Ricardo tenía una vida vacía, o eso le parecía. Pocas eran las cosas que lo alegraban, incluso su misma carrera en la universidad había dejado de ser emocionante. Aun recordaba cuando, con mucha emoción, había elegido aquella carrera, como había recibido su carta de aceptación y como había sido su emocionante primer día. Pero de eso no quedaba mucho, solo el "radiante" futuro.
Aquellos días de primavera eran monótonos, tanto como podían serlo para un joven de su edad. Aunque eso siempre había sido una excusa, él no se sentía para nada joven. Un día de esos, Ricardo salía de su universidad, cansado y hambriento. El local de siempre había cerrado, y tampoco se animaba a comprar esos apetitosos pero peligrosos tacos, que siempre tenían un precio de cinco por tres pesos. Con el estomago vacío, decidió recorrer las calles de la ciudad de México. Se encontró con aquel restaurante familiar, que nunca se animaba a visitar, pues su cartera nunca tenia el contenido suficiente. Pero esta vez era diferente, el hambre era la suficiente para que el chico cediera.
Lo recibió una joven, que se veía de su edad. Fue una impactante e increíble sensación, como un golpe de alguien que no esperas, como una noticia que no sabias que deseabas. Era hermosa, su cabello flotaba cada que ella caminaba, cada que dirigía su sonrisa a Ricardo. Aquel brillante cabello castaño, lacio y largo, lo hipnotizo junto a la tez blanca de la muchacha, junto a esos brillantes ojos cafés. Leyó su nombre en la placa del pecho, Luz, era un nombre hermoso, el nombre más bello que había conocido nunca. Era tan hermosa, que no podía sacar su imagen de su mente mientras leía la carta. Se decidió a un platillo normal, pues quería que Luz lo atendiera lo más rápido posible, quería ordenar y ordenar, para nunca dejar de ver su cara.
Esa fue la mejor tarde en todo su año. Sin embargo, tenía que acabar. Pero Ricardo no se iba a quedar solo con eso, el estaba enamorado, y no podía negarlo. A partir de aquel dio, iría diariamente a ese restaurante, variaría el menú, sin importar el precio, solo para ver a su amada.
Así lo hizo, iba cada día, cada que tenía algún turno libre, cada que salía temprano, cada que salía tarde. Se volvió un cliente de tiempo completo, y su vida empezó a cambiar. Ya no era más la aburrida monotonía, todo cobro sentido gracias a Luz, ella le brindo luz a su vida. Sus notas aumentaron, su atención disminuyo un poco, pero al final del día, siempre se anotaba un par de puntos en participación. Sus tareas eran sencillas cuando estaba en el restaurante, en general, la vida se hizo mucho mejor.
Conforme avanzaron los meses, Luz se dio cuenta de la frecuencia de Ricardo, y poco a poco empezaron a entablar conversación. Aunque, por mucho que Ricardo adorara a la chica, Luz no sentía lo mismo. Eso, inevitablemente, se lo ocultaba a Ricardo. El joven significaba cada vez mas un saco de billetes, pues las propinas que dejaba para Luz cada vez eran mas exorbitantes. Incluso sus compañeros de trabajo le hacían burla a Luz, que poco a poco se sentía algo mal por aquella rara relación no correspondida. Sin embargo, a Ricardo no parecía importarle dejar esas cantidades de dinero, con tal de ver a Luz contenta, podría quedarse en bancarrota.
Un día, Ricardo se animo a confesar sus sentimientos. Pero, lamentablemente, Luz no correspondía a su amor. Ricardo quedo destrozado, tanto que solo dejo el dinero y se fue. No asistió por varios días, su mas grande amor no sentía lo mismo por él. Su corazón imploro otra vez ver a Luz, pero Ricardo no sabia si podría hacerlo otra vez. Finalmente, después de dos semanas, se animo a regresar. Luz lo recibió contenta, la verdad era que, después de esas dos semanas, se había preguntado en donde estaría Ricardo. Luz, en cuanto Ricardo se fue de nuevo, sintió algo un poco diferente, después de ese tiempo sin verlo, se dio cuenta que poco a poco le agradaba mas Ricardo.
Paso un año desde que Ricardo descubrió a Luz, y las cosas habían avanzado. La joven poco a poco dejo de ver a Ricardo como un cliente, estaba lista para entablar una amistad fuera del local, o, algo más. Sin embargo, se sentía culpable por el rechazo de hacia meses, y pensaba que Ricardo se negaría, como ella lo había hecho. De pronto, Luz empezó a desear que Ricardo llegara al restaurante, y ya no le importaba la propina que recibía.
Poco después de que se cumpliera un año, en la universidad habían encargado un nuevo proyecto. Era en pares, y, por causalidades de la vida, a Ricardo le toco hacer equipo con una de sus compañeras. No era nada del otro mundo, una chica con la que no hablaba, y que dejaría de hacerlo tan pronto acabara aquel proyecto. Ricardo paso de largo a la chica, ni siquiera aprendió su nombre, pues para Ricardo, solo existía una chica. Un par de días después, que Ricardo paso sin comunicarse con aquella chica, el joven iba de camino a su lugar habitual. En eso, se encontró a la joven, que lo saludo molesta, pues tenían que acabar ese proyecto, o su calificación bajaría. Le propuso ir a comer a este restaurante, y Ricardo acepto, pues, de todas maneras, podría ver a su amor.
Luz tenía memorizado el horario de Ricardo, y ya lo esperaba en el restaurante, pese a las advertencias de la gerente. Pero, cuando la chica fue contenta a recibirlo, su sonrisa desapareció, pues lo vio al lado de otra joven. ¿Quién era aquella? Se pregunto ¿y por que hablaba tan normal con Ricardo? No lo sabía, Luz se quedó con la duda incluso después de que Ricardo y la chica, de nombre Mariana, que Ricardo le había preguntado, se hubieran ido.
Ricardo pensaba que Luz seguía sin corresponder a sus sentimientos. Un día de esos, Mariana lo descubrió afligido, y se acerco a el en la universidad. Después de dudarlo un poco, Ricardo conto su historia, y Mariana escucho. Lo consoló, y después de eso, Ricardo decidió confiar en Mariana, una amistad se formó.
El tiempo paso, el proyecto acabo, pero Ricardo y Mariana siguieron hablando. Realmente era fácil hablar con ella, pues podían comentar varias cosas que les pasaba en su día a día. Pero, aun así, Ricardo seguía yendo a aquel restaurante, un poco menos, pero lo hacía. Si no iba solo, Mariana lo acompañaba, y Ricardo casi nuca iba solo. Luz seguía atendiéndolo, pero se sentía mal ¿Quién era ella, quien era? ¿Qué hacia esa intrusa con Ricardo? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones? Luz sentía verdaderos celos.