Habían transcurrido cuatro días desde los hechos ocurridos en Francia, y no habían sido días precisamente tranquilos.
Todos los que habían resultado heridos o afectados de algún modo por el fenómeno Cassander, ya se habían recuperado con excepción de Lyra y Arkania. Pero antes de que todos estuviesen bien, los demás se enterarían de que quien tampoco lo estaba era Demian.
El día del desastre, nadie, con la posible excepción de Joseph, se había preocupado por Demian, de manera que cuando llegó al hospital, lo primero que había hecho era preguntar quién había recibido aquella emergencia, pero después de hablar con el sanador en cuestión, pensó que si algo no podría negar nunca Cassander Prewet, era el ser hijo de Jason, pues ambos habían intentado asesinar a Turel y más o menos por la misma razón, y por otro lado, que Demian en verdad tenía una suerte enorme teniendo en cuenta quienes lo habían atacado.
No obstante, las cosas en esta ocasión no pintaban muy bien, porque ni Cassander era Jason, ni éste podía ocuparse de aquel desdichado. Joseph estaba pensando en esto al día siguiente y mientras se tomaba un café, cuando sintió una mano sobre su hombro y se sobresaltó.
De todo el universo de chicos, solo dos habían heredado la manía Black por la importancia de los apellidos, a saber, Altair y él. No era que les interesase en los términos en los que les interesó en su día a los seguidores de Voldemort, sino que era una manía por saber de dónde procedían las personas y nada más. Sin embargo, e independientemente de cuáles fuesen sus intenciones, o si tenía alguna que no fuese simple curiosidad, las cosas se le complicaron al ver que por detrás de la chica, un par de ojos color esmeralda lo miraban con una peligrosísima expresión.
Aunque Alba seguía sosteniendo que ni tenía, ni tendría nunca nada con aquel infeliz, montaba en cólera cada vez que veía que el mencionado infeliz siquiera miraba a otra chica y ya no digamos si lo cazaba hablando con otra, así que todo el mundo, con la posible excepción de Albus, sabía que aquello terminaría ante el delegado del ministerio declarándolos unidos en matrimonio, aunque no necesariamente pronto.
Lo bueno de los gemelos Morgan, o al menos lo era la mayor parte del tiempo, era su velocidad no solo física, sino de pensamiento, de modo que Jordan actuó en consecuencia.
Era posible que ella no supiese quién era él, pero al ver el rostro de Alba, y más específicamente sus ojos, pensó que aquella chica no necesitaba presentación, y, en realidad, no habría ninguna.
La exclamación llegó acompañada con una poco caritativa caricia que hizo a la chica ahogar una exclamación, mientras que Jordan ni se inmutó, y lo que si hizo fue apartarse con su rapidez característica.
Editado: 11.08.2025