Historias de Terror (zombies)

RELATO N° 02: HOSPITAL

     A medianoche, la simple gripe fue empeorando y Tina casi no podía respirar, porque estornudaba a cada minuto. Y entonces: Sangre. En su pañuelo, unas gotas rojas se tatuaron.

     Decidieron llevarla al hospital y luego de unos exámenes, no se encontró más de lo esperado: rinovirus (RV) del tipo B, un virus de influenza que produce la gripe común. Dispusieron igual, en mantenerla bajo observación por esa noche, debido a que el sangrado por una gripe, es poco usual.

     La mañana llegó y con ella, el caos. Casos similares al de Tina se registraban por decenas. Sus padres llegaron a primera hora de la mañana y entraron a su habitación al primer minuto permitido por la hora de visita.

_ Mamá, ¿Qué sucede? –preguntó la joven, extrañada, porque sus padres llevaban cubrebocas y fuera se oía un gran alboroto.

_ Hija, algo desconocido está ocurriendo –la madre no podía elegir sus palabras lo suficientemente rápido, como para obtener una oración coherente.

_ ¡Qué cosa! –la interrogante sonó más a reclamo, debido a que sus alertas habían sido disparadas. El bullicio afuera incrementaba.

_ No lo sabemos, hija –se adelantó el padre–. Hablan de alguna bacteria o un virus, que pudo afectar al otro lado del mundo y muchos que regresaron de allá lo trajeron consigo a la ciudad y más probable, al país y países de todo América.

_ ¿Y yo? ¿Mis resultados? ¿Qué pasará conmigo?

_ ¡Mi madre! –gritó la señora Areal, de forma intempestiva. Sí, la familia es muy creativa con los nombres. El origen de este, está basado en la modificación del nombre del personaje principal de la obra de Hans Christian Andersen: Den Lille Havfrue (en danés), mundialmente conocido como: “La Sirenita”.

     Tomó las llaves y bajó corriendo, en busca de una anciana, que ya había perdido el sentido… y la vida.

     De camino a casa Areal recibió una llamada.

_ Dime –fue su única respuesta, al coger el móvil. Iba a más de ochenta, en un tramo que solo aceptaba cincuenta.

_ Cariño, saliste volando… –era el padre de Tina.

_ Voy a ver cómo está mi madre ¡Nosotros hemos estados expuestos a esto! Si nuestra hija está mal… –Areal no pudo continuar hablando, no quería suponer cosas de las que podía arrepentirse, y cortó.

     Presionó el botón del interfono. Nadie respondía. No hubiese sido raro si solo la abuela viviera allí, pero tenía compañía esa mañana.

     Rodeó la casa y encontró una ventana abierta, era imposible entrar por ella, pues estaba enrejada. Así que gritó a viva voz: “¡Madre!”, “¡Hermana!”. No obtuvo respuesta. “¡Piero!”, intentó con su sobrino, pero ninguno contestaba.

     Se aventuraba en volver a llamarlos, cuando vio que algo se movió entre las sombras del interior. La poca iluminación dejaba ver una silueta encorvada. Era la abuela, es lo más probable. Areal llamó otra vez y, sin previo aviso, la anciana empezó a correr hacia la ventana.

     Mientras más cerca se encontraba, mejor podía apreciársele el rostro y este iba bañado en sangre, de la mitad inferior. Cuando estuvo a tan solo unos metros del marco, tropezó con su andador y cayó.

     Un par de dientes salieron volando. La madre de Tina no sabría decir si fueron los postizos o los pocos reales que le quedaban a la abuela, debido a que la caía fue estrepitosa.

     Retrocedió y fue a buscar ayuda. Al parecer, no había ningún vecino despierto o todos se habían ido, buscando un lugar seguro, huyendo de lo que sea esto. Subió el coche y aceleró a tope. De regreso al hospital.

     Volvería con su esposo. Buscaría ayuda. Todo es intrigante y ella no sabe qué hacer. Se siente desbordada.

     En un cruce con la pista principal, se saltó una luz roja, como todos en ese momento. Lástima que tuvo el infortunio de ser estrellada por un volquete, dejando su auto reducido a chatarra.



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En el texto hay: historias cortas, terror, suspence

Editado: 28.08.2020

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