Historias, para una noche de lluvia.

Decisiones

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Estuve 13 años encerrado, privado de aquello con lo que todos nacemos; sin embargo, nadie valora hasta que ya es demasiado tarde. Mi libertad. A menudo me pregunto por qué los seres humanos no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, como me paso a mí, yo era un joven que estaba feliz con su vida, provengo de buena familia. Tenía todo lo que pudiera desear, me iba realmente bien en mis estudios, con 20 años cursaba en el tercer año de abogacía, ya que me adelante un año en mis estudios secundarios.

Lo más importante tenía como novia a la chica más guapa y tierna de la ciudad, Marisa. Era casi una niña cuando nos enamoramos, ella con quince años y yo con dieciocho, caí por ella en el preciso instante en que mis ojos captaron su angelical rostro y su tierna sonrisa, el problema fue que era nueva en la escuela y yo tenía una reputación y no muy buena, me presente con ella. La cortejé por más de un año entero. Deje de lado mi vida de conquistador y únicamente me dedique a hacer todo lo posible para que me aceptara. Porque solo podía pensar en esa hermosa criatura de cabellos negros como la noche y ojos color miel, me hechizo con solo una mirada.

Como dije anteriormente, le rogué más de un año, y luego de tantos desplantes y sinsabores, al fin me dio el sí, para poder visitarla e invitarla a salir. Marisa, a pesar de estar loca por mí, me hizo las cosas difíciles, ya que los comentarios hacia mi persona no eran buenos por parte de la población femenina, pero gracias a dios pudo más a atracción que sentíamos. Yo fui su primer beso, su primer todo… y para mí, ella fue, es y será la primera y última mujer a la que voy a amar.

Desde ese 27 de marzo del año, 2.000, ese día lo tengo marcado a fuego en mi alma, ese hermoso día me dio el sí, acepto ser mi novia, desde ese momento no nos habíamos separado, hasta esa terrible noche, en la que decidí salir con mis “amigos”

A partir de ese momento mi vida se fue a la basura, yo la tiré a la basura, perdí lo más preciado que tenía, perdí a Marisa y mi libertad todo la misma noche. Si tan solo hubiera ido a verla cuando me lo pidió diciéndome que teníamos algo importante de que hablar.

Pero no, como el grandísimo idiota que siempre fui, preferí salir con mis amigos, esos que me molestaban diciendo que me habían puesto correa como a un perro, que, Marisa, solo tenía que decir mi nombre para que yo moviera la cola y saliera tras de ella como un canino. Sus burlas me enfurecieron y como todo adolescente que se cree adulto quise probar autoridad, le dije que no me agobiara con quejas y me dejara respirar y disfrutar de una salida con amigos, le pedí que esperara hasta la mañana siguiente, que pasaría a recogerla para llevarla a sus clases y entonces hablaríamos.

Pero ese día nunca llego. Esa noche fui detenido por los crímenes de otros. ¿Cómo termine preso? Mis amigos se metieron a robar y me llevaron. Yo sabía que ellos andaban en cosas raras, pero nunca le di mucha importancia, pensé que lo que ellos hicieran no me perjudicaría. Estaba muy equivocado.

Jamás supuse que algo como esto me pasaría a mí, siempre me consideré fuera de esa mierda. Pero no, como todo adolescente idiota, no analicé a quienes me rodeaban.

Siempre consideramos que somos inmunes a este tipo de cosas; que no vamos a sufrir las consecuencias. La mayoría de las veces no queremos hacer caso a las palabras de nuestros padres, y odio admitir que el mío tenía toda la razón. “Esas juntas que tienes no son buenas” “No te dejaran nada bueno” y yo le decía “Son mis amigos”.

Si hubieran sido amigos no me habrían arrastrado a la perdición, para luego dejarme tirado como un pobre perro sin dueño. Quiero decir que, nadie me puso un arma en la cabeza y me obligo a ir, pero no tenía idea de lo que pensaban hacer, en realidad, un verdadero amigo no te hace eso.

Los minutos pasan lentos, las horas piden permiso para llegar, los días me pesan, las semanas me caen encima como bloques de hielo al estar lejos de ella y meses son eternos para mí, no sé cómo aún sigo respirando sin su presencia, lo único que repite mi subconsciente es que resista un poco más, que pronto llega el día tan esperado.

Ha llegado la hora. Hoy, después de 13 años, voy a recuperar mi libertad. No puedo aguantar las ganas de verla ¿Me habrá olvidado? ¿Estará casada? ¿Tendrá hijos? Oh Dios, ayúdame. Muero por verla, por saber que fue de ella, necesito encontrarla…

Lo último que supe de ella fue que dejo la ciudad, algunos dicen que se fue del país, otros que se instaló en la provincia de Córdoba, lo cierto es que no hay nada en concreto, por lo que decidí contratar un investigador, apenas ponga un pie en la calle. Se marchó, 3 meses después de mi arresto. 

Una vez en la que fue mi casa, y luego de charlar con mi padre, me doy un baño rápido, me pongo lo primero que encuentro y salgo del cuarto dispuesto a buscarla, pero para mi sorpresa en la sala me esperan dos hombres, mi progenitor me presenta al sujeto a su lado, lo que me hace sonreír… Un investigador privado.

Sonrío al recordar su dulce voz, su carita emocionada al hablar sobre un futuro juntos, sus ojos; esos hermosos, ojos que tanto amo. Ojos con los que soñé todos y cada uno de los días que estuve encerrado.

¡Ah! Maldita sea. Me odio por haber sido tan idiota. Pero de nada sirve lamentarme ahora, no puedo volver el tiempo atrás, solo me queda poner todos mis esfuerzos en encontrarla y con la ayuda de los hombres a mi lado lo lograré.

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Me encuentro en el despacho esperando al investigador que me recomendó mi padre diciendo que es el mejor en lo suyo. Hace semanas que espero noticias, hoy por fin sabré que fue de la vida de Marisa.




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