Historias de terror

Risas en medio de la noche (III)

Denia siguió en su papel de madre durante los siguientes meses. Ryan siguió en el papel de hijo. Y Román, bueno, Román era el hombre más feliz del mundo. Su hijo recuperado, una esposa joven y hermosa que era todo encanto. Nada podía ir mejor en aquella familia. ¿O sí?

Hasta que Denia quedó embarazada. Denia lloró de felicidad, Román lloró de felicidad. Ryan no entendía a qué venía tanto alboroto. Lo que sí notó fue que Deni pasaba cada vez más tiempo sobándose la barriga, hacía más visitas al doctor, cuando iba de compras no siempre se acordaba de comprarle algo, y lo que compraba era tan pequeño que Ryan no entendía para qué servía.

Empezaron a llegar visitas, todos felicitaban a Deni e insistían en acariciar esa barriga que cada vez era más abultada. Hasta que cierto día, viendo un programa que se suponía no debía ver, dio con la respuesta. Corrió a buscar a Deni.

―¿Mamá? ―dijo―. ¿Estás esperando un hijo?

Deni le sonrió con indulgencia y le acarició la mejilla.

―Así es mi amor, voy a tener un bebé.

Para Ryan el mundo se tornó negro de golpe. ¡Un bebé! Eso significaba que habría un cuarto integrante en la familia. O quizá tres. Quizá él ya no contaría para esa familia. Sí, él ya no contaba. Ni siquiera había nacido ese otro niño y ya le prestaban más atención que a él. Se le hizo un nudo en la garganta, sólo quería llorar y arrebujarse en su cama.

―Entonces, ¿ya no serás mi mamá? ―preguntó con temor.

―Tú siempre serás mí hijo ―fue la respuesta de Deni―. Sólo que ahora seremos tres. Tú, el bebé y yo. Cuatro con tú papá, pero para estas cosas él no cuenta ―lo último lo susurró como un secreto―. Ya tendrás con quien jugar ―continuó, entusiasmada―. ¿A que te encanta la idea?

―Sí. Creo que sí. ―No sabía que significado darle a lo que había dicho Deni.

Pero lo cierto es que Deni le mintió. No eran tres, sino sólo dos: Ella y su abultada barriga. Ya no le cocinaba rico como otras veces, no siempre lo llevaba a la escuela, teniendo que irse con la vecina. Los fines de semanas, tan amenos en el pasado, se convirtieron en esto último, en pasado. Muy pronto, el mundo de Deni giraba sólo en torno a su barriga. Una barriga que Ryan empezaba a odiar con todas sus fuerzas.

*****

Denia dio a luz un año después de la última aparición de Margarita. Ella y Román estaban en el hospital, felices por el bebé que había nacido. De modo que no escucharon, ni imaginaron, que Margarita había vuelto a emerger en el patio trasero, para consolar a su sollozante pequeño. Tampoco sabían que estaba furiosa con aquella madre postiza que se había atrevido a abandonar a su querido hijo.

Denia regresó a casa dos días después. Ryan corrió a su encuentro, ansioso por ver a su hermanito, por jugar con él y con Deni. Tenía la esperanza que una vez desaparecida la barriga, se iba a proceder tal como Deni había prometido: ella, el bebé y él. Pero Deni sólo le sonrió, su padre le dijo que no la molestara y que se fuera a hacer sus tareas. Ryan se fue, no a hacer tareas, a llorar a su cuarto.

Denia despertó sobresaltada y zarandeó a su marido hasta conseguir espabilarlo.

―¿Qué ocurre? ―dijo él, somnoliento―. ¿Es por el bebé?

―No ―respondió Denia, con el corazón encogido―. Escucha, creo que ha vuelto.

Y se echó a llorar. Román escuchó. También sintió miedo. Esa noche no eran risas. Esa noche era llanto y sollozos quedos. Estaban llorando. Afuera lloraban su difunta esposa y su pequeño Ryan. El bebé en la cuna de al lado también empezó a llorar.

―¿Por qué volvió? ―gritó una histérica Denia a la mañana siguiente―. Se supone que ya se había ido.

―N-n-no lo sé ―tartamudeó Román. Nunca había visto a Denia tan desencajada―. Voy a preguntárselo a Ryan. Él debe tener una respuesta lógica.

―¿Lógica? ―Denia estaba fuera de sí― ¿Existe acaso lógica en esto? ¿Es que es lógico que una mujer salga del infierno para venir a ver a su hijo?

―Margarita era una buena mujer ―dijo Román―. No creo que esté allí donde tú dices.

―¿Quién más la iba a dejar venir? Además, Max (así nombró al bebé) estuvo inconsolable anoche. La presencia de esa mujer le está afectando. No quiero que siga regresando.

―¿Y qué quieres que yo haga? Es un fantasma.

―Pues tendremos que razonar con ella ―decidió Denia.

Román se mesó los cabellos.

―Mejor descarta esa idea. La última vez caíste desmayada cuando ella te tocó. Pero creo que fue porque ella así lo quiso. Si quisiera, creo que podría matar. A ti, a mí, o a quien sea.

―Entonces tendremos que echarla. Un exorcismo o lo que sea. O mudarnos. Algo se debe poder hacer.

―No lo sé. No se me ocurre nada.

*****

Ryan escuchó la discusión de su padre con Deni desde su habitación. Todo le quedó claro en ese momento. Deni no quería a su madre, su padre no la quería. La consideraban un peligro. Querían deshacerse de ella. Pero Ryan necesitaba a su madre, era ella su consuelo, su alegría, era la única  no lo había abandonado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.