Histriónicos

Capítulo 35

Los ojos de Oliver se agrandaron de la impresión que le generó ver a su padre en esas condiciones; con sus facciones apenas formadas. Por la sencilla razón de que no podía encontrar una explicación sobre cómo es que un ser humano llegara a ese extremo. Todo le parecía irreal, sacado de una película. Entonces, tuvo que pellizcarse el antebrazo para comprobar que no estaba en un sueño, aunque recordará la información sobre la dimensión.

El rostro del señor Tavares se notaba muy cansado, demacrado y en extremo delgado; no parecía un humano. Tenía líneas de expresión demasiado marcadas y acentuadas en el contorno de los ojos, boca y frente. Al principio, a Samuel le costó mirar a su hijo a los ojos. No obstante, cuando alzó la mirada, descubrió el miedo y la incredulidad dibujados en la cara de su único vástago. No sabía qué decirle ni cómo explicar algo que un niño de once años jamás comprendería. Lo único cierto es que gracias a que pudo salir del robot, logró recuperar sus emociones.

Samuel estaba triste y avergonzado y no por su condición, sino por demostrar torpeza, incompetencia y fracaso, y porque había fallado como padre. Algo que pudo comprobar con el gesto de repulsión que le daba su propio hijo.

Emma no se atrevió a decir una palabra, solo se limitó a mirar a Hari, que para entonces ya estaba a su lado. Adam seguía sosteniéndola, pero no pasó mucho tiempo hasta que la dejara libre luego de que apareciera el holograma a unos cuantos centímetros del brazo de la niña. La pequeña Handall estaba fascinada con lo acontecido, de su cuerpo también emanaba energía verdosa combinada con su esencia violeta.

Emma levantó su mano derecha para observar como las chispas de electricidad brincaban de un lado al otro y luego se desvanecían al perder el contacto con la piel humana. Hari proyectó una pequeña pantalla en el aire para que la niña pudiera ver su reflejo. Emma observó su cabello encrespado con mechones de color verde claro, mientras que el iris de sus ojos adquirió un tono similar a la esmeralda. En poco tiempo, la pequeña pasó de la alegría a la tristeza.

—Emma, no debemos interferir en los problemas de los demás — le dijo Hari una vez que la pantalla desapareció.

—Pero yo no hice nada, Harito.

—¿Aún recuerdas lo que pasó con Henry?

La niña frunció el entrecejo cuando miró al conejo a los ojos.

—¿Sabes lo que sucedió en Noria de Ángeles? — insistió Hari.

Emma no pudo responder debido a que se quedó pensativa, tratando de averiguar a lo que se refería su protector. Pasó el tiempo y ella jamás consiguió hilar sus pensamientos.

—¿Henry?, ¿Henry? No sé quién es — reveló Emma despacio, cabizbaja.

Oliver fue testigo de todos los acontecimientos, incluso podía simpatizar con la niña que estaba a punto de llorar. Ahora se veía lamentable, igual que él. Entonces escuchó el tambor en su pecho, al mismo tiempo que la punzada de dolor se extendía alrededor de su cuerpo.

«No de nuevo, por favor».

El señor Tavares recibió las señales captadas a través del sistema de sensores de Adam. El ritmo cardiaco del niño se estaba acelerando.

«Así que Emma también puede influir en la salud de mi hijo atacándome a mí», pensó.

Nunca se imaginó el poder que la niña tenía sobre otros robots con tan solo tocarlos. Un detalle más que el señor Tomás olvidó informar. Comenzó a pensar que la falta de comunicación fue fundamental para que ocurriera el accidente en la fábrica. Desconocía si Katia estaba al tanto de los planes de su padre, aunque lo más probable era que no o de lo contrario seguiría con vida. Además, no era entendible que un destacado científico como Tomás Handall no quisiera resolver el desastre de su hija, sino que mandó a otros a limpiar el cochinero. Por mucho que lo pensará, nadie en su sano juicio experimentaría con la vida de un ser humano, menos con un familiar al que dices amar.

Tomas Handall siempre se ha mostrado como un devoto padre con un honorable y patriótico comportamiento ciudadano. Ahora, Samuel podía ver al genio detrás del terrible destino que envolvió a su hija, a su nieta y cualquier persona necesaria para lograr sus ambiciones. Comprobó a la mala que el señor H era un lobo con piel de oveja y gracias a que siempre manejó un perfil bajo, es que pasó casi desapercibido el accidente en la fábrica. Eso y que era un hombre con el suficiente poder adquisitivo para comprar a cualquier funcionario público.

—¿Papá? — alcanzó a decir el niño, anonadado, sacando al señor Tavares de sus pensamientos.

—Oliver… No sé qué decir. Parece que estoy en problemas — respondió la voz de Samuel, una voz áspera y un poco afónica.

Las palabras de la entidad que afirmaba llamarse Samuel Tavares retumbaron en la mente del niño, ya que su padre nunca fue alguien que mostrará debilidad o culpabilidad; menos que aceptará sus errores y se disculpará. Para Oliver todo se trataba de un engaño más del mundo de los robots. Negó con la cabeza mientras comenzaba a sentirse mareado y asqueado.

—No quería que lo supieras, no de esta forma — añadió el señor Tavares con una voz que sonaba distante — esperaba salir de esta dimensión, volver a casa contigo y tu madre, encontrar una manera de arreglar mi situación…

—¿Es una broma?, ¿Hari?, ¿Emma? Es un engaño de la dimensión, ¿verdad? — cuestionó un niño descontrolado que no sabía si reír o llorar. Aunque por la expresión en sus ojos se podía ver su desesperación.




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