Historias de Terror

Noche eterna.

Pasaba por la calle, iba de noche.

Era mi rutina, al salir del trabajo y llegar a mi pequeño departamento a terminar el trabajo y dormir.

Dos días antes tenía la sensación de qué algo me veía, me seguía hasta la puerta del edificio.

Pasé desapercibido su primera llamada. ¿Cómo me dí cuenta de que era una llamada? 

Fácil, me llamó. Mejor dicho, gritó mi nombre. Su voz era grave casi gutural, no la olvidaré.

Hoy antes de salir de la oficina, ví una sombra. Era como si me esperara al salir.

Corrí lo más que pude pero huyó de mí.

Se que no estoy loco pero ya no puedo hacer nada contra sus llamados, día y noche los escucho.

— Serás uno de los nuestros, está en tu sangre. No eres humano — fue lo que me dijo antes de que apagará la luz de mi habitación.

Narrador omnisciente.

Salió de su cuarto y lo observó.

— Nunca estás cómodo aquí... Tarde en encontrarte. — su voz grave y fría contrataban con su rostro, era cálido.

— ¿Qué quieres? — preguntó, su corazón latía fuerte, su piel era pálida. Aún así la curiosidad era más fuerte que su razón.

— Dejá que te consuma, eres de los nuestros.

— ¿Quién soy...?

— Disculpa hijo si te abandoné pero era necesario. — se levantó del sillón.

— Vaya... — sonrió cínico.

— Mañana serás de los nuestros. — se fue de ahí, dejándo un olor a putrefacción y muerte.

Narrador en primera persona.

Entre a mi cuarto, sentí la necesidad de ver la luna y entendí.

Ahora todo estába claro.

Yo no pertenecía a esté mundo.

La noche se veía eterna, mire mis manos y ví como poco a poco se volvían pálidas y más delgadas.

Sonreí.

Fuí al espejo del baño y ví mi rostro, los ojos café que tenía ahora eran negros completamente negros.

Me dolía la espalda, y pude ver cómo me salían alas, unas hermosas alas negras.

Dolía, pero aguanté hasta el final. Eran grandes, estaban manchadas de sangre, de mi sangre pero aún así las ame.

La ropa me estorbaba, necesitaba algo más cómodo para mi nuevo cuerpo.

Por un momento pensé que estaba muerto, no. Oía el latir de mi corazón.

Rebusque en mi armario y encontré unos pantalones negros y unas botas.

Seguí buscando hasta que encontré una vieja gabardina, le hice unos cortes para que entraran mis nuevas alas.

Salí del departamento y ví como un par de amigos venían llegando de la fiesta.

Al verme, ví y olí su miedo, el terror que causé me reconfortó.

Por un momento ví, una especie de aura blanca.

Sonreí.

Algo, un instinto, me empujó a tomarla y así lo hice.

Era su alma, le quite la vida. Vi cómo el brillo de sus ojos se apagaba, es una sensación placentera.

Su acompañante, estaba hecho un ovillo. Quise arrancar su alma, no pude, el aura era azul, entendí que sólo podía llevarme a los de aura blanca, seguí mi búsqueda esa noche.

— Tú... — me bloqueó el pasó.

— ¿Qué quieres...? — pregunté.

— Una regla más, vuelve antes del amanecer. — Me señaló el cielo — Tú trabajo ahora es recolectar almas de noche, de noche serás la muerte y de día sigue con tu vida, la eternidad te aguarda. — desapareció.

Hice caso y me regresé a mi departamento. Eran las 7:09 am, me ví al espejo y mis ojos eran los mismos.

Las alas no estaban, el tono de mí piel era el mismo.

Pasé por el lugar dónde había arrebatado la vida de un hombre y la policía y el servicio forense recogían el cadáver, el otro chico me vió y se aterro.

— Es él, ese monstruo mató a mí amigo — gritó.

La gente y los de ahí me vieron y no dijeron nada. Seguí mi camino hasta el trabajo, un día normal pero cuándo llegué a mi hogar había una nota:

Tú trabajo es de 8:30 PM a 6:00 AM.

No pude evitar sonreír.

Me cambié y ví la puerta y espere a que diera la hora, la hora de salir a mí nuevo trabajo.

Salí de mi departamento y empecé mi recolección.

Ahora qué sabés mi trabajo, prepararte para el día qué te encuentre.

Por favor no me temas, sólo hago mi trabajo y mi trabajo es llevarme almas.




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