Historias en 20 Minutos

El Rumbo Natural de las Cosas

No puedo olvidar el sentimiento de haber estado en este lugar y sentir que era enorme, que me superaba en todo sentido y me hacía sentir insignificante. Fue hace tanto tiempo y, aunque ya no me siento de esa forma, no es difícil saber que tuvo consecuencias en la actualidad.

Me fui de casa hace 5 años, tuve una pelea con mis padres. No era algo extraño, peleábamos todo el tiempo y eso me hacía sentir miserable. No recuerdo la razón de muchas de estas peleas, normalmente eran problemas propios que creíamos entender, pero no lo hacíamos. El día en que me fui, pasé por la casa de mi mejor amiga. Ella ya se había independizado años antes que yo, así que no había problema con que alguien se enterara a donde fui. Ella tenía la costumbre de subir al techo de su casa por medio de una ventana en el segundo piso.

Esa noche simplemente nos recostamos, no la noté muy preocupada y eso me preocupó. Cuando le pregunté, me dijo que sabía que podía cuidarme solo y no necesitaba nada más que a mí mismo. Estaba de acuerdo con mi decisión, me motivó a seguir. No le dije nada esa vez, simplemente me quedé observando las estrellas, pensando en lo que me esperaría en la vida si seguía por este camino.

Al otro día, tomé un autobús hacia otra ciudad y ahí me quedé. Conseguí un trabajo, pude pagarme un pequeño apartamento, tenía comida y la pasaba bien. Mis padres me llamaban todo el tiempo al inicio, volvíamos a discutir por lo que dejé de contestar y ellos de llamar. 

Y ahora estoy aquí, parado frente a la casa que me vio crecer, donde mis padres me criaron. Mi corazón late rápidamente, siento que me voy a ahogar antes de tocar la puerta. Mi cerebro comienza a crear escenarios: "No te quieren volver a ver", "Los abandonaste", "¡No, ellos te abandonaron a tí!", "Será la discusión más grande que han tenido en su vida". Mis pensamientos son interrumpidos en el momento en que mi madre abre la puerta y me mira en silencio con un gran asombro en su rostro. 

"Hola, mamá" fue lo único que pude decir antes de que me interrumpiera con un abrazo seguido de un pequeño golpe en mi pecho. Sé que sigue enojada, yo también lo estaría si mi hijo huyera de casa luego de una discusión. Entonces vi a mi padre en el interior de mi casa, tuvo la misma reacción que mamá, excepto que el abrazo fue reemplazado por un llanto imparable que tuve que interrumpir yo con mi propio abrazo.

Pensé en lo extraño que era. No me preparé para consolar el llanto de mi padre, estaba pensando en que discusión tendríamos ahora, como me gritarían que fui inmaduro y que los abandoné por un berrinche; entonces yo respondería diciendo que, si me hubieran tratado mejor en mi adolescencia, quizá no habría tenido que huir. En cambio estoy aquí, abrazandolos como nunca lo he hecho, empezando a llorar recordando las cosas que hicieron por mí y las que yo hice por ellos.

Una idea invadió mi mente: Debo disculparme. Antes de poder decirlo, mi padre, entre el llanto, me dijo "Lo siento, hijo" ¿Qué? Mi madre lo siguió "Perdónanos". No no, esto no funciona de esta forma, las cosas no son tan simples. Fue entonces que me pidieron volver a casa y, aunque lo pensé, ya no puedo hacerlo. Ahora tengo una vida, un motivo propio por el cual seguir y ya no puedo estar viviendo mantenido por mis padres. Tampoco puedo hacer nada por ellos.

Al final sí discutimos, ya no fueron gritos y reclamos sin sentido, ahora fue una charla llena de tristeza y melancolía. Los reproches fueron reemplazados por disculpas y los gritos por silencio comprensivo cuando el otro hablaba. Por primera vez en poco más de dos décadas, puedo salir por esta puerta pensando en que la vida no se dedica a castigarme eternamente, que simplemente soy igual que mis padres y ellos lo sabían. Saben que son imperfectos como yo y ambos buscábamos la perfección en el otro. Ahora puedo ver en realidad los esfuerzos que hicieron para convertirme en la persona que soy ahora, que ellos crecieron junto a mí y que ahora puedo recibir sus llamadas sin la necesidad de pensar que les reprocharé la próxima vez.

Ahora, luego de poco más de dos décadas, siento que tengo una familia.




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