Histriónicos

Capítulo 18

La escena del taller en llamas desapareció junto con el humanoide. Frente al robot víbora apareció una vereda empedrada, en medio de un vasto campo floral de belleza marchita. Las flores se inclinaban hacia la decadencia y la desolación. Adam se agachó para recoger una amapola de un rojo intenso que, al entrar en contacto con los fríos dedos de acero, se desintegró al instante. Solo quedó un tallo retorcido que, segundos después, tomó la apariencia de un hueso descarnado.

—¡No! —gritó el señor Tavares dentro del robot. Aunque su voz exterior sonaba seca y sin emociones, su conciencia humana demostraba un nivel de angustia y desesperación, propios de una persona enloquecida.

Entonces, Adam giró la vista a los juncos de lirios blancos y amarillos, rebosantes de vida. El autómata se abalanzó contra las flores para arrancarlas de raíz. Sin embargo, las hojas se marchitaron; sus cabezas quedaron inclinadas y en resignación se desfloraron.

—No, por favor. Me equivoque, no quiero ser un robot, no…

Adam se dejó caer entre las flores y la hierba silvestre para observar el paso de las nubes a una velocidad inquietante considerando que no había viento que las arriara. De pronto, el campo de visión del autómata se redujo cuando las rosas con sus espinas retorcidas y hambrientas de sangre, alcanzaron una longitud de cincuenta centímetros. Voces provenientes de las rosas comenzaron a susurrar:

—Das lástima

—Levántate

—Busca a tu hijo

—Remedia tu error

—Destruyes todo lo que tocas —dijo la voz mecanizada con un tono burlón. Una voz que despertó la conciencia humana dentro del autómata. Adam se levantó, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar.

«¿Oliver?»

Había abandonado a Oliver con Hari, pues no soportó escuchar la verdad. Aquella donde no aceptaba su destino como robot porque tenía la vaga esperanza de regresar a su cuerpo. Quería volver al plano real y encontrar la manera de revertir lo sucedido. Aún no sabía cómo es que el proyecto se salió de control cuando todo se calculó con precisión mediante simulaciones y escenarios ficticios sobre las posibles fallas. Tomas Handall se había encargado de los ensayos y de la programación; mientras que Samuel, de la fabricación del robot. No obstante, falló al creer que tenía todo bajo control. Sin darse cuenta, cayó en la trampa de la soberbia y el narcisismo y pecó de ingenuo.

Entonces, comenzó a recordar detalles de lo aconteció en los últimos meses. El trabajo de Samuel no se concretó en mejorar la programación de la inteligencia artificial o en rediseñar los sistemas digitales. Tampoco se encargó de crear la interfaz para la interacción inteligente con las personas, el entorno y otros dispositivos. Samuel construyó un robot basado en el proyecto “Dos” que Katia guardaba en su caja fuerte. Incluso utilizó componentes de un autómata obsoleto para crear las extremidades del robot víbora. La idea de Handall era que el señor Tavares se involucrara en la creación de Adam al ser el único sobreviviente accidente.

—Te engañó— dijo la voz, de repente, seguida de una risita burlesca.

Adam permaneció en silencio, pues no quería caer en la provocación.

—Antes de que el viejo te contactara, hubo una explosión en Industrias Handall. Aproveché el caos para insertar un virus malicioso en todas las computadoras. Así me convertí en la evolución más perfecta de Arax. El equipo de control creyó haber recuperar los dispositivos infectados, pero los engañé — añadió la voz del humanoide.

El robot víbora negó con la cabeza.

—Él sabe de mi existencia y aun así te entregó el cerebro, el software y los restos de un robot que, previamente, yo saboteé. Todo para que lo rehicieras y terminarás de la misma manera que yo.

—¡NO ES VERDAD! No soy ningún idiota, me hubiera… — Adam (Samuel) comenzó a carcajearse luego de reflexionar sobre su vida como ingeniero.

—Tanto te jactabas de ser el mejor. Tanto presumías de tu inteligencia para que una AI saboteara tus logros — se burló el humanoide.

Pero, entonces, una idea más perturbadora llegó a la interfaz del robot víbora: el alma de Hari. Oriol lo había mencionado antes.

«Dijo que su alma era la niña. También dijo que yo…»

—¿Lo entiendes ahora? —cuestionó la voz en tono burlón. Esta vez se escuchaba más cerca.

—Un robot no tiene alma, pero el humano sí.

El humanoide resopló.

—Hari carece de alma porque no se completó la vinculación con la niña. Ella es su motor de vida. Si la pierde, será su fin — dijo Adam, dudoso — pertenece al grupo de Humano-Robot.

—Es correcto. Ella lo controla a él.

—Como mi cuerpo físico no tiene vida…

—No falta mucho para tu alma se vincule con el robot, aunque te resistas.

—Yo perteneceré al grupo uno…

—Robot-Humano, soldado — masculló el humanoide.

—¿Qué falló con Hari y Emma?

—El dispositivo en la cabeza de la niña. Aquel que la revivió al morir prematura.

Es entonces que la verdad cayó como un balde de agua fría sobre la conciencia de Tavares. Si antes se mofaba de los ingenieros de la fábrica en García por permitir “accidentes” a manos de sus robots, ahora se lamentaba de su arrogancia. Se creyó más inteligente que ellos, pero su vanidad y orgullo no le permitió ver que era un peón en el juego de ajedrez.




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