Cuando vi ese rostro, esos grandes y brillantes ojos, no pude evitar llenarme de rabia, tristeza, confusión y de ganas de proteger a Margarita.
Las dos primeras fue por lo mal que me hizo pasar hace doce años atrás, cuando ambos sólo éramos dos chiquillos de dieciséis.
Y las dos últimas porque no sabía qué hacía allí, bueno, si lo sabía, pero no qué intenciones tenía con Margarita, quien aún me consideraba su amiga.
Ben y Mar, sabían la historia de aquel amor por el que tan mal pase, pero no sabían quién fue el responsable, porque es mejor decir el milagro que el Santo, menos cuando lo quieres olvidar para siempre.
Adivinaría cuáles eran sus intenciones, no quería que le pasará lo mismo a Mar, aunque a ella la haya visto muy feliz, no me confiaba, así había hecho conmigo.
—Emmanuel Torres— dije arrastrando cada palabra.
Sabía que me había reconocido, lo vi en sus ojos, lo había llegado a conocer lo suficiente.
—El mismo— respondió de forma cordial como si hubiera sido una pregunta—. Me alegra conocerlos.
Estrechó la mano de Ben y la mía, pero al retirarla lo hizo tomándose un tiempo prudente.
—Mi esposa y yo hemos decidido ir a la playa— dijo Ben sonriente—. ¿Nos acompañas?
Ben tiene un gran corazón, sé que no le agrada mucho que su pequeña hija ahora tenga novio formalmente pero él es capaz de hacer todo por ella.
La idea de ese fin de semana, era pasarlo en familia, más porque mañana sería nuestro aniversario y esta no era la sorpresa que esperaba por parte de Margarita.
Me había dicho que su regalo seria el privilegio de conocer a su novio, pero yo ya lo conocía y lo recordaba.
Había llevado algo conmigo en ese entonces que estuve con él, hasta después de estar casada con Ben y que fue prudente haberlo dejado hace un mes.
Esa decisión me había dejado claro que él solo sería mi pasado pero verlo aquí, de la mano de mi hijastra y mejor amiga, no era bueno.
¿Qué mal he hecho para querer dejar mi pasado atrás y este volver?
Mi instinto de mejor amiga y de buena madrastra que quiere lo mejor para los hijos de su pareja, se activó.
Mientras salíamos por la puerta de la cocina, mire a Mar, detenidamente, tratando de buscar en ella esos indicios característicos de Emmanuel.
Nada. Trate de recordar y solo la podía recordar sonriendo y sonrojándose por cada cosa que me decía de él. Me lo había descrito pero como no era buena imaginando a las personas con la descripción que me daban, no lo vi.
— ¿Estas bien, cariño?
Mire a Ben que estaba a mi lado en la silla café. Escuche como Margarita y Emmanuel reían tomados de la mano al caminar por la orilla del mar bajo sus pies.
Ben tenía el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, se había dado cuenta que algo andaba en mi cabeza y no me dejaba.
—Sí— respondí sonriendo—. Solo veo lo feliz que se ve con él.
Ben sonrió haciendo que lo imitara, se apoyó con su brazo izquierdo para acercarse a mi e hice lo mismo, nuestras narices se rozaron, mire sus ojos y coloque una de mis manos en su mejillas, comencé a rozar su mejilla con mi pulgar sintiendo la agradable sensación de su barba.
Me acerque para darle un beso pero vi las sombras de Margarita y Emmanuel frente a nosotros.
Emití un suspiro cansino por la interrupción del momento agradable que iba a tener con mi esposo y vi sonreír a Emmanuel con picardía, como si le agradara habernos interrumpido.
— ¿Y hace cuanto están saliendo?— pregunto Ben.
—Más de seis meses. — respondió Emmanuel.
— ¿A qué te dedicas?— volvió a preguntarle Ben.
Sabía lo que hacía, quería saber todo sobre él. Sonreí por lo bajo al ver lo sobreprotector de mi esposo, lo hacía ver más sexy todavía.
—Administro el bar de un amigo.
— ¿Y tus padres?
—Mi madre nos abandonó cuando tenía dieciséis— respondió y vi cómo me miro—. Y mi padre murió hace ocho años.
Espere que en mi rostro no se mostrara rastro alguno de sorpresa. Ese hombre no me agrado cuando salía con Emmanuel pero de algún modo me tomo por sorpresa porque sabía lo que él quería a su padre, porque lo llego a poner sobre mí, sin importar nada.
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Editado: 27.03.2020