Historias Paranormales Argentinas y otros relatos

La infección de mi ciudad

**Capítulo 1: El Comienzo del Caos**

Era un día común en Tandil, un pueblo pintoresco rodeado de cerros y naturaleza. Indio Morales, enfermero del hospital local, disfrutaba de su turno en la sala de emergencias. A pesar de la presión y el estrés de su trabajo, siempre encontraba consuelo en ayudar a los demás. En aquel momento, realizaba su rutina diaria sin imaginar que una serie de eventos llevaría su vida al borde del horror.

Graciela, una peluquera conocida por todos en el barrio, estaba a punto de cerrar su salón. Las luces del edificio parpadeaban y el teléfono sonaba, pero era un día tranquilo. Mientras cortaba el cabello de una clienta, escuchó rumores de extraños incidentes en la ciudad. Se hablaba de personas que se comportaban de manera errática, con rasgos salvajes en sus miradas.

Indio notó un aumento en los ingresos de pacientes con heridas inexplicables y síntomas que parecían similares a la rabia. Pero aquella tarde, la alarma sonó cuando un hombre delirante fue traído en una ambulancia, su piel pálida y llena de sudor. Los gritos provenientes de la sala de espera resonaban en el aire, dejando a Indio y sus colegas perplejos.

**Capítulo 2: El Primer Encuentro**

Graciela escuchó el ruido en el hospital mientras terminaba su jornada. Intrigada, decidió visitar a su amiga, que trabajaba en el área de urgencias. Al llegar, notó que había algo diferente en el ambiente. La tensión erguía cada rincón, y la sala de espera estaba llena de personas que se comportaban de forma inquietante.

Fue entonces cuando vio a Indio, con la frente perlada de sudor, luchando por controlar la situación. Decidió acercarse. “Indio, ¿qué está pasando?”.

“No lo sé, Graciela”, respondió él, su voz llena de preocupación. “Algo no está bien. Los pacientes están… diferentes”.

Los dos se miraron, comprendiendo que el caos apenas comenzaba. Sin embargo, la situación se tornó más peligrosa de lo que pensaban cuando, de repente, el hombre delirante se levantó, gritando y atacando a un enfermero con una ferocidad inhumana. La sala se convirtió en un torbellino de gritos y pánico.

“¡Graciela, corre!” Indio le gritó mientras trataba de contener al enfermo. Pero ella no lo haría, por un instante, se quedó inmóvil, paralizada por el miedo. El hombre, ahora descontrolado, se abalanzó sobre ella, pero Indio fue más rápido y logró empujarlo.

**Capítulo 3: Atrapados en el Terror**

Los días siguientes fueron una pesadilla en Tandil. Graciela e Indio se encontraron frecuentemente, convirtiéndose en un equipo inesperado. Mientras Graciela ayudaba a cortar el cabello de los heridos en el hospital, Indio examinaba a los pacientes, pero la enfermedad se extendía como un fuego voraz. Las estadísticas de casos se dispararon, y las autoridades comenzaron a hablar de una posible infección.

A medida que los días pasaban, los noticieros informaban sobre incidentes cada vez más extraños, y los habitantes comenzaron a temer salir de sus hogares. La ciudad, que siempre había sido tranquila, se convirtió en un lugar de terror. Graciela, preocupada por su familia y amigos, decidió ayudar en el hospital junto a Indio.

Una noche, mientras trabajaban en el hospital, escucharon ruidos provenientes de la entrada. Los perros aullaban en la calle y las luces temblaban. “¿Qué está pasando afuera?” Graciela preguntó, sintiendo que la tensión en el aire crecía. Indio se acercó a las ventanas y vio sombras moverse, gritos distantes resonando en la penumbra.

**Capítulo 4: La Revelación**

La situación se tornó insostenible. Indio y Graciela decidieron buscar respuestas. Hablaron con otros profesionales médicos y descubrieron que la infección había sido el resultado de un experimento fallido en un laboratorio clandestino. Decididos a poner fin a la locura, se organizaron con un grupo de sobrevivientes para encontrar a los responsables.

Un encuentro en el taller de un científico local les proporcionó nuevos conocimientos: la capacidad de controlar la infección en ciertas condiciones. Habiendo revelado su verdad, el grupo comenzó a hacer planes para actuar. La única solución sería investigar el laboratorio.

Con una linterna y armas improvisadas, Indio y Graciela lideraron a un pequeño grupo hacia el laboratorio. Al llegar, se dieron cuenta de que la entrada estaba custodiada por zombies errantes. La batalla por la supervivencia había comenzado.

**Capítulo 5: El Enfrentamiento Final**

Mientras luchaban contra los infectados, el grupo se dividió en dos. Graciela y otros se dirigieron al laboratorio mientras Indio y un par de amigos se distraían con los zombies. El aire estaba lleno de gritos y roces, y en cada rincón, el horror acechaba.

Graciela, temblando, entró al laboratorio. Encontró computadoras encendidas y tubos de ensayo, pero lo más inquietante fue una pantalla que mostraba imágenes de la ciudad y sus habitantes transformándose. El pánico la invadió cuando escuchó ruidos detrás de ella. Se volvió y encontró a un científico, con una mirada enferma.

“¿Por qué lo hiciste?” demandó Graciela, angustiada. “¡Esto es una locura!”.

“No era mi intención”, el científico murmuró. “Quería encontrar la inmortalidad, pero no sabíamos cómo…”.

Ella trató de liberarse, pero él ya estaba infectado. Con el último aliento, él la empujó. En ese instante, Indio irrumpió, empujando al científico. Graciela tomó una jeringa con un antídoto y, entre la confusión, la inyectó al científico.

**Capítulo 6: Un Nuevo Amanecer**

La batalla final fue feroz y cargada de tensión. La ciudad, aún resonando con los ecos del horror, tenía la esperanza de que la valentía y la amistad prevalecerían. Graciela e Indio, armados con lo aprendido en el laboratorio, decidieron liberar a todos los cautivos. Los inocentes merecían una segunda oportunidad.

Mientras las sombras comenzaron a disiparse, la ciudad se curó lentamente, aunque sus cicatrices permanecieron. Juntos, Graciela e Indio comenzaron a restaurar la normalidad y reconstruir sus vidas en medio de lo que quedó.




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