Historias en 20 Minutos

Ciclo Infinito

La existencia ha sido la misma desde siempre. Un ciclo eterno repitiéndose infinitamente, un conjunto inmenso de acciones diferentes con el mismo final y objetivo. Yo existo desde el inicio de todo, desde el primer ápice de vida. Mi trabajo es mantener ese equilibrio, velar porque sea respetado tal y como las leyes universales lo piden.

Viajo entre infinitos mundos en infinitas galaxias, cumpliendo con mi rol: Termino el ciclo para que uno nuevo pueda empezar. No es un trabajo fácil, tampoco diría que es lo mejor que podría hacer, pero es necesario. Todo ser vive, pero la inmortalidad destruye el sentido de la vida misma, no te deja apreciar las pequeñas maravillas de existir. Yo le doy sentido a la vida, yo la transformo en algo más y la convierto en parte del universo.

Cuando un ser vivo muere, su cuerpo se convierte en parte de la vida de otros seres que, a su vez, crean vida y mueren en favor de esta. Es como siempre ha sido y como siempre será. Llevo cumpliendo con este rol desde el inicio de los tiempos, aunque... Nunca se hace fácil.

Cuando piensas en la tristeza que acompaña a la muerte, piensas en el fallecimiento de algún ser querido, en historias épicas y trágicas, en sacrificios necesarios para la salvación de la humanidad. Se llega a decir que todos los humanos llegan a tener un primer encuentro con la muerte cuando pierden a una mascota, a un familiar o a un amigo, cuando la muerte siempre ha estado ahí. Ese insecto que pisó sin piedad, esa araña que devoró a su presa, esa carne que consumió el día de hoy. Todas y cada una de esas muertes fueron mi culpa. Yo acompañé a ese insecto hasta el pie del niño, esa mosca a la red de su depredador, esa vaca a estar sana para ser devorada. Sé que el pequeño insecto simplemente estaba en busca de comida para sí mismo antes de conocer su final. Esa mosca buscaba donde depositar sus huevos antes de ser atrapada por la crueldad de este mundo. Esa vaca no sabía que su madre y la madre de su madre habían pasado por el mismo lugar, comido el mismo alimento y visto a las mismas personas que le arrebataron la luz de su existencia.

Yo estuve ahí, estuve cuando el niño que pisó al insecto fue regañado por su maestra, enseñándole una lección de empatía, cuando la araña pudo alimentar a sus propios hijos con una mosca más grande, con esa familia que se reconcilió en esa tarde de barbacoa. Llámenme romántico, pero no puedo dejar que ninguna muerte sea cruel. El insecto nunca conoció su verdadero destino, de hecho, llegó a un gran campo en el que tiene su comida favorita. Esa mosca tiene una larga vida junto a sus pequeñas larvas que van creciendo y viviendo en el gran cielo que nos rodea. Esa vaca sigue pastoreando por un gran campo, libre de correr por los prados y recostarse a ver el cielo. Toda esa tristeza, todo ese dolor, todo ese sufrimiento lo tengo yo. Sin importar quien sea, que tan lejos se encuentre ni que tan mala haya sido su muerte, siempre tendrán un lugar a mi lado. Serán parte de las estrellas de infinitas galaxias con infinitos mundos e infinitas vidas.




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