Historias de Terror

31 Octubre

Parte 2

— ¿Las matarán? — pregunté, la duda de ver a ellas llorando en el piso, me causo una alegría.

Nunca en mi vida había sentido esa alegría de ver a un ser humano así, la ironía de mi vida, estudiaba medicina, mi deber era salvar vidas y yo estaba ahí viendo como morían.

— No, ellos no tienen esa orden... A menos que tú lo pidas. — Habló una lengua extraña, al parecer era latín.

Pararon de atormentar a mis compañeras.

— No morirán pero comerán su alma poco a poco, no se cuánto tiempo puedan resistir. Ellos son unos de los miles de demonios que pueden comer tu alma — me explicó.

— ¿Ellos pueden devorar la mía? — pregunté, sabía la respuesta. Solo quería que la confirmar mis sospechas.

— Tú no tienes alma.

— Llévame.

— Vamos — Trono los dedos y ya no estaba en mí casa.

— ¿Qué quieres saber? — me preguntó.

— ¿Qué soy...? — pregunté.

— Un demonio, eso eres. Tú destino es atormentar almas y cuando las veas desfallecer, casi a punto de morir las tomas y las traes a su infinito tormento, conmigo.

— Soy médico sabés... Aún así me gusta la idea de matar gente por placer.

Sonrió. — Ahora que sabés que eres, ¿Quieres seguir con tu vida normal?

— Sí, terminaré mi universidad y atormentare almas en mi mundo, seré alguien digno de ser tú hija. Morirán en vida, les haré llorar, suplicaran por su muerte y no se las daré.

— Esa es mi hija, ahora debes irte. — En un parpadeo estába en la sala, mis compañeras estaban hechas un ovillo.

“Feliz cumpleaños número 22.

Cuando necesites hablar, ve a la luna y sólo dí mi nombre, qué uno de los demonios atenderá tu llamado e irán por mí para estar ahí.

Estaré en la oscuridad, cuando sientas miedo sólo dí mi nombre y te abrazare.

Disfruta tu regalo de cumpleaños

Te ama tú padre, Alastor.”

Una especie de animal me jalaba el pantalón, sonreí era como Cerberus, el perro de tres cabezas.

Tenía una nota en el collar.

“Es hijo de Cerberus, sé que nunca tuviste un perro. Esperó que sea de tu agrado.

Come tres veces al día, carne cruda, puede ser de res o pollo pero prefiere la carne humana”

Sonreí y lo abracé, movió su cola en señal de aceptación.

Mis compañeros se despertaron con pesar, yo subí al perro a mi cuarto.

— ¿Qué pasó? — preguntó Clara.

— Se quedaron dormidas a la mitad de la sesión. — respondí, las vi a los ojos y me dí cuenta que los demonios estaban dentro de ellas.

— Está bien... Creó qué no iré a la universidad, me duele la cabeza... — dijo Marce.

— Descansen, iré a la universidad. — salí de la casa y me fui a la universidad, los días pasaron y mis compañeras retomaban su vida, unos días mejor otros días peor, casi al punto de la muerte pero eso todavía no pasaba.

Acabo otro semestre, el último de mí carrera, iba para la casa de mis padres.

Era diciembre, mi madre estába preparando la cena.

Entre y vi a Samuel, me saludó como siempre, aunque esta vez vió mí perro, Anubis.

— ¿Desde cuándo tienes perro? — preguntó extrañado.

— Me lo regalaron en mi cumpleaños. — respondí, estába dentro de su casita de transporte.

Mis compañeras nunca supieron de él, lo escondía tan bien.

— Está bien. — me sonrió y entre a la cocina.

— Mamá. Estaré en mi cuarto, bajaré cuando sea la hora de cenar. — Le dije y me desaparecí a mi cuarto.

La familia empezó a llegar, mis tíos, mis primos. Si quiera una sorpresa debía ser en grande.

Pasaron las horas y estaba revisando mis redes sociales, mis compañeras se les veía con buena salud, pero en sus ojos una maldad se apoderaba de ellas.

— Ana — Gritó mi mamá.

— Voy — Contesté, me levanté y corrí a la mesa.

— Daremos gracias por estar reunidos está navidad, unidos como familia. — Mi mamá habló, yo sonríe.

— Sí, cómo familia... Pero falta mi papá. — contesté.

Todos estaban atónitos ante mi respuesta.

Salí y vi la Luna. — Alastor... — mencioné.

— En un momento vine su padre, señorita. — apareció un demonio distinto, este era de mi tamaño y su piel era cómo el carbón, sus ojos azules con especies de alas, tenía garras en vez de manos. Su aliento era como la carne podrida.

Dí las gracias y esperé a que llegará.

Gritaron a dentro, me giré y vi a Anubis. — Anubis... — grité.




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