Que chica tan linda tengo. Cabellos rizados y rubios, de fascinantes labios, finos y perfectos como si de algodón se tratasen, de color carmín claro.
Cada vez que entro a su cuarto ella me recibe con una sonrisa, toma de mí cuello con sus brazos y se deja caer, yo la sostengo agarrándola de la cintura; su cuerpo se siente tan frágil como si fuese una porcelana, sus manos son delgadas y suaves...Puedo sentir su ligero respirar, así como el aroma de su perfume de rosas. Sus ojos me miran con ternura y amor.
"Te amo demasiado", es lo que siempre me dice cada vez la visito, cándida en su forma de ser. Qué no daría por besarle, corresponder su declaración con un "¡yo también te amo!", pero eso es imposible, estar juntos es como agua y el aceite.
Termino siempre por responder "no bromees conmigo"; admito que me repudio, y que se siente como si una cuchilla filosa atravesara mi pecho. Ella me suelta y con tristeza se pone a llorar; me duele verla así.
Cada día que pasa me hago las mismas preguntas: ¿Qué pasaría si correspondo su amor?, ¿cómo será su reacción?, ¿habrá algún cambio en su forma de ser? Tengo miedo.
¡Mi deber es curar su mente!, no enamorarme de ella, un psiquiatra como yo solo debe enfocarse en el bienestar de su paciente. Cada día que pasa, esa mentira se vuelve un martirio para mí, no sé hasta cuando la soportare...