Historias Dementes

La subestimación de la normalidad

La anormalidad de lo normal

Nunca destaqué en la escuela, no tenía habilidad para ningún deporte en particular, no era guapo, aunque tampoco era feo, no era el gracioso del salón y mucho menos el más inteligente; desde que tengo memoria había sido un chico normal. Y lo odiaba. Cuando entré a la preparatoria ingenuamente creí que las cosas cambiarían, que de alguna manera mágica lograría hacerme popular, quería que los demás me notaran, quería ser del 10% y no del 90%, de los que destacan. Qué ingenuo era. Pero cuando me vi de pie frente a todas estas personas, hubiera deseado ser del parte del 90%. ¡Como hubiera querido ser normal! 

Fue hace 5 meses, al entrar a la preparatoria, cuando todo cambió. Eran mis primeros días y apenas había logrado hacer una amiga, Laura. Era una chica demasiado cool para ser mi amiga, de puntitas apenas lograba llegarme a la altura de los ojos, tenía un cabello negro y largo; usaba lentes, le gustaba leer y las fiestas, conocía muchísima gente en la escuela, incluso de grados superiores, y aun así solía sentarse conmigo en clase y pasar todo el día conmigo, “soy tu chinche” solía decir.

Un día caminábamos en el patio, Laura me estaba contando sobre su perrito, Yoyo, cuando de la nada mi corazón comenzó a latir a un ritmo feroz como si intentara escapar de mi pecho, sentí que no podía respirar, como si alguien me impidiera expandir mis pulmones, no sabía qué demonios me estaba pasando, no podía respirar. Moriría a la mitad del patio. Me dio miedo, no amaba mi vida pero no necesitaba hacerlo para saber que no quería morir, fueron los momentos más largos de mi vida, luchaba por no morir pero no podía controlar mi cuerpo. Cuando terminó hice lo único que fui capaz de hacer y comencé a llorar. La gente pasaba a mi lado y me miraba, seguramente daba mucha lástima. Laura me abrazó, me preguntó qué había pasado y después me acompañó a mi casa. 

 

- ¿Cómo sigues, Cris? - preguntó Laura camino a mi casa.

- Estoy bien - respondí secamente, me hacía sentir como un inútil que podía ponerse a llorar en cualquier momento y me estaba hartando.

- ¿Nunca te había pasado? - preguntó Laura que parecía no entender que ya no quería hablar de eso.

- Nunca, sentí que moriría, ya te lo dije.

- De acuerdo - me besó en la mejilla, despidiéndose - que sigas mejorando.

- Gracias, Laura - me sentía avergonzado, ella había sido muy linda conmigo y yo solo estaba pensando en mí, en que me dejara en paz.

 

Mi accidente se convirtió en una especie de Trending Topic escolar, a donde fuera la gente me miraba, me señalaba, hablaban entre ellos y se reían de mí. En mi salón mis compañeros me miraban raro y no se acercaban a hablarme, a excepción de Damián, un chico alto, de cabello corto y piel clara; y claro, de Laura. Así fue durante varios días, pero como todo, el tema comenzó a ser noticia vieja, las cosas comenzaban a ser como antes, dentro de lo que cabía, comencé a creer que todo se olvidaría y podría continuar con mi vida. Hasta el incidente a la salida de la escuela.

 

El incidente a la salida de la escuela

El incidente a la salida ocurrió un jueves, en la preparatoria cada grupo tiene su propio horario, con su horario de entrada y salida, lo que ocasiona que a toda hora haya gente entrando y saliendo, además, la salida es un lugar de reunión y eso ocasiona que siempre haya mucha gente ahí, sobretodo cuando termina una clase. Laura y yo solíamos salir juntos, vivíamos por el mismo rumbo así que caminábamos todo el trayecto juntos. Ese jueves parecía como cualquier otro, nuestra última clase era Biología, que teníamos de 12 a 2. En cuanto terminó recogí mis cosas y esperé a Laura afuera del salón, en cuanto terminó de hablar con el profesor me alcanzó afuera. 

 

- ¿Ya me dirás quién te gusta, picarón? - preguntó Laura dándome un ligero codazo. Había insistido toda la clase sobre eso. 

- No, ya te lo dije, se me va a cebar - respondí evitativo, era muy tímido como para confesárselo.

- ¿Va en el salón? - insistió Laura.

- Sí, sí, ya. Va en el salón. Pero no diré más- dije, dando por terminado el tema.

- Bueno, por ahora estoy conforme - respondió Laura con una sonrisa.

 

Estábamos justamente llegando a la entrada de la escuela cuando terminábamos la conversación, y fue cuando todo se fue al demonio. Otra vez.

Comencé a sentir como mi corazón se aceleraba. “No puede ser, no de nuevo” pensé. Laura hablaba y seguía caminando, sin darse cuenta que ya no iba a su lado.

Intentaba jalar aire, expandir mi pecho, pero era inútil, como si una fuerza invisible me estrujara. Mi corazón estaba acelerado como si se preparara para una carrera Formula 1. “Esta vez es real, esta vez sí moriré” pensaba.

Laura, que ya había notado mi ausencia, regresó a mi lado. Debido a que me encontraba doblado, agarrando mis rodillas con mis manos, quedábamos casi a la misma altura.

 

- ¿Estás bien, Cris? - preguntaba asustada.

 

“Es un paro cardíaco, me estoy muriendo” Intentaba decirle, pero las palabras no salían de mi boca, las escuchaba, pero en mi cabeza. Laura me tomaba de los hombros y me decía algo pero no recuerdo qué es, su voz resonaba en mi cabeza pero no la entendía, solo podía escucharme a mí, solo estábamos mis latidos, mis pensamientos y yo, temiendo a una muerte que se tardaba en llegar, solo prolongando mi sufrimiento.

Después de unos minutos que parecieron horas el aire entraba a mis pulmones llenándolos como una ola. Mi corazón redujo un par de velocidades y sus latidos fueron más y más silenciosos. Cuando finalmente me reincorporé tenía un grupo de curiosos a mi alrededor. Algunos me miraban asustados, otros preocupados y otros me miraban con una expresión de burla en sus caras. Laura seguía a mi lado y me abrazó tan fuerte que creí que nuevamente me sofocaba. 



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En el texto hay: historias cortas, amor, terror

Editado: 11.05.2024

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