Historias que quisimos callar

Capítulo 20: Me reencontré con mi primer amor… y no sentí nada

Pasaron casi doce años.

Doce años desde que creí que no podría respirar sin él. Desde que lloré su partida como si el mundo se me cayera encima. Desde que escribí su nombre en hojas sueltas, deseando que volviera. Doce años desde que juré que, si algún día lo veía de nuevo, no sabría cómo reaccionar.

Y sin embargo, cuando sucedió… no sentí nada.

Fue en una reunión de excompañeros del colegio. Yo no tenía ganas de ir. Me parecía innecesario revolver un pasado que ya se había asentado, pero una amiga insistió tanto que terminé cediendo. Me puse la ropa sin pensar mucho. No me maquillé demasiado. No era una cita, solo un evento más.

Entré al lugar y ahí estaba. De pie, cerca de la barra, con el mismo corte de cabello de siempre, aunque con algunas canas decorando las sienes. Su risa seguía siendo la misma. Su forma de moverse también. Pero algo había cambiado. Yo.

Nos miramos. Me sonrió. Me acerqué. Me saludó con un abrazo breve, educado. Ese abrazo que dan los que compartieron algo, pero ya no saben qué decir. Hablamos de lo básico: trabajo, familia, viajes. Intercambiamos esas frases que rellenan los silencios, sin decir nada realmente importante. No me preguntó si aún lo pensaba. Yo no le pregunté si alguna vez lo hizo.

Y mientras hablábamos, me di cuenta de algo.

No sentía nada.

Ni nervios. Ni mariposas. Ni nostalgia. Solo una extraña distancia entre lo que fue y lo que ahora estaba frente a mí. Como si su imagen en mi memoria perteneciera a otro mundo, a otra persona. Como si el amor que una vez sentí hubiese vivido en otra versión de mí misma que ya no existía.

Recordé las veces que lloré por él. Las canciones que dejé de escuchar porque me dolían. Las cartas que nunca envié. Las veces que pensé: “¿Y si…?”
Y ahora, ahí estaba. De pie frente a mí. Y no quedaba nada de ese dolor.

Fue liberador.
Pero también… un poco triste.

Porque entendí que a veces lo que uno extraña no es a la persona, sino a lo que uno sentía cuando estaba con ella. Esa ilusión adolescente de que todo era eterno, de que el amor podía con todo, de que nadie más nos haría sentir igual.
La verdad es que sí, alguien más me hizo sentir diferente. Y más real.
Y no, nunca volví a amar como lo amé a él… porque aprendí a amar mejor.

Nos despedimos al final de la noche con un beso en la mejilla. No hubo palabras grandes. No hubo miradas prolongadas. Solo un “cuídate mucho” y una sonrisa amable. Luego lo vi irse. No volteó. Y yo tampoco lo esperé.

Esa noche, al llegar a casa, me miré al espejo y pensé: ya no me duele.
Y eso… fue suficiente.

¿Alguna vez volviste a ver a alguien que fue todo… y ya no era nada?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.