Lo tenía escrito.
Cada palabra, cada pausa, cada tilde estaba ahí. Lo había leído veinte veces antes de decidir que era momento de enviarlo. No era una declaración de amor desesperada. No era una súplica. Era verdad. La mía. Por fin dicha sin adornos.
Habían pasado meses desde la última vez que hablamos. Meses desde que decidimos —mutuamente, o eso dijimos— tomar distancia. Porque las cosas no funcionaban. Porque no sabíamos cómo cuidarnos sin lastimarnos. Porque era lo correcto.
Pero yo nunca dejé de pensar en ella.
Cada tanto, abría nuestras conversaciones antiguas. Leía sus mensajes como quien acaricia una cicatriz. Volvía a escuchar los audios donde se reía, donde me decía que me cuidara, donde hablábamos como si el mundo siempre fuera a ser nuestro. Y algo en mí pedía salir. No para volver. Solo para cerrar de verdad.
Así que una noche me senté. Abrí el chat. Y escribí.
"No sé si esto tiene sentido después de todo este tiempo. Pero siento que si no lo digo, me voy a arrepentir. A veces me despierto en mitad de la noche y tengo la sensación de que algo quedó pendiente. No quiero que pienses que espero algo. Solo quería decirte que fuiste importante. Que aún lo eres. Y que aunque no estés, te agradezco por todo lo que me enseñaste… incluso con tu silencio."
Lo terminé con mi nombre. Sin emojis. Sin dramatismo. Solo la verdad, escrita con el corazón en calma.
Y justo cuando iba a enviarlo… lo borré.
No por miedo a su respuesta. Sino por miedo a que no hubiera ninguna.
Pensé que tal vez me vería débil. O ridículo. Que tal vez ya no le importaba. Que tal vez le haría daño. Que tal vez... todo.
El mensaje desapareció. La pantalla volvió a estar en blanco. Como si nada hubiera pasado. Como si esas palabras no hubieran existido nunca.
Pero yo sí lo recordaba. Cada palabra. Cada letra que no se fue.
Y esa noche no dormí.
Porque a veces, lo que más nos duele no es lo que dijimos… sino lo que no nos atrevimos a decir. Porque hay mensajes que no necesitan respuesta. Solo necesitan salir.
Nunca le escribí de nuevo. Nunca volví a intentarlo. Me lo prohibí.
Y aún hoy, cuando pasa por mi mente, me pregunto qué habría pasado si ese mensaje hubiera llegado. Si habría sonreído. Si habría llorado. Si habría pensado en mí por un momento más.
O si, simplemente, me habría respondido con un punto. Y eso habría sido suficiente.
¿Tú también escribiste algo que nunca enviaste?
#3178 en Novela romántica
#1107 en Otros
#9 en No ficción
amores imposibles, confesiones de la vida diaria, historias de la vida real.
Editado: 19.05.2025