Historias que quisimos callar

Capítulo 14: Nos quisimos mal

Éramos intensos.

Desde el principio. Desde ese primer cruce de miradas en una fiesta donde ninguno tenía ganas de estar. Desde el primer mensaje que se convirtió en conversación eterna. Desde la primera vez que nos besamos sin pensar en nada más que el momento.

Nos quisimos. De verdad. Con una pasión que dolía. Con una entrega que parecía prometer eternidad. Pero nunca supimos hacerlo bien. Nunca entendimos que amar también es saber cuándo parar. Cuándo escuchar. Cuándo respirar antes de responder.

Nos aferramos el uno al otro como si fuéramos salvavidas… sin notar que también éramos la tormenta.

Al principio todo era perfecto. Nos reíamos por cualquier cosa. Hacíamos planes sin pensar en límites. Cada mensaje era urgente. Cada cita, un incendio. Y eso nos hizo creer que estábamos hechos para durar. Que esa intensidad era amor verdadero. Que el dolor que a veces aparecía era solo parte del precio a pagar por sentir tanto.

Pero no lo era.

Pronto empezaron las discusiones por nada. Un mensaje no respondido. Un cambio de planes. Un “¿por qué no me lo contaste antes?”. Nos celábamos con ferocidad. Queríamos estar juntos siempre, pero no sabíamos darnos espacio. Todo lo que hacíamos, lo hacíamos al límite. Nos amábamos con los dientes apretados. Nos lastimábamos con palabras que dolían más porque venían de quien más queríamos.

Y aún así, seguíamos volviendo.

Una y otra vez. Con cada ruptura, más cansados. Con cada regreso, más rotos. Prometiéndonos que esta vez sería distinto. Que íbamos a hablar mejor. A entendernos. A bajar la voz. A no herirnos.

Nunca lo hicimos.

Y lo peor es que yo sabía que lo amaba. Él también me amaba. Eso no estaba en duda. Pero no sabíamos cómo cuidarnos. Cómo crecer sin aplastarnos. Cómo querer sin poseer. Cómo construir sin reproches.

Una vez, en plena discusión, le grité:
—¡Nos estamos haciendo mierda!
Y él, en silencio, me miró como si por fin hubiera entendido.

Esa fue la última vez que nos vimos.

No hubo una gran despedida. No hubo palabras finales. Solo una sensación mutua de agotamiento. De que si seguíamos, terminaríamos odiándonos. Y eso sí que no lo queríamos.

Me costó mucho dejarlo ir. No por falta de amor. Sino porque me sentía culpable. Sentía que quizás, si yo hubiera sido más paciente, más fuerte, más madura… tal vez habría funcionado. Pero con el tiempo entendí que no basta con amar a alguien. Hay que saber amar.

Y nosotros no sabíamos.

Hoy, cuando me preguntan por él, digo la verdad: fue una historia real. Intensa. Hermosa a ratos. Dolorosa siempre. Aprendí mucho. Sobre mí. Sobre los otros. Sobre los límites. Sobre lo que no quiero repetir.

Porque sí, nos quisimos.
Pero nos quisimos mal.

¿Tú también tuviste una relación donde el amor estaba… pero no alcanzaba?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.