Una vez, en una playa hermosa, salía una sirena igual de hermosa, de cabello azul marino, y un sostén de conchas. Vivía en paz, solita, pero de vez en cuando, en temporadas, las personas iban a visitar la playa. Ella sabia muy bien cuando venían las personas, pero aun que siempre quería salir a jugar con ellas, nunca podía, pues un día, su madre le había dicho que las personas eran muy peligrosas. No sabía que tan cierto era eso, pero decidía no arriesgase.
Ese día no había nadie en la playa, así que la sirena salió un rato a tomar el sol. Era agradable, normalmente debajo del mar no se sentía esa calidez, y no se podía oír el hipnotizante chocar de las olas.
Pero de repente, un hombre apareció en la playa, la sirena lo noto de inmediato, y regreso al agua. Era un nadador, que entro al agua, solitario, poco común en las personas, como pensó la sirena. No parecía hacer mucho, solo nadar un poco de un lado a otro. La sirena, curiosa, lo fue a ver, y salió del agua, mostrándose ante él.
El nadador se sorprendió, era un hombre joven. La sirena lo rodeo, y el nadador se quedó quieto, también curioso. Le dijo que fuera con ella, que no desconfiara, el nadador estaba sin palabras, pero por fin se pudo ordenar. Curioso, le pregunto qué hacía ahí, pues pensaba que era el único que visitaba la playa ese día. Ella le contesto que vivía ahí, en el mar, y el hombre se sorprendió. Le enseño su cola de pez, que era muy bonita, cautivando al hombre.
La sirena volvió a hacerle la propuesta, y el hombre accedió, algo temeroso. La sirena lo tomo de la mano, y pronto se sumergió, llevándolo. El hombre se sacudió, pero la sirena se acercó y se puso detrás de él, y le rodeo el cuello con los brazos, entonces el hombre pudo respirar. Quedo maravillado, y la sirena continúo dando hacia las profundidades. Los peces aparecieron, y saludaron a la sirena, que siempre devolvía el saludo. Fueron al arrecife, colorido y lleno de vida, el hombre no podía estar mas sorprendido.
Entonces llegaron a una cueva marina, era la casa de la sirena. Tenia adornos por todas partes, y las estrellas de mar decoraban su techo. La sirena soltó al hombre, que se sacudió de inmediato, pero la sirena le dio un alga misteriosa, y el hombre pudo sentir aire de nuevo. La sirena estaba encantada, y le dijo al hombre que jugaran un poco.
Así fue, el hombre accedió y salió a jugar con la sirena. Primero, persiguieron a un pequeño pez, la sirena lo atrapo, pero lo dejo ir amablemente. Luego fueron con los pulpos, y la sirena rio al espantar a algunos, pero no se dio cuenta de que dejo al hombre todo pintado. El hombre decidió hacerle una broma, y se escondió de la sirena, que lo busco por todas partes, y finalmente le pego una estrella de mar en la espalda a la sirena, que se asusto y nado en círculos.
Ese día, la sirena se divirtió mucho, pero el tiempo paso, y el atardecer llego, el hombre tenia que irse. La sirena se puso triste, pero el hombre prometió ir al día siguiente. Dicho eso, la sirena le dio una concha especial, para que no se olvidara de venir.
Por la noche, la sirena subió a la superficie, y miro el cielo estrellado. La había pasado muy bien con el hombre, y le gustaría que llegara al día siguiente, así que planeo una agradable actividad para el día siguiente, muy divertida.
El hombre cumplió su promesa al siguiente día, y le trajo a la sirena una sorpresa. Era una comida terrestre, que la sirena nunca había probado, una hamburguesa. Le supo muy rica, el hombre si que sabia de comida. La sirena le dio de nuevo las algas misteriosas, que sabían muy frescas, así que la sirena rio al ver la expresión que ponía el hombre.
Como lo estuvo planeando, la sirena llevo al hombre con los tiburones. Se asusto, pero los tiburones eran buenos, y se acercaron a jugar con la sirena. Dieron vueltas, y hasta hicieron carreras, el hombre vio impresionado lo veloz que era la sirena. En comparación, el hombre no era tan rápido, pero nadaba muy firme, y no perdía concentración.
La sirena estaba más feliz que nunca, y durante varios días, estuvo viendo a aquel hombre. Pero poco después, le dio una noticia, tenia que partir. La sirena se negó, y le ofreció vivir en su hogar, el hombre lo pensó, pero no podía, tuvo que irse. El ultimo día que la sirena y el hombre estuvieron juntos, este le comento a la sirena que la vendría a visitar todos los años, y siempre que pudiera. La sirena estaba insegura, se la había pasado muy bien con su amigo, y no quería dejar de verlo, pero finalmente accedió. Antes de que se fuera, la sirena salió del agua, y le dio al hombre un collar con una concha especial, así no se olvidaría de irla a visitar. El hombre lo tomo con una sonrisa, y antes de salir del agua, le dio un abrazo a la sirena.
Así, la sirena se quedó esperando, ilusionada por la promesa. Al avanzar el tiempo, las personas llegaron a visitar la playa como siempre, cuando hacia mas calor. La sirena fue precavida, y se escondió en su cueva. Pero llego la noche, y las personas se fueron, la sirena subió a ver las estrellas, y en ese momento vio a alguien en la playa. La curiosidad la mataba, pero se resolvió sola, pues el hombre mostro el collar de concha, y la sirena fue más rápido que un pez espada.
Fue un bonito reencuentro, la sirena salió del agua, y el hombre le conto de sus aventuras en la tierra. La sirena escucho atenta y maravillada, pero eran tantas anécdotas que no cabían en una noche. El hombre le dijo a la sirena que lo viera en la parte mas lejana de la playa, pero la sirena negó con la cabeza. Saco las algas misteriosas, tomo el collar y lo abrió, ahí guardo las algas, le dijo al hombre que se las comiera y entrara al agua.
Al día siguiente, la sirena se quedo esperando al hombre, que llego de sorpresa a la cueva de la sirena. Le había traído un regalo, también era un bonito collar, que la sirena atesoro con cariño. La sirena le hablo de sus aventuras en el mar, que también dejaron sorprendido al hombre. Después de eso, el hombre le volvió a contar sus historias, y los dos rieron con algunas.