Historias que quisimos callar

Capítulo 19: Le escribí durante un año sin que me respondiera

Nunca pensé que escribirle se volvería mi forma de seguir respirando.

Comenzó como un impulso. Una noche cualquiera, a los pocos días de su partida, abrí mi correo y simplemente le escribí. Sin pensar, sin corregir, sin borradores. Fue como si todas las palabras que no dije en persona necesitaran salir de una vez. Terminé la carta con su nombre y la envié. Sabía que no respondería. Sabía que probablemente ni siquiera abriría ese correo. Pero no importaba.

Esa fue la primera.

Después vino la segunda. Y la tercera. Sin un patrón. Sin una rutina. Solo cuando lo necesitaba. Cuando me dolía. Cuando algo me recordaba a él. Cuando algo quería contarle… aunque ya no estuviera.

Le hablaba de todo. De cómo estaba el clima. De los libros que estaba leyendo. De lo injusto que me parecía que se hubiera ido así, sin avisar, sin prepararme. Le escribía como si aún pudiera escucharme, como si aún pudiera responder. A veces me enojaba. A veces le decía que lo odiaba. A veces solo escribía para decirle que me hacía falta.

No sé cuántos correos mandé. Nunca los numeré. Nunca los titulé. Solo ponía la fecha. Como una forma de marcar que seguía acá, que seguía sintiendo, que seguía esperando algo que sabía que no iba a llegar.

Hubo cartas largas. Otras de una sola línea. Algunas con recuerdos, otras con silencios disfrazados de palabras. A veces le contaba que soñaba con él. Que todavía escuchaba su voz en canciones viejas. Que me dolía verlo en las fotos que me aparecían por casualidad. Que odiaba que la gente dijera “vas a estar bien” como si el dolor tuviera fecha de vencimiento.

Y seguí escribiendo.

Pasó un año.

Un día, sin pensarlo mucho, escribí un último correo. Era distinto. No era de dolor. Era de despedida. Le dije que iba a dejar de escribir. Que ya no lo necesitaba igual. Que había aprendido a vivir sin él, aunque todavía lo extrañara. Que quería guardar todo lo que fue… sin seguir buscándolo en cada palabra.

Terminé el correo con una línea que me tembló en los dedos:

"Gracias por haber existido. Ya no te espero, pero siempre te voy a llevar conmigo."

Lo envié. Y cerré el correo.

Esa misma noche, recibí una respuesta.

Una línea. Solo una.

"Yo también te pensé todos estos días, aunque no sabía cómo volver a hablarte."

Me congelé.

Era su dirección. Su nombre. Su respuesta.

No contesté de inmediato. No lloré tampoco. Me quedé en silencio. Respirando. Sintiendo que el universo tiene maneras muy extrañas de enseñarnos que no todo lo perdido está realmente lejos.

No volvimos a hablarnos con frecuencia. No retomamos lo que teníamos. Pero ese mensaje fue suficiente. No porque dijera mucho, sino porque cerró algo en mí.

Hoy, todavía conservo todos esos correos en una carpeta. No los leo seguido. Pero sé que están ahí. Como testigos de mi duelo. De mi voz. De mi historia con él.

Y de que, a veces, escribirle a quien ya no responde… es la única forma de no perderse del todo.

¿Tú también le escribiste a alguien que ya no estaba?




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