Prólogo.
Arturo estaba sentado en la banqueta, tenía la mirada perdida en algún punto indeterminado, ya que su atención estaba adentro de su cabeza, tenía un cigarrillo en la boca, el último que le quedaba, ahí habían ido a parar sus últimos $5.
I.
El intenso calor que sufría la ciudad de Villas ocasionaba vistas como la de aquel día, las calles desoladas, nadie salía de casa a menos que fuera necesario. Todos preferían quedarse en casa, con ropas holgadas, cómodas o sin ropa alguna, arriesgándose a quedar pegados donde hubieran tenido la grandiosa idea de sentarse o recostarse. Desde luego los animales sufrían por igual y buscaban refugio bajo los autos, o bajo los árboles, siempre intentando conseguir el lugar más fresco para pasar el día. Ante toda esta situación nos encontramos con una cafetería, dentro de la cual dos personas reían sin parar, sin parecer sufrir por el intenso clima.
A pesar de intentar caminar lo más posible, el calor que seguía golpeando la ciudad obligó a ambos a tomar un taxi hasta su casa, que se ubicaba en las afueras de las ciudad, un lugar más tranquilo, lejos del bullicio típico y donde aún podían disfrutar algunos placeres que pocas personas podían darse, ya que todavía podían escuchar pájaros, de vez en cuando veían ardillas y por las noches podían disfrutar de un hermoso cielo estrellado. A pesar de esto su casa era modesta, después de todo era lo que podían pagar sin tener que sufrir para llegar a final de mes, la señora que se las rentaba era viuda y disfrutaba la compañía de los muchachos, ya que era su vecina. Francisca, como se llamaba jamás había tenido unos inquilinos tan buenos, pagaban a tiempo, eran muy atentos y muy tranquilos, “ojalá mis hijos hubiera salido como ustedes muchachos” solía decirles cuando los encontraba de noche sentados viendo las estrellas.
Al llegar a casa ambos se pusieron ropas más cómodas y frescas:
Como era costumbre abrieron Netflix, buscaron la serie a la que estaban enganchados y la pusieron. Abigail solía moverse más de 10 veces de lugar durante la duración de un episodio normal mientras que Arturo sería feliz si pudiera mover con su mente las botanas hacia su boca.
Pasados tres episodios y, como también era costumbre, ambos estaban perdidamente dormidos.
II.
Abigail desde niña había soñado con ser bailarina, tomaba clases y tenía 3 años en una compañía de baile, era la más experimentada de sus compañeras y su maestra la tenía en gran estima, después de todo era la alumna más aventajada y pensaba en ella para dirigir la escuela anexa que tanto tiempo tenía planeando abrir. Abi, como le decían de cariño, amaba su trabajo, hacía lo que más le gustaba. Iba diariamente a ensayos y los fines de semana se realizaban las presentaciones de la compañía, excepto cuando salían fuera, hacían viajes de varias semanas o días para realizar una o más presentaciones en diferentes ciudades del país, gracias a esto Abi había conocido su país de punta a punta, realizando su sueño.
El trabajo de Arturo le exigía tratar con mucha gente a lo largo del día, trabajaba en un banco. Era demandante y los horarios podían ser desgastantes, salía de casa a las 6:30 de la mañana y llegaba a las 9 de la noche. Abigail solía decirle que no entendía cómo era que lograba soportar a tantas personas sin volverse loco. “Pues tiene sus ratos buenos” contestaba Arturo. Y lo decía sinceramente, la paga y las prestaciones eran muy buenas, además llevaba ahí casi dos años y sentía que una promoción estaba cerca, su jefe le había comentado que era una posibilidad cercana hacía cosa de dos semanas, lo que no le gustaba en sí era el traslado, ya que hacía 2 horas de ida y 2 de vuelta a casa, pero trataba de aprovechar ese tiempo escuchando música, leyendo cuando era posible y eso le parecía bien.
Afortunadamente la temperatura había bajado gradualmente después de lo caluroso del verano y el clima de otoño empezaba a sentirse, camino a casa Arturo compró un ramo de gerberas, que eran las flores favoritas de Abi y llegó a casa.