Historias Inconclusas

Cap. 29 Final de campaña

Las últimas cuatro semanas habían sido una locura tal y como había previsto Jason, y lo peor, era que como habría cabido esperar también, Inverness se había convertido en el comando de campaña, así que había actividad a toda hora.

Jason no había tenido ningún inconveniente en que transformaran uno de los bonitos salones de su casa en una grosera imprenta que parecía no detenerse nunca, pero a lo que no estaba dispuesto era a tener que estar en medio de aquel pandemónium diario. De manera que en las últimas semanas pasaba casi tanto tiempo en el hospital como cuando estudiaba. Esta situación resultaba en directo beneficio de los pacientes, pero no tanto para el personal. Por una parte, el estudiantado se vería muy beneficiado, porque como se ha dicho siempre, Jason era extraordinariamente generoso con sus conocimientos, pero por la otra, también les generaría mucha ansiedad, pues parecía no esperar nada por debajo de un Extraordinario en los exámenes que rendían. Sin embargo, una mañana entró Silver al despacho de dirección, donde raramente estaba Jason.

  • Hermano, déjalos respirar —dijo sin saludar siquiera y Jason elevó una ceja, así que agregó —Me refiero a los pasantes
  • ¿Y acaso se los estoy impidiendo?
  • Sabes a lo que me refiero, hombre. Ayer tuve que atender dos colapsos producto del estrés que les estás ocasionando
  • Silver, si no son capaces de manejar la presión, serán unos pésimos sanadores
  • Créeme, los chicos de esta generación serán los mejores sanadores de todo el mundo mágico, o al menos lo serán aquellos que te sobrevivan

Sin agregar nada más, Silver abandonó el despacho deseando que las condenadas elecciones terminasen de una vez, a ver si así podían recuperar la normalidad. Él sabía que Jason siempre había sido exigente, pues tanto él mismo como Abigail habían pasado por sus manos cuando el mismo Jason estaba en su último año, de modo que, si había alguien que entendiese a los chicos, ese era él.

Si bien Jason pareció escuchar a Silver, y aminoró la presión con los estudiantes, quienes comenzarían a tener problemas serían los miembros del personal de planta, porque Jason comenzó a inspeccionar cada área del hospital como si esperase encontrar una bomba, y desataba feroces persecuciones cuando encontraba el más mínimo detalle que indicase que algo no estaba funcionando como era debido, aunque fuese mínimamente.

Hacía mucho tiempo que Jason ya no cubría guardias nocturnas, y solo se quedaba en el hospital cuando tenía algún caso especialmente grave, sin embargo, en las últimas semanas las había retomado.

Una mañana estaba en la sala de afectados por mordidas venenosas, cuando entró Craddok, un sanador muy antiguo que había sido profesor de Jason, en compañía de Evil. Después que revisaron al paciente que habían ido a ver, alcanzaron a Jason en el pasillo.

  • Tienes pésimo aspecto, muchachito
  • ¿Señor?
  • Ya no estamos en los tiempos en los que teníamos pocos sanadores, pues ahora éstos se pelean por trabajar aquí, así que no hay necesidad de que te pases la noche de guardia
  • Siempre habrá alguien que nos necesite
  • Seguro, pero…

El hombre se interrumpió cuando llegaban a las escaleras, pues una figura de cabellos alborotados llegaba al final de las mismas.

  • ¡Ah! Aquí estás
  • ¿Nena?

Jason había empujado a Evil y se abalanzado hacia Lyra en estado de alteración e intentando revisarla.

  • No fastidies, Jey, estoy bien. Si no fuera así, tú serías el primero en saberlo

Aquello era puntualmente cierto, pero Jason siempre perdía la perspectiva cuando se trataba de Lyra, algo por lo que Morgana solía molestarlo mucho. Aunque se tranquilizó un poco, pensó que podía haberle sucedido algo a alguno de sus parientes, pero como no la vio alterada, preguntó con cautela.

  • ¿Sucedió algo? ¿Todos están bien?
  • Sí, todos están bien. Y no sucede nada. Solo vine a comprobar que estabas aquí y no por ahí con alguna descocada

Remus siempre había sostenido que su hija era dolorosamente directa, y que cualquier día iba a ocasionarle un paro cardíaco a alguien, y por el aspecto de Jason, ese día parecía ser aquel.

  • ¡Nena! —exclamó finalmente con expresión de auténtico horror

Craddok se había apartado prudentemente arrastrando a Evil con él, pero Evil tenía una expresión que estaba a medio camino entre la sorpresa y la incredulidad.

  • Parece que no conocieras a las mujeres, hijo —dijo el sanador —En mi experiencia, todas son celosas

Era cierto que Evil conocía poco a las mujeres debido a que sus gustos iban en otra dirección, pero hasta para él era evidente que aquel individuo no respiraba si su mujer no lo autorizaba, así que le parecía casi ridículo que ella tuviese aquel pensamiento, y fue lo que expuso sin filtrar haciendo que Craddok lo mirase con extrañeza.

  • Tal vez no lo entiendes porque llevas poco tiempo aquí, pero si por algo ha sido famoso Jason Prewet, es porque la población femenina hacía fila para que él las atendiese, aunque la única enfermedad de la que sufrían era una severa atracción por él. Así que no es para nada extraño que su joven esposa se muestre desconfiada




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