Historias, para una noche de lluvia.

Máscaras

Me visto con un vestido largo en color negro, como mi ánimo en este momento, pero adornado con finas piedras que resplandecen cada vez que le da la luz, como mi sonrisa, la que aparece en mis labios en estos momentos, al imaginar su rostro cuando vea entre la multitud. Esa persona que juro amarme y respetarme todos y cada uno mis días, aquel que hoy está nominado para ganar en la categoría “mejor actor protagónico” y bueno, a decir verdad, nadie mejor que él para ganar ese premio, porque es un buen actor, el mejor de todos, en la pantalla, pero también en la vida real. Aquel que me engañaba en mis narices con quien se hacía llamar mi mejor amiga, con la que mientras me abrazaba fingiendo entender mis miedos, me clavaba un filoso y oxidado puñal.

Esta noche es la gala de los premios Martín Fierro, hoy es la noche de mi regreso, estuve muchos meses alejada de las reuniones sociales, mi próxima película está por estrenarse.

Todos están felices, se ven radiantes, las mujeres con sus mejores atuendos, saludándome como si en verdad les diera gusto verme. Falsas, están aquí esperando verme flaquear, me miran con lástima, algunas con superioridad, sintiéndose mejores que yo, esperando que me invada la sensibilidad, pero no les daré el gusto.

Por otro lado, están los “caballeros” quienes solo me ven como un trozo de carne al cual hincarle el diente, creen que después de lo que creen que paso tendrán oportunidad conmigo. Ja, ilusos, en este momento no quiero a ningún hombre cerca de mí. 

—Hermosa y radiante, te ves hoy, se ve que el pasado ya quedo atrás– me dicen.

Si ellos supieran como en verdad me siento, si tan solo se pusieran en mis zapatos por dos minutos y trataran de entender, sabrían que hasta la sonrisa más amplia y deslumbrante esconde una gran tristeza…

Me paseo de un lado a otro, charlando con todo aquel que me hace plática, mi representante se mantiene a mi lado, desviando y cortando cualquier pregunta incómoda. 

La música suave resuena en la estancia acompañada de los murmullos de la multitud, de repente se forma un silencio sepulcral. Siento el peso de todas las miradas sobre mi persona e inconscientemente sé quien ha llegado.

Enderezó mi espalda, tomo una profunda respiración, cierro los ojos por un momento centrándome en lo que vine a hacer, contraigo el abdomen y dibujo en mis labios la mejor y más perfecta sonrisa que haya regalado alguna vez. La he practicado mucho en estos meses. 

Me doy la vuelta lentamente, encontrando frente a mis ojos a las dos personas que más amaba en esta tierra, me punza el corazón cuando los veo así, tomados de la mano como una pareja feliz. “Sin duda la traición viene de quien menos lo esperas” 

Camino hasta ellos sin desdibujar mi máscara de felicidad.

—¡Qué alegría verlos!

Saludo falsamente, besando sus mejillas. Ambos se miran anonadados. Los flashes no se hacen esperar, poso junto a ellos, la que era mi mejor amiga y mi exmarido, viéndome feliz, mostrando lo que todos esperan de mí.

Cuando al fin dejamos de ser el centro de atención, me alejo unos pasos, pero la voz de Lorena me detiene.

—Me alegra, que lo superaras— me mantengo inmóvil— gracias por entender que no buscamos esto, simplemente paso, nosotros… nos enamoramos.

—Vanina, te esperan para una sesión de fotos— llega Daniel, mi manager, siempre acudiendo a mi rescate.

Me alejo de lo que me daña tomada de su brazo, lo aprieto con fuerza cuando me siento flaquear, pero automáticamente pienso en el motivo que tengo para seguir adelante y vuelvo a ser amable y risueña, la Vanina, que todos aman, la que toda esta gente vino a ver.

Luego, de un par de horas, me dirijo hasta los sanitarios, donde pretendo llamar a mi casa, pero no llego a mi destino porque, me tapan la boca y me arrastran hasta un lugar apartado, no lucho porque sé quién es, sé que no me hará daño, al menos no uno más grande que el que ya me causó.

 

—¿Qué pretendes, Carlos? ¿Qué querés?

—La pregunta acá es. ¿Qué buscas, Vanina? ¿Pretendes que me ponga celoso?

Sonrío cínica.

—Por favor, Carlitos, no te creas tan importante— lo miro de arriba abajo—. Formas parte de mi pasado, y para mí… lo pasado, pisado.

Sigo mi camino, intentando alejarme, pero una vez más sus palabras me lastiman, recordándome, eso que tanto me duele.

—Siento mucho, todo lo que pasó… en verdad lo siento, yo— suspira— yo no quería que lo supieras de esa manera, iba a esperar que nuestro hijo naciera para…

—¿Para dejarme? ¿Eso sería menos doloroso? Según vos, abandonarme con un bebé recién nacido en brazos— se queda en silencio, dándome la razón—. Te revolcabas con quien decía ser mi mejor amiga, mi hermana y no solo eso, lo hacían en mi casa, en nuestra casa, en la cama que compartimos por años.

—Yo no quería que las cosas fueran así. No quería que nuestro hijo pagará las consecuencias de…

—¡Callate! No lo digas.

—Juro que no quería que perdieras al niño.

—Fue lo mejor— digo y me giro apenas para mirarlo a los ojos, esos por los que me hubiera hecho matar con tal de verlo feliz.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Es la verdad, si Dios no quiso que naciera es por algo, al principio no lo aceptaba, pero luego entendí que fue lo mejor, mi hijo no merecía tener a una rata inmunda y traicionera como padre.

Me voy dejando allí abatido a quien tanto amé, vuelvo a la fiesta y me encuentro con Daniel que me rodea con su brazo por la cintura y deja un beso en mi mejilla, luego se dirige a mi oído donde me habla

—Llamó la niñera, debemos irnos— me alejo apenas para mirarlo y sonrío asintiendo

Toma mi mano y salimos de allí, subimos al auto y apenas se cierran las puerta y suben el divisorio, me permito sacar todo mi dolor por medio de mis lágrimas, me duele tanto el corazón, el alma, el cuerpo, lloro tratando de aliviar mi pena, aunque sea un poco, aplacar este dolor que tengo en el pecho.




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