fue a sentarse en su cubículo que estaba a dos espacios del suyo y volvió a negar con la cabeza —. ¿Sabes lo que le has hecho a la autoestima de ese hombre? ¿Sabes lo que le costará volver a quedar con alguien y lo traumatizado que ha quedado? 

—¿Y qué va a hacer? ¿Amanecer con una mujer diferente cada día, como Batman que sufre con sus millones? Ja. Es absurdo. 

—Y por eso sigues soltera — dijo Ángela pinchando la llaga mientras tecleaba en su computadora. 

—No tiene nada de malo ser soltera ni preocuparme por mi aseo personal.  Y tampoco tiene nada de malo pedir un poco de higiene por parte de la otra persona — aclaró enfadada —. Así que les pido de favor que ya no me digan más ni pregunten. 

El silencio solo era interrumpido por las teclas y el sonido de los CPU encendidos. 

—Yo creo que en el fondo te da miedo — habló Jaime ignorando su petición —. No te gusta ser vulnerable ni que nadie vea esa parte de tí. Pero un día Belia, un día encontrarás a ese señor perfecto que despierta con aliento fresco sabor mentol por la mañana — se burló. 

Ángela comenzó a reír y Belia no pudo evitar sonreír. 

—Y ahora qué, ¿eres el Gurú del amor? — contraatacó Belia. 

—Algo así — dijo mirando de forma extraña a Ángela. 

Al llegar a casa por la tarde, notó un camión de mudanzas en la casa de al lado. 

—Adiós tranquilidad — musitó estacionando el automóvil en su lugar. 




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