Historias de terror

Él

Los primeros rayos del sol alcanzaron a Él cuando se inclinó en un estanque de agua casi clara, para dar un gran sorbo. No tenía sed, pero sabía que más tarde quizá no tuviera tiempo de beber. No es que Él hubiese pensando precisamente en esa palabra, porque Él no tenía un lenguaje como nosotros lo entendemos. Lo de Él eran más emociones, sensaciones, contacto mental…, pero para relatar algo de la historia de Él lo haré en un lenguaje que todos comprendamos, ¿entendido?

Primero que nada, diré que la historia de Él es una historia muy larga, mil páginas no serían suficientes para escribir una centésima parte de esa historia, y lo que a continuación relataré, en unas pocas páginas, es un burdo intento mío por contar a grandes rasgos algo de la historia de este enigmático (y mal llamado monstruo) personaje.

Bien.

Él sorbió el agua del estanque y la saboreó con placer. Luego dio otro sorbo. Cada uno lo suficientemente grande como para llenar un barril. Un último sorbo y se puso de pie, todavía saboreando el agua con placer. Era uno de los pocos placeres que se podía permitir en los últimos tiempos. Además de que era un placer que empezó a permitirse no hacía mucho. Ya que Él no siempre había podido beber. Según su memoria, hacía unos mil años que le empezó a salir boca, y no fue hasta que transcurrió la mitad de ese tiempo que fue capaz de beber algo. Ni que decir de la comida. Comparado con los humanos, Él era como un bebé al que apenas le empiezan a salir dientes; no podía comer cualquier cosa, aún.

Porque hay que decir una cosa de Él, sólo una cosa, y es que Él era muy, pero muy viejo, tanto que ya ni se acordaba; no tanto por su mala memoria y el tiempo transcurrido, sino porque en el principio apenas si tenía conciencia de su existencia. Porque la vida de Él se remontaba a muchos miles de años humanos atrás. Es mucho tiempo, ¿a que sí?

Él tragó los últimos restos de agua y empezó a caminar, procuraba mantenerse entre los árboles, silencioso. Esa vez fue una de las pocas ocasiones que agradeció ser tan pequeño. Durante mucho tiempo había soñado con crecer, crecer, hasta alcanzar las nubes, pero ahora le satisfacía que ese deseo no se hubiera realizado. Si no, ¿cómo se mantendría oculto en aquellos árboles ralos, salpicados de charcas y arroyuelos de agua parda? Porque hay que decir, que pese a su edad, Él parcamente mediría diez metros de altura y uno de grosor en su parte más gruesa, que era la cintura, donde sus piernas nudosas salían disparadas hacia el suelo.

El sol ya se había separado un buen trecho del horizonte cuando él supo que estaba muy cerca de su destino. Eso era incuestionable, las marcas de los humanos eran notorias por doquier. Él sintió la cólera bullir en su interior. Había un árbol por allí cerca, al que habían dejado tullido al quitarle una de sus ramas más gruesas y hermosas. Él tanteó al árbol, no lo conocía de antes, pero el árbol supo que quien se comunicaba con él no era otro que Él, el único de su especie que podía caminar. El árbol le contó a Él lo despiadado de los humanos, le mostró en imágenes cómo le cortaron un brazo con una cosa que hacía mucho ruido y que tenía unos dientes filosos que cortaban más rápido que las polillas. ¡Y cómo se reían los malditos mientras lo amputaban!

Él le prometió venganza. Pero sabía que era una promesa vacua. Lucharía, haría todo lo posible por vencer, pero él sólo era uno, y ellos…, bueno, numerosos como hormigas. Pero ya estaba harto de huir. Era hora de plantar cara y vencer o morir, pero peleando en aquella tierra que amaba.

Él, desde que tenía conciencia se había dedicado a huir. Quizá fue esa misma imperiosa necesidad de huir lo que había hecho que su tronco se separara en dos, que pudiera sacar sus raíces de la tierra y pudiera correr, lejos de aquel fuego que abrazaba a sus amigos y parientes, que aterrados por el fuego que se acercaba implacable aún tuvieron tiempo de extasiarse al ver que uno de los suyos podía caminar. Muchos gritaron pidiendo su ayuda, otros dijeron que les enseñara cómo dejar la tierra para echarse a correr también, pero Él solo pensaba en correr, en huir de aquel fuego exterminador, de aquel fuego que, como todo, también había sido obra de los humanos.

Había huido, superó el dolor de ver arder a todos sus conocidos y se asentó en otro sitio. Enterró sus raíces y se quedó allí mucho tiempo. De vez en cuando, en los días que todo florecía de preferencia, sacaba sus raíces de la tierra y recorría su nuevo hogar. Pero allí también llegaron los humanos. Llegaron en números incontables, y se mataban entre ellos, y cortaban árboles para seguirse matando, prendían fuego a los árboles, con la intención de prenderse fuego o hacerse correr entre ellos. Todo era sangre, fuego, muerte y dolor. A él intentaron talarlo en una ocasión, le hicieron una muesca en el tronco y el dolor lo recorrió como una exhalación. El dolor hizo que se agitara, de algún lado le salió un gemido y extrajo sus raíces de la tierra. Los humanos se echaron a correr, asustados, Él lo disfrutó un momento, luego se había echado a correr antes que regresaran.

Pero no fue la única guerra en la que Él estuvo. Vio a los humanos matarse entre ellos incontables veces. En una ocasión un general colgó su hamaca de una de sus ramas. Otra vez sirvió para ahorcar a los cautivos. Aunque las más de las veces sólo era un mero observador. En una ocasión estuvo en el patio de una casita de unos campesinos. Fueron años felices. Había una niñita que jugaba a su sombra todos los días. Su alegría era la alegría de Él. Pero un día llegaron unos bandidos y mataron a los padres y animales de granja. La niñita, que ya no estaba tan pequeña, se había ocultado entre sus ramas. Pero la descubrieron, la hicieron bajar y le quitaron la ropa e iban a forzarla sexualmente (porque tras incontables años de vida tanto en el bosque como entre humanos Él ya sabía qué era aquello), entonces Él se movió, sacó sus raíces de la tierra y los bandidos se echaron a correr. La niñita también se echó a correr, gritando que un monstruo quería hacerle daño. Fue la última vez que él intentó ayudar a un humano y la última vez que vivió entre humanos.




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