Pero todo indicaba que sus padres no lo encontrarían allí y él tendría que caminar.
Apretó los puños, respiró con fuerza, y decidido comenzó a caminar. Avanzaba con la vista fija en el suelo, el monte de los lados ni siquiera se atrevía a mirarlos. Oía ruidos a los lados, al frente, atrás, pero se repetía que estaba en la aldea y que no eran más que los animales de corral de los que todas las familias tenían al menos un ejemplar. A cada tanto una lucecilla le flanqueaba, a su mente se le antojaba el farol del padre buscando a la hija antes de que la criatura del bosque se le echara encima y le arrancara el rostro a mordidas, pero se repetía que sólo era la luz de las casas frente a las cuales pasaba, sin embargo la mitad del tiempo se mantenía encogido y tenso, esperando que la fiera le asaltara.
Cuando por fin levantó la vista, descubrió con asombro que ya sólo se encontraba a una manzana de su casa. Había seguido la calle principal de la aldeíta hasta detenerse frente a la boca del callejón que conducía al hogar. Levantó la vista esperanzado.
Entonces los vio, y su corazón se horrorizó hasta límites indecibles. No los vio en el sentido estricto de la palabra, sólo sus sombras, más negras que todo lo demás, amplias y altas, sobrecogedoras. Al lado izquierdo, un tamarindo de grandes dimensiones, que ya era grande cuando la aldea se fundó; y en el lado derecho, un poco más adelante, pero no tanto ya que sus sombras se unían y formaban una sola, un amate de iguales proporciones que el primero, igual de sombrío y sobrecogedor. Sam sabía que esos árboles eran de los predilectos para los monstruos, además de que ya con anterioridad había oído a vecinos y familiares comentar que allí, a la media noche, se podía oír risas burlonas, voces y llantos estridentes.
De alguna forma sus piernas se volvieron de gelatina y tuvo que hacer un sobrehumano esfuerzo para no caer. Era lo que se sacaba por salir sin permiso de sus padres. Pero con la misma se llenó de convicción. Un último esfuerzo y llegaría. Sería castigado sí, pero ningún castigo era comparable al miedo que sentía en aquellos momentos. Así que, apretó los puños, aspiró hondo y se echó a correr callejón oscuro adentro. Sólo era una manzana, treinta segundos y estaría en casa a salvo. Treinta segundos no eran nada.
Corrió como los rayos, imaginando que en ello se jugaba la vida. Llegó bajo la sombra del tamarindo, allí el camino era apenas perceptible y concentró toda su atención en este. Aun así, algo no debió ver, ese algo se le enredó en los pies y el suelo fue a su encuentro a una velocidad de vértigo, la sangre y la tierra se le entremezclaron en la boca y le ardió el pecho y los brazos al arrastrarse un buen tramo. Estaba aterrado, un monstruo lo había derribado. Sin embargo, la película no había caído en saco roto. Había visto que los actores se quedaban esperando como pasmados a que el monstruo fuera por ellos. Pero él no les daría esa oportunidad. Se puso de pie casi al instante y siguió corriendo. El tamarindo, burlado, lo miraba desde atrás. Casi imaginó al monstruo persiguiéndole, y trató de imprimir más velocidad a su carrera.
El amate le esperaba adelante. Sam corrió en vertical, tratando de alejarse del tronco de aquel árbol de mal agüero. Pero chocó contra algo, sintió espinas que se clavaban en su carne y gritó de dolor. La misma fuerza del choque lo hizo rebotar y caer dando vueltas. Pero no se iba quedar allí como pasmado esperando que el monstruo del tamarindo y del amate lo atraparan. Hizo un último esfuerzo y se levantó con la misma celeridad con la que había caído. Siguió corriendo. Al instante siguiente estaba en su casa.
Al instante siguiente papá y mamá se turnaban para darle con el cincho. Sam lloró, pero de felicidad. ¡Se había salvado!
Cumplió su promesa y jamás se volvió a escapar para ver una película en el pequeño cine de la localidad. Con el tiempo llegó la energía eléctrica al pequeño poblado y desaparecieron los sitios oscuros. Pero por aquellos árboles jamás pasó de noche, al menos no solo. Y de los monstruos del tamarindo y del amate, jamás supo si fueron reales o sólo productos de su mente aterrorizada.
---FIN---
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brujas monstruos y demonios, fantasmas y maldiciones, zombis humanos y animales
Editado: 26.05.2022