Noche fría

El cielo se ha despejado, hay demasiada niebla, tanto que sólo logro ver a menos de 30 centímetros. La luz Lunar hace que la niebla brille.

Los ecos de los cañones son como pequeños tronidos de cohetes, el viento es muy leve. Se escuchan ruidos extraños, las gotas de agua escurren sobre las láminas de metal.

Me encuentro en una parte de la trinchera, alejado de los demás camaradas, es un pequeño montículo en el cual forma un sendero cerrado, rodeado de alambres y cadáveres.

No me agrada mi posición, por alguna razón siento ser observado, no le tomo importancia y sigo meditando mi vida. No he dormido lo suficiente desde hace 4 días, los ojos me arden, mi cara está demacrada.

Dan las 3:00 am. y sigo sin dormir, no puedo a pesar de que anhelo hacerlo, cierro los ojos. En un instante, la niebla se despeja, el viento se transforma en un aullido de la obscuridad; algunas voces se escuchan, pensé por un momento que eran los alemanes entrando a la trinchera. Suenan pasos en los tablones, tiemblan mis manos, me levanto y coloco mi rifle al frente.

Una sombra pasea por el sendero, apunto y con cautelo, camino hacia ella, el sendero se oscurece, y es levemente iluminado de una luz azul; con cada paso que doy, las voces se escuchan más fuerte, mis sentidos me llevan a un punto donde la trinchera tiene dos caminos. En ese momento se escucha una risa espeluznante en todo el lugar, de las paredes de la trinchera empieza a escurrir sangre, poco a poco cae, espesa y repulsiva. Cuando esta sangre toca suelo salen gusanos y cucarachas.

Empiezo a marearme, vómito sangre, con dolor y ahogo sale una tripa de mi boca, ¡mi estómago, intestinos e hígado!, comienzo a correr hacia el camino izquierdo. Cada vez se hace más largo, de la pared cubierta de madera salen trozos de carne, cabezas de hombres, manos, piernas, ojos, lenguas. La presión en mi pecho no me deja respirar, en un instante mis costillas se rompen a tal grado que salen de mi piel, caigo al suelo gritando.

Parpadeo, ahora me encuentro en el mismo montículo en posición boca abajo, mis costillas siguen rotas, pero algo ha cambiado, escucho como si borbotase agua, volteo hacia atrás y mis piernas no están, es como si las hubieran arrancado, me desangro. Busco mi rifle, lo encentro enredado en unos alambres, arrastrándome voy a él. Dirijo la mirada atrás, la sombra se dirige a mí, se me hace eterno llegar a mi salvación.

Trato de creer que es solo un sueño, el paisaje cambia, y el cielo se torna color carne, con nubes negras, en donde debería ir Luna la remplaza un enorme ojo violeta. El campo está lleno de cadáveres, los cuerpos tienen cascos identificables de quien es alemán y francés, no tienen uniforme, desnudos están, otros desollados o mutilados. Me arrastro sobre los cuerpos putrefactos, y por fin cojo el rifle. Antes de disparar, la sombra ya había desaparecido, me siento un poco aliviado.

Los cuerpos empezaron a respirar y mover como si fuesen larvas. Los obuses caen sobre estos cuerpos que gritaban: ¡no nos maten!; cada pieza de artillera los entierra, sus miembros sobresalen de la tierra después de haber sido sepultados, llegó un punto en que no quedo ningún cuerpo en aquel lugar necro. 

Era silencio, el único ruido que escuchaba eran los latidos de mi corazón. Sin embargo, manos salen del suelo delante de mí, disparo como si fuese un reflejo, fallando miserablemente, otras manos sujetan mis brazos y cuello, y lentamente me sumergen en la tierra. Ahora formo parte de éste infierno.

Una explosión abre mis ojos, toco mis piernas y pecho, veo a mi alrededor tranquilizado, todo fue una alucinación por beber tanto aguardiente. Veo mi reloj de bolsillo, son las 4 am. La noche aún no acaba. 

Escucho ruidos, armado de valor voy a investigar, pero reflexiono por lo ocurrido, no quiero que mi sueño se haga realidad, regreso a mi posición y me quede ahí hasta el amanecer.

La noche es fría...