Historias que quisimos callar

Capítulo 41: Volvió arrepentido… y me pidió otra oportunidad

Fue cinco años después.
Cinco años en los que no supe de él. Cinco años en los que aprendí a no buscarlo en cada rostro, en cada canción, en cada cumpleaños. Cinco años en los que me prometí que, si alguna vez volvía, no iba a temblar.

Y temblé igual.

Estaba en la fila del supermercado, con el celular en una mano y el pan en la otra, cuando escuché mi nombre. No fue su voz la que reconocí primero, fue el tono. Esa forma suya de nombrarme como si fuéramos los únicos en el mundo.

Me di vuelta.
Ahí estaba.
El mismo de siempre, pero distinto.
Pelo más corto. Ropa más sobria. Mirada más baja.

—Hola —dijo, con una sonrisa tímida.
—Hola —le respondí. Sin emoción. Sin rabia. Solo… sorpresa.

No hablamos más ahí. Me pidió mi número “solo para tomar un café, si te parece”. Le dije que lo pensaría. En el fondo, ya sabía que iba a aceptar.

Nos vimos una semana después. Café sencillo, lugar neutro. Me preguntó cómo estaba. Le dije que bien. Me preguntó si estaba con alguien. Le dije que eso no importaba.

Y entonces, con la voz temblando, me dijo:
—Vengo a pedirte perdón.
No “una segunda oportunidad”. No “retomar lo que teníamos”. No. Perdón.

Me quedé en silencio.

Porque ¿cómo se responde a eso, cuando te lo dice alguien que te rompió en mil pedazos?

Me había dejado sin aviso. Sin explicación. Una tarde cualquiera, después de una discusión que no fue más dura que otras, simplemente se fue. Apagó el teléfono. Cambió de número. No respondió más. Yo me volví loca buscando respuestas. Lloré. Vomité. Me desarmé. Y nunca supe por qué.

Y ahora estaba ahí. Frente a mí. Pidiéndome lo que más me costó darme a mí misma: paz.

—Tenía miedo —dijo—. De mí. De lo que sentía. De no poder sostenerte. De sentir que me ibas a amar más de lo que yo sabía amar.
—Y entonces preferiste irte sin decir nada.
—Sí.
—¿Sabes que me hiciste sentir invisible?
—Lo sé.

No se defendió. No justificó. Solo escuchó. Me dejó decir todo. Lo que dolía. Lo que callé. Lo que jamás pensé que diría con él de frente.

Después se quedó callado un rato. Y luego dijo:
—No espero nada de ti. Solo quería decirte que te amé. Mal. Tarde. Con miedo. Pero te amé. Y me arrepiento todos los días por no haberme quedado a intentarlo mejor.

Lloré.
No por él. Por mí.
Por la que fui. Por la que esperó un mensaje. Por la que se culpó. Por la que creyó que no era suficiente.

Le agradecí.
Nos abrazamos.
Y me fui.

No volví a verlo.

No porque lo odiara. No porque aún doliera. Sino porque ya no era mi lugar. Porque entender que alguien cambió no significa que debas volver. Porque el amor, incluso cuando es real, no siempre sobrevive al daño.

Hoy puedo decir que lo perdoné.
Y que me perdoné por haberlo esperado tanto.

¿Crees que alguien puede cambiar… de verdad?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.