Histriónicos

Capítulo 34

—Es que… me voy a equivocar — reveló Oliver apesadumbrado con la mirada en todos lados, menos en los robots y en la niña. Luego se acomodó frente al primer cuadro del juego.

—Si no lo intentas, jamás sabrás si puedes lograrlo— aseguró Hari — incluso si te equivocas, porque así es como se aprende.

—Si no quiere hacerlo, está en todo su derecho — inquirió Adam desde la oscuridad — un simple juego no te define como una persona valiosa, sino tu inteligencia y liderazgo. Es mejor enfocarnos en lo que de verdad nos importa, por ejemplo, en salir de este universo paralelo — le dijo al niño.

En ese preciso instante, Emma ladeo la cabeza, sorprendida por la crudeza en las palabras del misterioso robot. A paso lento se fue acercando a él hasta que su mirada se enfocó en el robot víbora.

—Tu opinión aquí es irrelevante — espetó Hari mientras colocaba las manos sobre su cintura.

—¿Quién es?, ¿crearon un nuevo robot? - cuestionó Emma a Hari.

El conejo se encogió de hombros dando a entender que no tenía una respuesta concreta, aunque aún conservaba ligeras sospechas sobre la identidad del autómata.

La niña soltó la piedra que tenía en la mano, pues ya estaba interesada en aquel robot de color verde con cara de víbora de cascabel. Oliver se preguntó cómo era posible que apenas se diera cuenta de la presencia de Adam.

—Niña Emma, no se distraiga en mí. Solo quiero…— trató de decir Adam en un intento por desviar las miradas, sobre todo del niño. Emma le ordenó que abandonara su refugio de estalagmitas, pero antes de que Adam saliera, Oliver se interpuso entre ambos.

—Es de mi papá — dijo el niño — y también es mi robot.

—¿De verdad? ¡Entonces somos iguales! Hari es mi robot y mi amigo. Bueno… es un regalo que me dio mi mami, pero ahora es mi amigo.

—¿Tu mamá también fabricaba robots? — preguntó Oliver, sorprendido.

—Sí y es la mejor ingeniera de robótica que existe en el mundo mundial.

—¿Cómo se llama tu mamá?

—¡Oliver!, no debes hacer preguntas personales — interrumpió Adam bloqueando la vista del niño — ¿ya se te olvidó por qué estamos aquí?, ¿aún deseas ver a tu madre?

La actitud sobre protectora de Adam, es hasta cierto punto entendible para el conejo, ya que también suele comportarse así. Sin embargo, hace tiempo que sospechaba de él, su actitud a la defensiva aseguraba un secreto. Desde un principio demostró saber mucho sobre el señor Tomás, abuelo de Emma; su comportamiento y forma de hablar se asemejaba más al de un ser humano. «¿Será posible que exista otra conexión demasiado avanzada, superior a la que tiene con la niña?». Al parecer el vínculo que tenía con Emma, distaba de ser igual a la que Adam compartía con su humano, por la sencilla razón de que el robot no obedecía al niño y el niño tampoco ejercía poder sobre él.

El conejo miró a la niña que estaba a unos cuantos metros junto a Oliver. Entonces contempló la posibilidad de que Emma no solo sea una víctima de sus familiares despreciables, sino que también haya servido como conejillo de indias para desarrollar autómatas fusionados con humanos. Recordó el día que conoció a Emma en medio de un remolino de fuego y electricidad. Tan pronto sus miradas se conectaron, Hari sabía que Emma era una vieja amiga.

La niña animó al robot de Oliver a unirse a ellos en el juego de la bebeleche. A lo que Adam respondió que prefería ser un espectador, sabedor de su derrota.

—Si no hay más que hacer, busquemos el manantial — pidió Adam avanzando hacia el túnel subterráneo con los hombres caídos, pero se detuvo cuando nadie lo siguió.

—¡Eres un amargado! — gritó la niña haciendo un gesto con la lengua como una muestra de que ya no le agradaba — Oliver, si es tu robot ¿Por qué no le das una orden? Debe obedecerte.

—Eeeeh, no es así, si no quiere hacer algo no lo puedo obligar — respondió Oliver encogiéndose de hombros.

—Hari— llamó la niña. El conejo dio un paso adelante, — desaparece.

A continuación, el conejo robot se esfumó ante la vista de los presentes.

—Los robots deben obedecer a sus dueños, me lo dijo mi mamá en un sueño— reveló la niña mientras alzaba su delicado bracito y hacia un gesto con la mano que parecía sujetar algo. Luego elevó el brazo hasta que de la blusita blanca salió desprendido el mismo relicario con el cual Hari absorbió energía minutos antes. La alhaja se mantuvo flotando en el aire sin dejar de proyectar luz dorada intermitente. El objeto brilloso se mantenía a escasos centímetros de la piel de su mano.

El conejo robot se materializó de nuevo. Oliver advirtió que el robot víbora retrocedió hacia la oscuridad como si estuviera dispuesto a salir corriendo en cualquier momento. ¿Ese era el robot que tanto se vanagloriaba su padre en presumir de habilidades nunca antes vistas en un autómata?

—Niña, Emma. No lo hagas, pondrás en riesgo a Oliver, ¿quieres hacerle daño? — intervino Hari delante de la niña que alcanzaba su misma estatura. Emma tenía las mejillas sonrojadas y el entrecejo fruncido. Su respiración se escuchaba accidentada.

—Oliver es mi amigo — dijo la niña muy despacio. Tuvieron que pasar algunos minutos para que los pliegues en su cara se aligeraran. Luego dejó caer el delgado bracito y la gema con forma de corazón humano regresó al relicario expuesto sobre la blusa. El trago amargo había pasado.




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