Historias desvanecidas entre el moho de los recuerdos.

Inevitable agonía

Vagando por las solitarias calles de la noche, no hay remedio, algo tenemos que conseguir. El recuerdo incesante de que no hemos comido en poco mas de una semana.El desgarrador maullido de nuestro fiel amigo.

Totalmente desnutrido, sin la vergüenza de tener los huesos al descubierto y con escasa piel cubriendo. Aún lo recordamos en sus días de gloria: de un negro envidiable y con esa luz apasionada en sus ojos; el brillo de la felicidad. 

Hemos aplazado el inevitable final, pero dada la situación, él no puede mas. Maullando, un canto desgarrador, emitiendo sonidos de auxilio, de dolor y agonía. 

Intentamos darle las únicas migajas de pan que conseguimos, él intentando digerirlos, nosotros con las esperanza de seguir aplazando el evento... vuelve a vomitar. Nos mantenemos intentándolo, más por nuestra conciencia, al saber que al menos lo intentamos, aunque a esas alturas era predecible el desenlace.

Arcadas de impotencia y maullidos de súplica.

¡Si tan solo lo miraran! Recostado en nuestras manos con esa apariencia demacrada y maullando por no sufrir más. Una vida huyendo del maltrato, de la crueldad de la sociedad ante mitos estereotipados:

-¡Un gato negro, nos traerá mala suerte, corredlo de aquí!

Es lo que la gente solía decir.

 Alejado de una familia, condenado a buscar su comida, refugio y sustento.

 Lo adoptamos en una situación similar: a punto de morir. Teníamos aún en ese tiempo, la frágil esperanza de seguir sobreviviendo, pero después de unos años, hemos aumentado en población, el alimento priorizado para los niños y nuestra tierna mascota se ha venido resignando. 

Enfermedades, la temperatura cambiante y el desprecio humano... Hemos continuado juntos hasta aquí.

La tristeza en nuestros ojos reflejados, sabemos que tenemos que hacerlo: liberarlo de su dolor.La agonía se convierte en desesperación, retorciéndose con arcadas constantes devolviendo los escasos fluidos que de él emanan y finalmente... sangre. 

No tuvimos el valor para ayudarlo, continúo así por unos minutos, y en un segundo, todo se detuvo.

Había muerto de la manera mas miserable. Solo pudimos darle compañía hasta ese último maullido. Lloramos por horas, quizás días.

 La representación de nuestro inevitable destino reflejado en su partida. Tarde o temprano, alejados de la seguridad y felicidad, agonizaríamos hasta nuestros cuerpos abandonar.

 



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En el texto hay: historia corta, amor, muerte

Editado: 25.06.2020

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