Afuera del agua, ambos marsupiales se unieron en un solo cuerpo. Cada koala desplegó extensiones de placas de acero, las cuales se unieron a la par. En el proceso, aparecieron los exoesqueletos de ambos histriónicos, así como el entramado de cables alargados en dirección al cableado del otro.
Una vez que inició la sincronización, cada marsupial compartió datos y protocolos de funcionamiento. Los paneles se desplegaron, mientras el nuevo cerebro se reconfiguró para dar paso a un androide más grande y poderoso que alcanzó los cuatro metros de altura.
Los núcleos medulares también se fusionaron, uno encima del otro para formar un eclipse solar, el cual reabasteció de energía al nuevo cuerpo. El koalatronico engarruñó manos y pies para segundos después revelar peligrosas garras de acero. El cuerpo del nuevo robot también desarrolló armamento en partes estratégicas.
Mientras tanto, una neblina espesa comenzó a surgir desde las profundidades del bosque para desfilar hacia el conejo robot. De ella emergieron decenas de manos huesudas que buscaban a toda costa desmembrar a Hari.
Entonces, el conejo saltó en dirección a las copas más altas de los eucaliptos. No estaba en sus planes gastar las pocas reservas que le quedaban, así que decidió esquivarlas lo más que pudiera.
Cuando Hari se internó en el follaje, tuvo una visión de Emma atacando a Oliver. Por la distracción, no se dio cuenta de la presencia de las sombras que aguardaban entre el oscuro follaje. El conejo robot comenzó a lanzar microesferas eléctricas para disuadir la bruma que se formaba a su alrededor y repeler el ataque del enemigo. Luego, dio un brinco y se balanceó a través de las ramas.
Las sombras fantasmales se lanzaron contra el koalatronico en medio de gritos horripilantes y desgarradores lamentos. El koala blandió su brazo, el cual se transformó en una espada que cortó por la mitad a todas las siniestras figuras. No obstante, aquellas recuperaron sus cuerpos segundos después. El koala encendió sus ojos y elevó la potencia de la luz hasta convertirlos en faroles. Así es como las sombras se desvanecieron al quedar expuestas ante la luz dorada.
—¡Hari!, enciende tu aro de luz, no es necesario que los ataques — ordenó el koala mediante telepatía.
El conejo robot obedeció justo cuando las sombras se abalanzaron contra él. En segundos todo su cuerpo se convirtió en una llama de luz andante. A vuelta de rueda, el enemigo retrocedió en dirección al lago, donde se zambulleron hasta desaparecer.
—¡Van tras Oliver! — gritó el conejo, quien no lo pensó dos veces y también se aventó al agua.
Antes de que el koalatronico hiciera algún movimiento, una fuerza descomunal e invisible lo arrojó contra las copas de los árboles de eucalipto. Frente al marsupial se encontraba Bado junto a miles de sombras con ojos rojos. Mismas que ahora vestían pieles de koalas, mientras que otros cargaban motosierras y seguetas.
Bado alzó el brazo derecho y desplegó las tropas para iniciar la ofensiva. En ese momento, cientos de marsupiales subieron por las cortezas de los árboles para acompañar a su líder. La guerra inicio bajo un cielo nublado donde los koalas se enfrentaron a las sombras que avanzaban contra el koala gigante. Era una lucha de vida o muerte. Los marsupiales estaban dispuestos a defender su hogar y castigar a los perpetradores de su inminente extinción.
La lluvia comenzó a caer a cantaros sobre el bosque. La aparición de los rayos reveló la imponente figura metálica del robot mosca que, por momentos, se perdía en la oscuridad.
Koalatronico no se quedó de brazos cruzados. Su postura era desafiante como el guerrero más respetado de la tierra y el ejército de los koalas lo respaldaba. Pronto, el choque entre puños de acero resonó tanto en el cielo como en la superficie de la tierra. Cada uno asestaba golpes rápidos, pero precisos.
El koalatronico era ágil en esquivar con gracia los ataques del oponente. De su antebrazo izquierdo, disparó decenas de proyectiles por microsegundo. Bado cruzó ambos brazos para formar un escudo. Con ellos cortó el aire antes de que las balas lo alcanzaran. Luego contraatacó con el cañón que apareció en el centro de su tórax. Del cual empezó a lanzar, a diestra y siniestra, ráfagas de energía verdosa amarillenta. Con ello, Bado logró desintegrar a los koalas que se interpusieron frente a su líder.
Las explosiones sacudieron los cimientos de la tierra, levantando nubes de polvo y doblando los árboles. No obstante, la energía liberada disipó la neblina debajo de los eucaliptos provocando que más grupos de sombras se desvanecieran.
Durante el enfrentamiento, algunos koalas lograron formar un muro de contención para proteger a su comandante. A pesar de ello, koalatronico perdió la primera capa de su piel metálica. Su cuerpo comenzó a iluminarse. Señal de que, en cualquier instante, su gigantesca figura desaparecería.
El tiempo se agotaba y las probabilidades de que Oliver perdiera la vida también aumentaba. En un momento decisivo, koalatronico reunió todo su coraje y poder para lanzarse hacia adelante con un grito de batalla. Los koalas soldados respondieron al unísono. En ese preciso instante, la tormenta eléctrica desató toda su furia contra la superficie. Cientos de rayos se batieron en duelo en las inmediaciones del bosque. Lugar donde inició un cruento y devastador incendio que, ni con la lluvia, logró apaciguarse. Las voraces llamas devoraban tanto a las criaturas robóticas como a las sombras. Contra todo pronóstico y agotadas sus fuerzas, koalatronico transformó sus dedos en cilindros giratorios para dar paso a la conformación de revólveres.