Soy de esas personas que cree en el destino, que saben apreciar lo que consigo trae, pero al parecer el destino estaba jugando a favor de Emmanuel.
No podía dormir y me gire en la cama para mirar a la puerta, luego bocarriba y después girarme para ver a Ben a mi lado, quien dormía plácidamente.
Por la ventana podía ver como caía cada gota de lluvia y como estas hacían su camino por ella hasta llegar al suelo.
No podía dormir y era a causa de alguien y su suerte, Emmanuel que dormía en la habitación de enfrente. La casa era de dos pisos y tenía solo tres habitaciones, la que compartía con Ben, la de Margarita que quedaba al final del pasillo y la que ahora ocupaba Emmanuel, quedando frente a la mía.
Si creía que podría hablar con Ben y Margarita cuando él se fuera, me equivoque.
Justo en el momento en que fingió ser el novio ideal que no dejaría a su novia hasta llevarla a la puerta de su casa, comenzó a llover y Ben, decidió que era buena idea que se quedara.
A veces cuanto más intentas alejarte de lo que te hace daño o quieres olvidar, es cuando más presente lo tienes. Yo creía que nunca más lo volvería a ver y ahora dormía con el enemigo bajo el mismo techo.
Me levante de la cama tratando de hacer que Ben no se despertara y salí de mi habitación. Hacia frio pero no me moleste en tomar la bata de dormir.
Baje en silencio por las escaleras, escuchando como la lluvia se volvía más fuerte. Entre a la cocina, saque leche de la nevera y la coloque a calentar. Me gustaba tomarla cuando algo me perturbaba o solo no podía dormir.
Tome una taza y serví la leche en ella
—Veo que no has perdido la costumbre de tomar leche tibia cuando llueve.
Me gire para verlo allí, recostado en el marco de la puerta, con una sonrisa en los labios, con un pantalón de pijama que Ben le presto y su abdomen desnudo, dejando ver el tatuaje con el nombre de su madre en su pecho. Tenía que admitir que su cuerpo habia mejorado pero era como ver el de tu mejor amigo.
—Hay costumbres que no se pierden con el pasar del tiempo.
Lo dije con desinterés, tome la taza entre mis manos y bebí mi leche tibia. Me recosté en el borde del mesón. Sentí como camino adentro de la cocina y se sentaba en una de las sillas de la mesa del centro.
—Hay algo que no entiendo.
—Qué raro que no entiendas algo. — dije con sarcasmo.
Seguí bebiendo de mi leche y no le preste mucha atención pero lo mire, su sonrisa habia desaparecido y se habia vuelto serio.
— ¿Por qué no me dijiste lo de la operación?
Me miro, tenía el ceño fruncido, sabía que quería respuestas, explicaciones, pero yo ya no era esa niña que buscaba la forma de explicarle todo lo que hacía con tal de que estuviera complacido.
— ¿Por qué tendría que decirte?
Deje la taza a un lado, me aleje del mesón y comencé a caminar hacia la salida de la cocina pero Emmanuel me tomo del brazo. Su agarre fue fuerte pero no me permití emitir sonido alguno de dolor, no quería que volviera a ver en mí el miedo y dolor que me hizo sentir con cada golpe cuando solo era una adolescente.
—Suéltame, Emmanuel. — lo dije de forma seria.
—No lo hare— dijo y tiro de mí para hacerme quedar frente a él—. Quiero saber por qué no me dijiste lo de la operación.
¿Le tenía miedo en ese momento? Lo tenía, así empezaba cada vez que me pegaba pero no dejaría que volviera a pasar.
—No tengo porque darte explicaciones.
Habia sido un mal momento para tener un pijama corto porque vi como miraba mis piernas, luego mis brazos, hombros, cuello para luego mirar mis labios y por ultimo mirar mis ojos.
—Quiero que me digas porque lo hiciste.
— ¿Por qué tendría que hacerlo?
Dio un paso hacia adelante, yo retrocedí, sentí el borde la mesa en mis muslos y sentí como apretaba con más fuerza mi brazo.
—Necesito saberlo— dijo con determinación, muy cerca de mi rostro—. Yo quiero saberlo.
Reí por lo bajo y lo mire a los ojos.
—Y yo quiero que te alejes de Margarita— dije—. Déjala, no quiero que sufra.
— ¿Por qué tendría que hacerlo?
Sonrió y sabia porque, estaba jugando con la respuesta como yo lo habia hecho.
#24266 en Otros
#7283 en Relatos cortos
#37343 en Novela romántica
#6161 en Chick lit
Editado: 27.03.2020