Historias que caben en el bolsillo

La mujer que corría hacia la tormenta

Sentado a los pies de un cocotero, miraba la luna rielar sobre el mar.

El aire, fresco e intranquilo, olía a vino de manzana y rozaba la piel como una caricia. Alcé la vista al cielo; las estrellas parecían girar en torno a la luna, era como ver una danza tribal en agradecimiento a los dioses.

Me percaté de que no estaba solo. Sentada a mi lado se encontraba una mujer. Sus delicados labios se movían y sus ojos destilaban emoción, pero era un mundo sin sonido. ¿Qué me estará queriendo decir?, pensé. Pero aquella duda se esfumó, veloz, como el aleteo de un colibrí.

La mujer tenía un vestido blanco y el cabello rizado atado en una coleta; en su oscura cabellera se vislumbraban algunas canas que brillaban como hilos de plata. Sin embargo, no podía ver su rostro. Podía intuir su belleza, pero era como si un velo invisible me impidiera detallarla.

Sin aviso, el viento se enfureció y empezó un aguacero. En el horizonte, las nubes de tormenta eran iluminadas por los relámpagos y una ola, que alcanzó el tamaño de una montaña, se dirigía hacia la orilla.

Sin control de mi cuerpo, me levanté y corrí alejándome de la playa. Al volver la cabeza, vi a la mujer correr hacia la tormenta.

Como no podía usar mi voz, usé mi alma y hablé con la suya:

—¿Estás loca? ¿Por qué corres hacia la tormenta? ¿Acaso quieres morir?

—No, no quiero morir. Pero tu ego ha hecho que corras solo hacia tu casa, al sur; por eso yo me dirijo al norte.

Al alejarse, su silueta se convirtió en un punto blanco que, perdiéndose entre las olas, se desvaneció para siempre.

Y me desperté.

Las lágrimas corrían por mis sienes, y en mi pecho sentía un ligero dolor.

Ella dijo que se dirigía hacia la tormenta porque mi ego me hizo correr solo a casa. Al hacer un paralelismo con la mujer real, por fin lo entendí. Todo lo que yo pensaba estaba errado. Obligándome a ser racional, me había resignado a creer que sus sentimientos por mí simplemente se habían enfriado. Sin embargo, por terquedad, aún guardaba la esperanza de que en el fondo de su corazón se encontrara una chispa de sentimiento por mí.

Pero el sueño es una extensión de mis emociones, entonces ¿significa este sueño que en el fondo de mi corazón sabía que fui yo el primero en perder mi afecto hacia ella, por eso no tuvo más remedio que alejarse aunque le doliera?

No entiendo por qué muchos sueños tienden a ser tan crípticos. Pero sus emociones y palabras en el sueño eran las que yo le había otorgado. Eran mías. Así que aunque quisiera buscar alguna excusa para consolarme no podría.

Al entender eso, me sentí destrozado.




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